Leon Marchand, con la medalla de oro

Leon Marchand, con la medalla de oroGTRES

Juegos Olímpicos

Tras las huellas de Tarzán en París, el nadador estrella de los JJ.OO. de 1924

Johnny Weissmuller fue hace un siglo en la capital francesa el León Marchand de la cita olímpica. Recorremos sus pasos el día que el nuevo héroe de la piscina aspira a ampliar medallero

Aunque se le relacionada con el taparrabos y las lianas en las frondosas selvas africanas, acompañado de su inseparable Chita y de los alaridos más rentables de Hollywood, Weissmuller entró en la historia por primavera en París, convertido en la gran estrella de los Juegos de 1924. Podría decirse que hace un siglo fue el carismático Léon Marchand, este nuevo héroe nacional del equipo francés y una de las estrellas indiscutibles de estos juegos.

El joven nadador acumula medallas y fans y rivaliza en éxito en las redes sociales con el nadador italiano Thomas Ceccon, «belleza oficiosa» de Paris2024. Tras su apabullante éxito de días anteriores, Léon compite hoy en busca de su cuarto oro. En cualquier prueba en curso, sea cual sea el deporte o la instalación, los aficionados franceses están pendientes de su nuevo héroe y celebran sus victorias con gritos y movimientos de banderas y mascotas. En el flamante complejo de natación, quienes las contemplan en vivo, exclaman con entusiasmo «¡Léon! ¡Léon!» y la letra de la Marsellesa se corea con más fuerza que nunca cuando se celebran sus oros.

«¿Qué va a hacer el resto de su vida este chico? Con lo joven que es», se pregunta con cierto temor una señora de cierta edad al ver la cara de Léon ocupar la portada de la revista Paris Match de esta semana. También, por cierto, protagoniza las contraportadas de los diarios de hoy, en las que Omega felicita a su exitososo embajador. ¿Qué va a ser de él? Qui lo sá? ¿Qué sabe nadie?

Los designios del Señor son inescrutables incluso para los dioses del agua, como demuestra la historia de Johnny Weissmuller, primera superestrella de la natación. En 1924 ganó cuatro medallas en un París seducido por este coloso de 1,90, el primero en bajar del minuto en los 100 m y que nada a crol con la cabeza fuera del agua. Durante su carrera deportiva, Weissmuller estableció 28 récords mundiales, uno de los cuales tardó en batirse 17 años. Aunque tuvo menos medallas que Mark Spitz y Michael Phelps (entonces se competían en menos modalidades, por tanto, menos posibilidades de triunfos), dado el margen de superioridad que tenía sobre sus rivales, algunos expertos lo consideran todavía el mejor nadador de todos los tiempos.

Un siglo después, su presencia se hace sentir especialmente en aquel que fue su reino acuático, las piscinas Tourelles el complejo olímpico construido para los Juegos de 1924 y una de las pocas instalaciones supervivientes de esas olimpiadas. Aunque no hay competiciones allí en marco de Paris2024, ha estado dos años cerrada para las reformas, luce un aspecto flamante y algunos atletas olímpicos utilizan sus aguas para sus entrenamientos. Situada en el distrito 20, es todo un referente en la natación de la ciudad y volverá a serlo y tiene por vecinos a los servicios de inteligencia franceses, la célebre DGSE, razón por la cual al equivalente francés del CNI se le conoce aquí como «la piscine».

Johnny Weissmuller

Johnny Weissmuller

El mejor nadador de todos los tiempos volvería en varias ocasiones a la ciudad que le vio triunfar, y cuyos pasos este verano recuerdan algunas de las numerosas exposiciones que acoge París con motivo de la celebración de las Olimpiadas. Es la llamada Olimpiada Cultural. También se ha publicado una nueva biografía del héroe de final trágico, que recuerda los números avatares de su vida. Nacido como János Peter Weissmuller en 1904 en Freidorf, un distrito de la actual Timisoara (Rumania), en el seno de una familia de suabos de Banato, Johnny se convirtió en apátrida durante el desmantelamiento del Imperio austrohúngaro. De toda la familia Weissmuller que emigró a Estados Unidos, sólo su hermano menor, nacido en Pensilvania, tenía la ciudadanía estadounidense, por lo que el futuro Tarzán se hizo pasar por él para poder competir en París hace un siglo.

Además de las piscinas Tourelles, rebautizadas hace unos años con el nombre del nadador Georges Vallerey, hay un lugar en París estrechamente vinculado al gran nadador. Se trata de la Piscina Molitor, un lugar histórico pues fue allí donde se presentó al mundo ese escándalo llamado Bikini en julio de 1946. La piscina tiene una historia fabulosa con todo tipo de altibajos, un poco como la del propio Tarzán, y desde hace unos años sirve al mismo tiempo como hotel y como club deportivo, uno de los más chic de Paris. Situada cerca del Parque de los Príncipes, del Stade de France y de Roland Garrros, es en estas Olimpiadas un punto neurálgico tanto para hospedarse como para tomar una copa en unas de las azoteas con las mejores vistas de Paris. Gente chic y la posibilidad de contemplar las pistas de Roland Garros por un lado y la silueta de la Torre Eiffel por el otro. Un auténtico must veraniego donde la afable Bénédicte Quoniam se afana por buscar mesa a quienes acuden sin reserva. «Sí, somos uno de los sitios del verano», comenta a El Debate. No cabe duda

Y en el verano de 1930 la piscina Molitor contrató nada menos que a Johnny Weissmuller como «socorrista de lujo» para promocionar sus flamantes instalaciones. El nadador se había retirado de la competición invicto, se profesionalizó en 1929 y en 1932 ficho por la MGM y se convirtió para siempre en Tarzán. Antes de fichar por Hollywood, se paseó por piscinas glamurosas de diferentes países, incluida también la del transatlántico francés Normandie, considerado tan lujoso como el Titanic.

La famosa piscina Molitor

La famosa piscina Molitor

Weissmuller fue uno de los primeros deportistas del mundo en lucir palmito de forma remunerada para una marca de ropa. Cuerpazo, fotogénico, accesible, nadador de leyenda, triunfador en París, tenía todas las papeletas para ser el reclamo perfecto de la piscina con vocación de convertirse en el rien ne va plus de ese París desenfadado y desenfrenado de los años 20: la Piscine Molitor. Uno de los bañadores negros lucido por la estrella en esta curiosa actividad profesional luce enmarcado una de las pareces del club Molitor, y, a decir, verdad pasa algo desapercibido.

El club sigue teniendo un chic especial, su membresía es muy solicitada y en su elegante vestuario se bromea hoy con el aluvión de solicitudes que puede tener la natación en París gracias al tirón indiscutible de le Monstre, como llaman aquí a Léon. Aunque no sea precisamente para nadar en el Sena, como pretende una Anne Hidalgo que hoy ha tenido que emitir un comunicado «en nombre de París y en mi nombre personal de apoyo inquebrantable a Thomas Jolly (director artístico de la ceremonia inaugural) frente a las amenazas y acosos de los que es víctima».

Sigue trayendo cola la polémica y muy discutida apertura de los juegos mientras los clientes de la muy chic terraza del Molitor se cuestionan muchas cosas. ¿Por qué no se limitaron a que Celine Dion cantará desde la Torre Eiffel?, comenta una parisina tan chic con su atuendo veraniego como llena de sentido común a juzgar por las caras de asentimientos de quienes comparten su mesa.

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