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Jim Courier con su trofeo de Roland Garros en 1992

Jim Courier con su trofeo de Roland Garros, en 1992USTA

Tenis

Treinta años del número uno de Courier: la sombra, luego el vencedor y otra vez la sombra de Agassi

Miembro de la Academia de Nick Bolletieri, como su compañero y rival, Jim creció oscurecido por el de Las Vegas

En la tercera ronda de Roland Garros de 1989 el azar decidió que se enfrentaran los dos jóvenes talentos estadounidenses de la Academia de Nick Bolletieri, Agassi y Courier. El primero tenía un pendiente en la oreja y llevaba el pelo largo y teñido y tenía un talento tan natural como construido a fuerza de la obsesión de un padre por ver convertido a su hijo en una estrella del tenis.

Bolletieri era el mentor de aquellos chicos dejados allí por sus padres casi como los niños de 'El Señor de las Moscas'

El segundo tenía el aspecto del hijo de un granjero del medio Oeste, aunque era de Florida. Jim fue el favorito de Bolletieri, el mentor de todos aquellos chicos dejados allí por sus padres casi como los niños de El Señor de las Moscas, hasta la llegada de Andre, quien antes había golpeado millones de pelotas sobre la pista construida por las propias manos de su padre, lanzadas por la máquina infernal (en palabras del mismo Agassi) ideada por el mismo padre.

Nick Bolletieri en el US Open en 2006

Nick Bolletieri, en el US Open en 2006

Relegado en las preferencias de aquel «padre» tenístico, la profunda decepción se fue convirtiendo cada vez en mayor cantidad de combustible para responder a la «traición» que se consumó en aquellos treintaidosavos de final cuando vio a Nick sentarse en el box de Agassi y celebrar los puntos que su rival ganaba y él perdía.

Aquel día Courier ganó al elegido y ya no quiso saber más de su mentor que devolverle la afrenta por medio de aquel

Fue como una suerte de odio pasado por un alambique. Aquel día Courier ganó al elegido y ya no quiso saber más de Bolletieri que devolverle la afrenta por medio de aquel. Era la primera victoria de Jim sobre Andre en tres encuentros como profesionales. Luego Agassi le ganó en Miami y en cuartos de final de Roland Garros un año después. Fue al siguiente cuando ambos se volvieron a encontrar, esta vez en la final, sobre la arcilla de París.

Venganza consumada

Y ganó Courier. Era la tercera final de Grand Slam, las tres primeras de su vida, que perdía Agassi en un año. Tan sólo ocho meses después su ansioso rival se alzó con el número uno del mundo, un día como hoy. La venganza estaba consumada y parecía que instaurada. Pese a todo, Bolletieri, que solo se quedaba con los mejores, permaneció contra los hechos al lado de su pupilo, y solo un año después aquellos le dieron la razón al proclamarse Agassi, casi contra toda lógica, campeón en Wimbledon desde el fondo de la pista.

Agassi besa su trofeo de Wimbledon en 1992

Agassi besa su trofeo de Wimbledon, en 1992©RADIALPRESS

Pero aquello no arredró al tenaz y por entonces casi todopoderoso número uno, que acabó el año en cabeza y por entonces ya contaba con dos Roland Garros y un Open de Australia mientras su atávico rival subía y bajaba tratando de controlar su fama, su talento y sus emociones. Courier extendió su reinado tenístico hasta el 12 de septiembre de 1993, el año en que volvió a ganar en Australia y fue finalista en París y en Londres.

El ocaso, a los 23

Tenía 23 años y había conseguido probablemente mucho más de lo soñado. Una gran carrera de solo tres años (en los que también fue dos veces finalista del Masters), tras los que de modo sorprendente no volvió a ganar nunca más. Fue como si aquel combustible del odio se le hubiera agotado, apaciguándolo y debilitándolo. Los dos años siguientes su techo fueron las semis en Melbourne y París. Al año siguiente alcanzó esa ronda en Nueva York, y a partir de ahí el ocaso definitivo.

El prematuro crepúsculo de Courier frente al «tardío» amanecer de Agassi que, liberado de sus demonios, también de Bolletieri (que desde el primer día supo quién era el mejor), alcanzó el número uno y ganó todos los torneos importantes del mundo (los cuatro Grand Slams, el Masters, la Copa Davis y los Juegos Olímpicos) al menos una vez, lo que aún nadie ha conseguido en la historia del tenis.

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