Real Madrid 0-1 Barcelona
Un Madrid sin remate y sin ideas cae ante un Barcelona plantado en su área
El gol azulgrana llegó por un fallo de Camavinga que terminó rematado de rebote en propia puerta por Militao
El Madrid se movía con agilidad al inicio. Suelto. Un poco más rígido el Barcelona. Como hablándose a sí mismo solo por la calle. Subían y bajaban los efectivos blancos como burbujas. Intercambiándose. Hasta Nacho y Vinicius, como si fueran uno solo. Marcó Benzema en fuera de juego a pase de Vinicius, que bullía de actividad, de ansia. La pierna de Camavinga parecía un piolet clavándose en la escalada en los balones barcelonistas.
Gavi cayó tocado por Militao y al levantarse pareció uno de los niños de Sergio Leone en Érase una vez en América. Araújo se afanaba con Vinicius y el brasileño se escabullía. De lo que no pudo escabullirse es de la tarjeta amarilla que el árbitro le mostró a él y no a De Jong. El asunto violentó al Madrid. No era para menos, y en la ofuscación el Barcelona se estiró en un mejunje atacante, con fallo gordo de Camavinga incluido, que terminó en un gol en propia puerta de Militao.
Se hartaban los blancos del colegiado que había revolucionado el partido. Gavi le hizo una de pressing catch a Eduardo. Pero las amarillas eran para Vinicius como las bicicletas son para el verano. Se rehízo el Madrid en el juego. La mano de Balde tampoco la vio el árbitro, como el falso gesto de dolor de Busquets en su propio agarrón a Vinicius, que, cosa rara, fue sancionado por el trencilla. Pero con Gavi no había forma. Un púgil haciendo guantes (y codos) con impunidad.
El bosque azulgrana
Benzema inventaba milimétricas (demasiado pequeñas) cosas bonitas que no pasaban de ahí y el Madrid se movía como al principio. Militao de una portería a otra era raro y al mismo tiempo el impulso que necesitaban los locales. Carvajal llegó tarde y Balde lo sufrió. Bien colocado en defensa, allí el Barcelona no solo resistía, sino que ganaba. Valverde se atascaba siempre, como si no cupiera entre el bosque azulgrana en el que estaba perdido Vinicius.
Comenzó la segunda parte encontrándose. Por dos veces. Alejándose de la banda izquierda tapada. No salió la pelota que Vinicius salvó en el precipicio. Lo vio todo el mundo menos el linier. La provocación de Gavi a Vinicius fue sancionada. Se vio la acción de pendencia discotequera en la repetición. Se desplegaban los blancos con nuevas órdenes, o con las mismas reafirmadas. Seguía el Barcelona bien apostado en su baluarte.
El Madrid en el acecho incrementaba un peligro relativo que controlaba casi en su meta. No se puede decir que eso sea controlar exactamente, pero sí era la extraña sensación de un dominio inane por parte de los de Ancelotti, que sumaban córners como ocasiones fallidas. Era como un espectáculo de Tabernas, en Almería. Disparos, cabalgadas, caídas. Otra vez Vinicius se perdía en el bosque que se formaba de repente, casi de la nada.
Todos los caminos del Madrid llevaban a Ter Stegen, el fluorescente de un bar en verano que sonaba al atrapar las moscas que lanzaban unos blancos que parecían jugar en el merendero de El Jarama, con la delantera sentada al final de la barra mirando la puerta, el resol, esperando ávida a los clientes que no llegaban. La defensa del Barcelona era Masada y el ataque del Madrid Sánchez Ferlosio.
Aquello del remate
El Barcelona con las bajas se había puesto getafense y estaba consiguiendo su propósito. No había manera para el Madrid, así que Ancelotti sacó a Álvaro Rodríguez por aquello del remate que por fin encontró (y probó) Rodrygo desde lejos, no entre los tres palos: una puntería concreta y desesperante que no tuvieron los locales en todo el partido. Así acabó el combate donde el Barcelona entró a empatar y salió ganándolo casi, o directamente, desde su casa de troncos levantada en el bosque.
Ficha técnica:
Barcelona 1: Ter Stegen; Balde, Alonso, Koundé, Araújo; Kessie (Sergi Roberto, m. 85), Busquets, De Jong; Gavi, Ferran, Raphinha (Ansu Fati, m. 68).
Goles: 0-1 (Militao, m. 25 P.P.)