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Eduardo de Rivas
Eduardo de RivasSegundo anfiteatro

Simplemente, el Madrid

Lo del Madrid ante el Bayern fue una más en la larga lista de cosas que nunca creerías que podrían pasar y pasaron

Madrid Actualizada 02:57

Aficionados del Real Madrid en el Santiago Bernabéu

El Bernabéu fue, una vez más, clave en la remontada del Real Madrid ante el BayernEFE

Podría escribir una epopeya, hablar de épica, de historia, de lo inenarrable… lo del Madrid ante el Bayern fue una más en la larga lista de cosas que nunca creerías que podrían pasar y pasaron. Como con el Chelsea. Como con el Liverpool. Como con el City. Como con el City una vez más. No hay explicación. Es, simplemente, el Madrid.

El héroe no importa. Pasa de número en número y suele ser el menos inesperado. Esta vez fue Joselu como lo fue Karembeu en aquella mágica séptima Copa de Europa o como Chicharito en aquellos cuartos con el Atleti. Nadie los espera ni les pide autógrafos, no son favoritos a balones de oro ni milongas varias, no centran la atención de los focos, pero allí están. Simplemente aparecen. Eso es, simplemente, el Madrid.

El estadio tiene parte de culpa. Tiene algo. Llámenlo magia, historia o acongoje en los rivales. Ya sea abierto, cerrado o en obras provoca en ellos algo indescriptible. No es que noventa minuti en el Bernabéu sean molto longo, es que bastan dos para volver completamente loca a la inteligencia artificial, que Guardiola se eche las manos a la cabeza y que Tuchel se dé por vencido. No se puede con ellos. Son, simplemente, el Madrid.

El Madrid es eso. Es, fue y será. No es buen momento para ser antimadridista, aunque nunca es buen momento para ser anti nada. Sí es lo para disfrutar, para dejar volar la ilusión de un niño de diez años que apuntaba en su agenda del cole la fecha de la final nada más terminar el partido, porque para él no hay ni habrá cosa más importante que el momento en el que se enfunde la blanca para ponerse delante de la tele y enterarse de si será Lunin o Courtois el que ocupe la portería.

Es ese brillo en los ojos azules de un niño que acude a su primer clásico y ve cómo Bellingham finiquita la Liga cuando el árbitro está a punto de pitar. Y las lágrimas en un jubilado que lleva décadas de Bernabéu a sus espaldas y se sigue emocionando con una remontada como la del Bayern. Porque hay sitios que se vacían cuando el rival se pone por delante, pero en la Castellana es ahí cuando se cree de verdad. Será el espíritu de Juanito, de Di Stéfano, de Gento, de Amancio o de don Santiago Bernabéu, pero no había uno solo en el estadio que no pensara en la remontada cuando Davies envió el balón a la red. Y llegó. Porque esa capacidad de lucha es, simplemente, el Madrid. Hasta el final.

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