Qatar 2022, el Mundial con poco fútbol y mucha audiencia en el que un país ganó hasta a la FIFA
Sin público en las gradas, con un bajo nivel futbolístico, con vetos a acciones sociales y sin entusiasmo: el Mundial en estas fechas acabó siendo peor de lo esperado
Es muy posible que la imagen que mejor represente al Mundial de Qatar se produjera una vez que ya habían terminado los 64 partidos. El emir del país, Tamim bin Hamad Al Thani, se acercó a Leo Messi para darle la el trofeo como campeón del mundo y le puso una capa negra con la que el argentino tenía que protagonizar la imagen más esperada.
Ese gesto, nunca antes visto en un Mundial, define a la perfección como Qatar compró el torneo, como hizo lo que quiso y como acabó imponiendo todas sus normas. La primera fue, a un día del final, prohibir la venta de cerveza y la última ha sido colocar esa capa con la que Qatar demuestra que podía hacer lo que quería y tenía un poder ilimitado sin que tuviera un contrapeso.
La FIFA se plegó a todas las condiciones que el país organizador iba poniendo aunque eso le conllevara pérdidas millonarias con anunciantes. Ya se recupera con todo lo que se ha ganado en otros asuntos. Por ejemplo, el organismo presidido por Gianni Infantino prohibió el brazalete One Love –con el que varios países denunciaban distintos tipos de discriminación– para no molestar a Qatar.
Más allá de como el primer país árabe en organizar el Mundial ha ido ganando todas las batallas mediáticas y organizativas, el torneo ha dejado sombras de corrupción, arbitrajes a menudo discutidos y sobre todo un nivel más bajo del esperado. No será el Mundial que más se recordará en el plano futbolístico. Eso sí, también regaló la mejor final que se recuerda en un gran torneo.
Un nivel más bajo
Qatar 2022 se presentó con el principal aliciente de que se disputaba a mitad de temporada, en los meses de noviembre y diciembre, toda una revolución en el fútbol. Jamás se había visto un Mundial en fechas no veraniegas y se esperaba que el nivel futbolístico fuera mejor toda vez que los jugadores llegaban en su mejor momento. No solo no estaban cansados (como en junio) sino que llevaban semanas con sus clubes preparándose para la cita.
No ha sido así. Ha habido buenos partidos, la final fue espectacular, pero el nivel general fue más bajo que cualquier otro Mundial. Sorpresas no hubo muchas –más allá de la eliminación de Alemania en la primera ronda, de España cayendo en octavos...– y hubo una gran diferencia entre las selecciones clásicas, las de siempre, y las que estaban llamadas a amenazar ese status quo en el fútbol mundial.
Que el torneo se haya celebrado a mitad de temporada y a final de año tampoco ha sido un éxito a nivel de 'enganchar' a los aficionados. Sí ha habido buenos datos de audiencia en España, consecuencia también de que muchos de los encuentros (los principales) se hayan emitido gratis y en abierto, y en otros países como Francia o Argentina, entendible por su éxito. Falta por saber la audiencia global, que dará la FIFA en próximas fechas.
Pero el Mundial no ha movilizado a grandes aficionados. Esto no ha sido una cosa exclusiva de España. A excepción de algunos países concretos que han tenido grandes éxitos (Argentina o Marruecos) en el resto se ha vivido de forma más insulsa el torneo. La fecha acabó siendo más un hándicap que un atractivo.
Sin entusiasmo local
Recordando que además Qatar firmó el peor torneo de un anfitrión –estuvo 12 años preparándose y su participación fue paupérrima– otro de los grandes fracasos fue la poca afluencia a los estadios a pesar de que al estar todos los estadios muy cerca (fue más bien un Mundial al estilo Juegos Olímpicos, con prácticamente todo en una ciudad). A los qataríes no les entusiasmó el fútbol e incluso fue famosa la comparación con las carreras de camello: estaban llenas a la vez que había encuentros de la primera fase de la competición.
Ha sido así el Mundial con menos aforo global de la historia pese a que la FIFA se ha ido encargando de ocultar una realidad palpable en cada retransmisión. Las butacas vacías se han visto en cada encuentro y ni con puertas abiertas en los descansos y 'regando' de entradas a youtubers e influencers han podido llenar estadios. Para que en la estadística no figurara el fracaso, la FIFA se inventó nuevos aforos ya empezado el torneo: algunos campos pasaron de 40.000 a 44.000 y el de Lusail, el más grande y en el que se jugó la final, de 80.000 a 88.000.
Quede como resumen de todo como el emir, en el momento más esperado, puso una capa para que Messi levantara la copa con algo característico de Qatar. Es como si fuera todo un chiste, una simulación, como si el momento más importante de la carrera de un futbolista irrepetible fuera un mercadillo. Fue la mejor representación del inicio y final del Mundial de Qatar.