Tenis
Novak Djokovic vuelve a reinar en Wimbledon y logra su 21º Grand Slam
El serbio gana en cuatro sets a Nick Kyrgios (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6) y alcanza así su séptimo título sobre el Grand Slam de la hierba
Novak Djokovic, campeón de Wimbledon. Otra vez. El serbio ha conquistado nuevamente el Grand Slam de la hierba y lo hace por séptima vez en su carrera, la cuarta consecutiva (si se cuenta que en 2020 no hubo torneo por la pandemia).
El serbio, que alcanza así los 21 Grand Slam -se queda a tan solo uno de Rafa Nadal ha derrotado en cuatro sets a Nick Kyrgios (4-6, 6-3, 6-4 y 7-6) en un encuentro de tres horas de duración y en el que Djokovic ha demostrado su superioridad sobre esta superficie.
Era el gran favorito, el cabeza de serie número 1 del torneo y no ha fallado. Djokovic ha dominado de principio a fin el torneo de Wimbledon y ha sabido superar situaciones muy complicadas, como el partido de semifinales ante Norrie o algunos encuentros en los que comenzó con el primer set perdido, como este ante Kyrgios de la final.
Con su séptimo Wimbledon, iguala el tenista serbio los registros de William Renshaw y Pete Sampras. Además, este supone el 27º partido consecutivo que Novak gana en Wimbledon, lo que le sirve para elevar su cuenta de Grand Slams a 21, a uno de Rafael Nadal y uno por encima de Roger Federer.
Kyrgios sorprende en el inicio
Sin una final de brillo, sin necesitar su mejor tenis en ninguna etapa del torneo, Djokovic, gran favorito hace catorce días, consolida su liderazgo en la superficie. Y eso que estuvo durante media hora por detrás, cuando el mejor Kyrgios de su carrera estuvo sobre el tapete de Wimbledon. Le valió para superar a Djokovic y ganar un set.
La incógnita era si podría mantener el nivel y, sobre todo, si Djokovic no elevaría el suyo. La respuesta era sencilla y no tardó en llegar. A Kyrgios se le borró el repertorio, dejó de hacer todo lo que hace bien, es decir, lo más inesperado, y entró en el juego de intercambios de Djokovic, en el que no tenía nada que ganar.
Perdió terreno, convirtió el encuentro en algo anodino y comenzó una batalla consigo mismo y con su banquillo. Empezaron los diálogos internos, los gritos a su palco y las miradas incómodas del príncipe Guillermo y su hijo George, espectadores de lujo del volcán a punto de explotar.
Djokovic, sin un nivel acorde a su tenis, neutralizó la sorpresa y salvó cuatro bolas de 'break' cuando sirvió para poner el 1-1 en el marcador. Hasta en siete finales de Grand Slam ha remontado un set en contra. Aquí buscó, y consiguió con éxito, la octava.
Comienza el show de Kyrgios
Cuando más igualado estaba el partido, más proclive era Kyrgios a comenzar el espectáculo. Le cayó la primera advertencia por maldecir al público al cometer una doble falta después de un grito de una aficionada entre el primer y el segundo servicio. «Es la que parece que se ha bebido 700 copas», le dijo al juez. Las conversaciones con su gente pasaron a ser también con el árbitro. Su locura se iba extendiendo poco a poco a cada vez más elementos de la pista, focalizando toda la atención y dejando a Djokovic en un segundo plano.
Él era el actor protagonista y absorbía todos los papeles de la película. Con 4-4 en el tercero, al australiano se le escapó un 40-0, levantado magistralmente por Djokovic. Pero ninguna cámara apuntaba al serbio; todas estaban con Kyrgios, enfrentado con su banquillo, al que felicitó tras una doble falta y un revés a la red con el que entregó el parcial. Como en el segundo set, cuando desperdició un 0-40, Kyrgios tiraba ahora un 40-0 que le costaba otro parcial y, de alguna forma, el partido.
El cuarto set, sin oportunidades con los servicios, se encaminó al 'tie break'. Una doble falta de Kyrgios, nada más empezar, allanó el camino de Djokovic, que puso el 2-0 con una volea sencilla, pero estrelló una derecha a media pista en la red que devolvió la vida al australiano.
Pero él solo se la quitó. Cuatro errores seguidos colocaron el 6-1 a favor de un Djokovic de perfil bajo, que aprovechó su tercer punto de partido y selló su séptimo título en Londres. Se agachó a la hierba y probó su sabor, ese que tan bien conoce ya.