La falsa realidad de la que nunca sale Xavi Hernández
El Intercity, un equipo no profesional, le metió tres goles, le llevó a la prórroga y él dice estar «muy satisfecho» porque el juego «es bueno»: fue el único que vio eso así
Después de necesitar una prórroga ante un equipo de la tercera categoría del fútbol español, de que ese club le metiera tres goles (y le empatara hasta en tres ocasiones), Xavi Hernández salió a decir que «el juego es bueno, bueno, el juego es bueno». La frase, que sorprendió a cualquiera que hubiera visto el encuentro del Barça ante el Intercity, refleja la falsa realidad en la que vive continuamente el entrenador culé.
Xavi ya ha cumplido más de un año en el banquillo del Barcelona y además de las dos eliminaciones seguidas en Champions, el hundimiento ante el Eintracht en Europa League y la ausencia, hasta el momento, de títulos, su paso por el Camp Nou se caracteriza por un discurso muy alejado de lo que realmente pasa. Xavi Hernández vive en otro fútbol, ese en el que él analiza lo que él quiere que pase, no lo que de verdad pasa.
Después de que el Intercity le empatara en tres ocasiones y de que su Barcelona solo pudiera eliminar a un equipo no profesional por el cansancio de los jugadores rivales, el técnico repitió que el juego de su equipo «es bueno, es positivo» y que «me voy satisfecho» con un juego que todo el mundo vio que no fue nada bueno. Y más cuando enfrente había un equipo infinitamente inferior que llevó el partido a la prórroga.
Xavi enarboló su discurso después de haber rozado la catástrofe en que su equipo no tuvo «contundencia en las áreas» y «hoy especialmente en las dos áreas». Sorprende estas palabras cuando el Barça sí tuvo contundencia en uno de las áreas, las del rival, en la que marcó cuatro goles. Donde falló fue en su propia portería, recibiendo tres goles por un equipo que está en descenso en Primera RFEF.
Enlazando con este discurso más bien alejado de la realidad, Xavi hizo mención al encuentro del pasado sábado ante el Espanyol en Liga. El técnico culé calificó ese derbi catalán, que acabó en empate, como «un gran partido» y fue más allá: «la primera media hora fue brillante». Tan brillante que solo tuvo dos remates a puerta y si bien fue superior al Espanyol no fue ni mucho menos un asedio.
Fiel a su discurso, a Xavi Hernández además no le gustó que le preguntaran por el posible «ridículo» que estuvo a punto de hacer su equipo en Alicante. «¿Han hecho siete equipos de Primera el ridículo? No creo que esa pregunta sea futbolera», dijo. Y sí, claro que hubiera sido un ridículo que todo un líder de LaLiga hubiera caído ante un equipo de tercera categoría en Copa del Rey.
Realidad paralela
Si esto fuera algo aislado no habría nada que analizar, pero el algo más de un año de Xavi al frente del Barça se caracteriza por esa realidad paralela. Alegrías no ha dado aún ninguna a los culés –más allá de un 0-4 en el Bernabéu que no valió para nada– pero palabras han sido muchas. Cuando le eliminaron por segunda vez en la primera fase de la Champions (todo un fracaso) él se limitó a decir que el torneo era «cruel» con ellos.
Mismo hizo después de caer en el Bernabéu en un partido que si bien los madridistas no le dieron un baño sí le ganaron sin necesidad de desengrasar la máquina: «No hemos merecido perder, en el Bernabéu se jugó a lo que queremos». El resultado fue una clara victoria del Real Madrid (3-1) ante la que el Barça nada pudo hacer. Y eso lo ven todos, también los culés. Hay cosas iguales para todos, otra cosa son los matices que se les quiera poner.
Xavi predica pero después no aplica: el Barcelona que vemos todos es muy diferente del que habla
Se podría decir que Xavi predica pero después no aplica: el Barcelona que vemos todos es muy diferente del que habla. Y no es un mal Barça, actual líder de LaLiga, pero no juega a lo que él después dice que juega. El caso más claro es cuando explica que quiere a un equipo que toque, que domine, que tenga la posesión como nota característica y después la mayoría de sus goles llegan por jugadas rápidas en las que busca la velocidad de Dembélé y en la que no necesita ni tocar el balón más de diez veces. Y eso es totalmente lícito, pero no casa con la realidad que después pregona el entrenador.
Su falsa realidad alcanzó un nivel ya alto cuando, y relacionado con esta última idea, pasó de ningunear el juego rápido (sería un «error histórico jugar a fútbol directo» dijo) a defender que un gol de esa forma («robo del balón, uno contra uno de Dembélé y a aprovechar eso») era también «ADN Barça». Otro ejemplo fue cuando esta misma temporada, para hacer de menos al Real Madrid, aseguró que «la Champions no siempre la gana el mejor». Una falsa realidad.
Para justificar la dolorosa eliminación ante el Eintracht de Frankfurt en la pasada Europa League –esa competición que este año repite debido a es incapaz de ni siquiera llegar a octavos de Champions– Xavi se excusó en que, en el partido de ida en Alemania, «el césped no estaba en perfectas condiciones y no ha facilitado nuestro juego». Este mismo año, después de ser derrotado por el Bayern de Múnich (2-0), dijo que «fuimos muy superiores» cuando en realidad solo lo fueron los primeros 45 minutos.
Como cualquiera, Xavi tiene todo el derecho a enarbolar su discurso, a ver el fútbol como él quiera y a analizarlo a su manera. No le hace ello peor entrenador. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha creado un universo particular, un mundo propio, en el que la última es que has «jugado bien» cuando un equipo no profesional, humilde y de tercera categoría te ha metido tres goles, te ha empatado tres veces y te ha llevado a la prórroga.