Busquets, el futbolista al que el independentismo nunca perdonó no ponerse de su lado

El 1 de octubre de 2017, mientras se producía el referéndum independentista e ilegal en Cataluña, el Barcelona tenía –a las 16:15 horas– un partido de Liga ante Las Palmas. Ante la presión de la Generalitat, Josep María Bartomeu, entonces presidente del Barça, accedió a que el encuentro se jugara sin público en una medida sin precedentes.

Pero la Generalitat y el Barça quería más. Buscaban que el encuentro ni se disputara para mostrar al mundo lo que estaba ocurriendo en esa jornada en Cataluña. En el vestuario había tensión y dos bandos. Uno lo lideraba especialmente Piqué, que había ido a votar en esas urnas de mentira y pedía no jugar tal y como pedía el independentismo.

El otro lo comandó Sergio Busquets, el futbolista que ha puesto punto y final a su etapa en el Barcelona. En aquél momento de gran tensión este jugador pidió jugar y anteponer por encima de todo lo deportivo. Eso le conllevó muchas críticas del sector independentista, que veían en Sergio una persona a la que no podían domar, que iba de forma libre y que además tenía un gran poder mediático y futbolístico.

Busquets, leyenda del fútbol español, nunca ha hablado de política. «Al final todos somos personas y pensamos de una manera u otra, pero aquí venimos a jugar y yo solo me dedico al fútbol, a jugar y a opinar de fútbol», dijo en la época más 'caliente' en Cataluña. El independentismo nunca le perdonó que no se mojara.

Ninguna simpatía por el secesionismo

A diferencia de otros futbolistas catalanes que se abrazaron al discurso independentista, Busquets nunca lo hizo. Jamás dijo nada por un bando y otro, aunque los que le conocen en el ámbito privado siempre han hablado de una persona que no tiene ninguna simpatía por el movimiento secesionista, todo lo contrario.

La lógica neutralidad de Busquets, que ha sido capitán y figura más destacada tanto en la selección como en el Barcelona, sacaba de quicio a los aficionados más radicales del Barça, que durante una época le criticaron más por asuntos políticos que deportivos. Cada vez que lo hacía mal Sergio, los hinchas independentistas azulgranas aprovechaban para recordar que jamás les defendió, que siempre ha sido la imagen de la selección española y otras actuaciones más.

Por ejemplo, en 2014 Busquets participó en uno de esos amistosos sin valor que Cataluña jugaba en fechas navideñas. Antes del partido, con los jugadores ya situados en el campo, los organizadores hicieron que los futbolistas cogieran una pancarta en la que se pedía la oficialidad de la selección catalana: «Una nació, una selecció».

Busquets, que ya había sido campeón del mundo y Europa con España, no agarró esa pancarta. La imagen fue muy notoria y no gustó nada en la Generalitat. Estaba al lado de Piqué, que la agarró con las dos manos para que se viera bien, y de Jordi Alba. También estaba Xavi. A Busquets no se le vio muy contento de estar justo en ese momento y no quiso ser partícipe de ese lema.

De la zona menos independentista

Sergio Busquets –que desde que debutó con el Barça en 2008 dejó claro que él se llamaba Sergio y no Sergi– es de Badia del Vallés, una localidad de reciente creación (no llega ni a los 60 años) que se llenó de trabajadores del resto de España que fueron a Cataluña a trabajar. Es además uno de los principales puntos donde el independentismo apenas tiene penetración: en las últimas elecciones catalanes solo tuvieron un 14% de votos.

Badia es un municipio cuyo mapa (plano) es un calco de la península ibérica y los nombres de sus calles están ordenados por los nombres geográficos españoles: al norte del pueblo está la Avenida del Cantábrico, de la que sale de norte a sur la de la Vía de la Plata, la de Zaragoza, al sur está la Avenida del Mediterráneo y así sucesivamente.

Con el adiós de Busquets se va el último de los que estuvieron con Guardiola en la época más gloriosa del Barça y un futbolista respetado en toda España, no así por el sector más radical del independentismo, que nunca le llegó a perdonar que no se echara en sus brazos como otros tantos culés.