Ahora hay que aguantarlos cuatro años…
Messi es campeón del mundo, por fin. Se acabaron las comparaciones con Maradona
El fútbol es maravilloso. Único. No hay nada tan excitante, ilógico, arrebatador, imprevisible, incierto. No, no hay nada comparable. Lo de esta final ha sido el summum, la última locura. Última porque habrá más. Es la única certeza.
A menudo nos desespera, querríamos cambiarlo todo, hasta la pelota. Mayormente, los españoles. Pero de pronto, cuando nadie lo espera, emerge el fútbol desatado. Esta vez, tras un monólogo argentino de 80 minutos, un penalti lo alborotó todo. En noventa y tantos segundos la cosa empató. La prórroga. 3-2, 3-3, el último remate de Francia fue un mano a mano que salvó el mágico Martínez. El último de Argentina, un cabezazo franco de Lautaro. Ya no quedaba tila en el mundo. Y faltaban los penaltis.
Lo mollar, ya lo saben. Messi es campeón del mundo, por fin. Se acabaron las comparaciones con Maradona. En realidad, en el corazón de muchos paisanos, la cosa estaba clara y sigue: Messi es el mejor; Diego, el más grande.
Mbappé entregó el título tras un triplete. Un monstruo. Scaloni es el entrenador del mundo. Llegar en silencio, con bajo perfil, no es problema para que quienes saben se abran paso. Su elección de jugadores, dirección de partidos, influencia en el juego han sido colosales.
Argentina fue un merecido campeón y Francia salvó media cara con su rush final. Hasta entonces, una lágrima. Jugó bien el tercer cuarto, el que va del minuto 75 al 120. No le alcanzó por poco. Y me seguí acordando de Benzema: con él hubiera sido imposible que su equipo jugara tan mal tanto tiempo. Si no aparece Mbappé hubiese sido Karim el MVP de los suyos. Ganó Argentina y lo dicho: Ahora hay que aguantarlos cuatro años. Felicidades.