Tania Zeng, durante los Juegos Olímpicos de París 2024AFP

El extraordinario ejemplo de 'Tía Tania', la debutante olímpica de más edad

El tenis de mesa puso ayer punto final a su celebración en París 2024, unas olimpiadas en las que un deporte minoritario ha vivido una inusual popularidad, gracias, en buena medida, a la brillante participación de los hermanos franceses Lebrun. Los nuevos héroes locales, con cierto aspecto de empollones de los años 70, con sus gafas de pasta y su corte de pelo cepillo, han conquistado una de las escasas medallas olímpicas en la historia de Francia en la disciplina y de paso el corazón de sus compatriotas.

Las lágrimas del jovencísimo Alexis Lebrun tras ser eliminado pasarán a la historia de estos juegos como las de Alcaraz de ayer en Roland Garros. Son apenas niños y el mundo cree que son dioses. Y los dioses también lloran, como vivimos ayer con un especialmente emocionado Novak Djokovic en la legendaria pista Philippe Chatrier.

Contemplando las finales de tenis de mesa a la misma hora en la que el serbio hacía historia, se encontraba ayer una deportista que hace décadas abandonó la niñez y que nunca será una diosa. Zhiying Zeng, conocida como Tania Zeng o Tía Tania, siguió entusiasmada la competición desde el abarrotado graderío del Paris Sur Arena, en el que se impusieron con holgura los atletas chinos acaparando medallas.

Zeng dejó la niñez hace décadas y también su país natal, China, donde con apenas 3 años comenzó a practicar el ping-pong, deporte del que su madre era entrenadora y que goza de gran popularidad en Asia, aunque viera la luz en la Inglaterra victoriana. Nacida en 1966 en el centro de China, creció en una casa ubicada en una villa especial para los entrenadores deportivos, una circunstancia común durante la guerra fría tanto en la URSS como en China.

Con ese caldo de cultivo, se convirtió con tan solo 12 años en profesional y diez años más tarde le llegó una propuesta desde Chile para trabajar como entrenadora, enviada por parte de otro entrenador chino que trabajaba con la selección del país andino.

Su vida en Chile

«Me escribió y me dijo que Chile era tranquilo, que tenía playa y mar, un paisaje muy lindo y gente amable», rememora con su español con acento chino y recordando que no fue una decisión fácil, sin saber ni una palabra del idioma de un país situado tan lejos del suyo, dejando a sus padres a miles de kilómetros con cierta preocupación. Al choque cultural se unió el aspecto desértico de esa parte del país, junto a la frontera con Perú, que en poco se parecía a la idílica descripción de su compatriota. En Arica, en cuyo club enseñaba a niños con gestos y risas y empezó poco a poco a aprender español. Al poco conoció a un quien es hoy su marido, un chileno, padre de sus dos hijos, que hoy tienen 33 y 24 años.

Zeng abandonó el tenis de mesa para criar a sus retoños y encargarse de las tareas del hogar y cuando éstos crecieron fundó una empresa de importaciones de muebles chinos que hizo que se olvidara completamente del tenis de mesa. «Y yo pensé que sería para siempre». Pero no.

Tania Zeng, en una imagen de archivoAFP

Como la de tantos otros, su vida cambió con la pandemia de la covid y los confinamientos. «Todas las empresas estaban cerradas, la gente no podía salir y yo no tenía nada que hacer. Había una mesa de tenis en mi casa que no usábamos. La miré, la desempolvé y pensé: voy a probar». Y de igual manera que aprendió español fue recuperando su extraordinaria destreza como palista. Lo que había aprendido de su madre, para su sorpresa, seguía ahí. En 2021 empezó a competir con extraordinario éxito. Su modesto y pequeño club de Iquique se alzó con la liga nacional, en Chile se convirtió en un fenómeno apodado Tía Tania y esta confianza le hizo cambiar de mentalidad. «Ahora volveré a mi juventud y entrenaré en el alto rendimiento. Voy a jugar lo mejor que pueda» se dijo. En 2023 dejó su trabajo y fue a por todas, apoyada por su familia.

Si Billy Elliot se olvidaba de la fuerza de gravedad cuando bailaba, Tía Tania se olvida de su edad con una pala de ping-pong en la mano. «Cuando llego a la cancha me olvido de mí, de mi edad o de cualquier dolor que tenga». Cuando se clasificó para París le vino especialmente el recuerdo de su madre, de los años en que la entrenaba en China cuando niña, y quien lamentablemente no alcanzó a verla convertida en olímpica, pues falleció en 1997. «Pero siento que me está ayudando en este camino. La siento conmigo, siempre». Quien sí ha disfrutado de su hazaña desde China ha sido su padre, que ya nonagenario ha dado saltos de alegría frente a la televisión.

Aunque Zeng cayó en primera ronda, nunca una derrota ha sabido tanto a una victoria, nunca un atleta con tan modesta participación ha cosechado tantos elogios. «Vine aquí a darlo todo y a disfrutar», señala a El Debate. No hay más que echar un vistazo a su cuenta de IG para ver que ha cumplido todos sus objetivos, siempre con una sonrisa y con una ilusión que no marchita, aunque en París haya apagado 58 velas. Se mojó en el barco durante la ceremonia inaugural, compitió y lo peleó, ha apoyado a atletas chilenos en distintas sedes, ha vivido en la villa Olímpica, en la que se hizo sendas fotos con dos de sus héroes, Alcaraz y Nadal, se ha paseado por París y ha dado innumerables entrevistas a periodistas de todo el mundo, sorprendida por un protagonismo que cree no merecer pero con valores infinitamente más edificantes que los de Emily in Paris.

Tía Tania, en una imagen de archivoEFE

«Me siento cien por cien chilena», declara. Su plato preferido es la pantruca y de cuando en cuando utiliza chilenismos como ‘cachai’ o ‘webón’. Su actitud es envidiablemente universal y sin edad, como la de El Principito. «En un momento creí que mi edad podía ser un impedimento. Pero en mi interior, yo siempre me digo: ‘no, no pienses en tu edad’. Si he llegado hasta aquí, tengo que luchar como todos los demás. Porque yo soy de las que cree que si tienes un sueño siempre lo puedes lograr. No sé si hay una receta para el éxito. Pero pienso que es muy importante confiar en ti mismo, sin miedo, con valentía e ir hacia adelante. Da lo mismo tu edad o cualquier otra cosa. Hay que pelear y luchar hasta el final».

El colofón de esta historia tan conmovedora es que estos días, Tía Tania se ha reencontrado con algunas deportistas con las que compartió entrenamientos cuando niña o contra las compitió en tenis de mesa de adolescente en China. Algunas han acudido a París con el equipo de la República Popular, otras, como ella, son parte de esa diáspora que ha formado aquí una de las familias olímpicas más entrañables que uno puede imaginar. Tío Vania en la Calle 42. Tía Tania en París 2024. ¿Para cuándo una serie de Netflix o una película?