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Simeone se mostró muy caliente recriminando al árbitro en la derrota de su equipoAFP

La ´guerra´ de banderas y el triángulo de Valverde en la victoria del Athletic en Madrid

El Atlético Madrid, ante una oportunidad única de título y de seguir agrandando un palmarés que le haga justicia a la era Simeone; el Athletic Club, en lo que podríamos denominar 'su competición', de nuevo a las puertas de una final; y ambos, en general, a tres partidos de un título. Así se presentaba la ida de las semifinales de Copa del Rey en el Estadio Metropolitano. Y el ambiente no decepcionó.

En la protocolaria puesta en escena a ritmo de AC/DC, con los recién llegados Arthur Vermeeren y Gabriel Paulista recibiendo una acalorada bienvenida de la grada, mientras Simeone se llevó la mayor ovación de la gente, la pancarta con el lema: «Y a tu lado moriré» terminó de iluminar el ambiente y de preparar a todos los protagonistas para uno de los partidos más esperados del año.

Raúl García, en su regreso al feudo rojiblanco, se llevó un sonoro aplauso, mientras que los hinchas del Athletic Club decidieron empezar el encuentro coreando el nombre de Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad que fue asesinado por radicales atléticos hace ya 25 años.

El tono político del partido lo marcó el contraste de banderas, pues mientras el Metropolitano estaba repleto de los colores rojo y amarillo, con banderas españolas por doquier y cantos de «Viva España», la afición del Athletic respondió hondeando la bandera del País Vasco.

Las fantásticas combinaciones atléticas a un toque, generalmente por el lado izquierdo -y eso que faltaba Mario Hermoso-, girando la presión rival, terminaron de encender a la afición atlética. El partido era colchonero, el inicio era inmejorable y estaban sometiendo al rival. Y entonces marcó el Athletic. Fútbol, dinámica de lo impensado.

Los jugadores del Athletic celebran el gol en el MetropolitanoAFP

En el segundo error consecutivo de Reinildo, un penalti tras una casi pérdida en el área, Berenguer, pitada atronadora de la afición local mediante, adelantó a los suyos desde los once metros.

Le costó al conjunto local sobreponerse a ese inesperado golpe, pasando unos minutos en el limbo, pero empezaron a entonarse merced a la clarividencia de Griezmann en cada intervención y a la profundidad de Samuel Lino por fuera. Cabe resaltar aquí el formidable trabajo de la pareja de centrales del Athletic, Vivian y Paredes, marcando la altura de la línea, acudiendo en coberturas y ganando duelos. Una acción del propio Vivian, ayudando a su compañero Lekue, llevó, no ya a Ernesto Valverde, sino a todo el banquillo del Athletic a levantarse y celebrar esa acción como si de un gol se tratase.

Tras un primer tiempo muy bien competido por ambos equipos, la afición visitante se hizo notar cuando el árbitro pitó el descanso coreando el nombre de su equipo, celebrando la momentánea victoria.

El triángulo de Valverde

Metiendo a Hermoso en el descanso, Simeone se aseguró una mejor salida de balón y eso, sumado al cansancio del Athletic, podía desequilibrar la balanza. Así que, apenas comenzado el segundo tiempo, Ernesto Valverde decidió mover el banquillo e ingresar en el césped a Asier Villalibre y Unai Gómez.

Pero lo curioso de este movimiento fue la insistencia del entrenador del Athletic en el banquillo, dibujando insistentemente un triángulo con las manos, desesperándose para que sus jugadores le hicieran caso. ¿Qué quería decir?

El Athletic sin balón se estaba comportando de la siguiente manera: la primera línea de presión, formada por Sancet y Guruzeta, se emparejaba con los tres centrales atléticos y les orientaba hacia fuera. Una vez hecho eso, el extremo de ese lado saltaba sobre central para igualar en número y tapar el avance. Pero con la entrada de Hermoso, más el cansancio de esa comentada primera línea, estaba dejando de tener eficacia.

Así que el triángulo que tanto se encargó de recalcar Valverde consistía en que, ya de primeras, extremos saltaran sobre centrales y el triángulo del mediocampo (Galarreta-Prados-Unai) se quedara un poquito más atrás, conteniendo al equipo y buscando evitar que el Atlético progresara por dentro.

Fue un partido muy peleado en el feudo madrileñoAFP

Funcionó la medida y es que el Atlético se activó más por empujes ocasionales que por un juego continuado. Y eso impactó en la grada, sorprendentemente callada y que solo se encendía en jugadas puntuales para pitar al árbitro, Alejandro Hernández Hernández, que especialmente se llevó un sonoro abucheo cuando amonestó a Simeone, después de que el entrenador argentino recriminara una tarjeta amarilla.

También tuvo su momento de encendimiento el banquillo visitante pidiendo la expulsión de Rodrigo De Paul -ya estaba con amarilla- en un claro manotazo del argentino a un jugador del Athletic, pero el VAR decidió no intervenir.

Pudo empatarlo perfectamente el Atlético, que las tuvo de todos los colores, pero el Athletic salió vencedor del Metropolitano. Y es que no es la primera vez en esta Copa que un componente esotérico es lo que parece estar salvando a los de Valverde, como diciéndoles que la gloria ya les toca y que el sufrimiento no es eterno.

El silencio y rápido abandono de gradas de la afición local contrastó con la alegría desbordada de la visitante, cantando el mítico Txoria Txori, que se siente ya con un pie en La Cartuja. Bilbao terminará de dictar sentencia.