Nadia en el país de las maravillas (I)
Justo en el ecuador de la XIV Legislatura hay algo en lo que la mayoría de los lectores coincidirán conmigo: casi todos los miembros de este gobierno social-comunista mantienen una relación bastante tortuosa con la verdad. Pero tendrán que reconocerme que ninguno de nosotros esperaba que en el bochornoso pódium de la mentira se hubiese encaramado quien otrora fuera guardiana del rigor presupuestario en Bruselas. Me estoy refiriendo a Nadia Calviño que, desde que cayó por el agujero del Gobierno, parece vivir en un mundo irreal y extraño, totalmente desconectado de la realidad que vivimos día a día los españoles. Es Nadia en el país de las maravillas.
Porque solo así es posible que alguien con su bagaje y experiencia en materia económica afirmara en marzo de 2020 que «el impacto económico (del coronavirus) sería coyuntural y transitorio» cuando todos los organismos internacionales ya alertaban del doble shock económico (de oferta y de demanda) que se nos venía encima. Por cierto, lo mismo que dice ahora que la inflación está disparada en el 6,7 % después de 10 meses de subida. O que la primera medida que adoptara, con la que estaba cayendo, fuera una ampliación de crédito por importe de 200 millones de euros para ayudar a un sector turístico que había perdido ya decenas de miles de millones de euros. El gráfico de lo que sucedió con nuestra economía en 2020, con una caída del 22 % en 4 meses, desautoriza por sí solo a la vicepresidenta primera.
Casi tan bochornosa como esta primera predicción (el impacto coyuntural y transitorio) fue la previsión del crecimiento económico para 2021, que la ministra de Asuntos Económicos defendió que sería del 9,8 %; lo que, después de haber caído un -10,8 % en 2020, supondría una rápida salida en V de la crisis y nos situaría a la cabeza de la recuperación europea.
Cuatro meses tardó la vicepresidenta en darse cuenta de que se le había ido la mano, y realizó una revisión a la baja desde el 9,8 % hasta el 6,5 %; y aunque sabemos que vamos a acabar con un crecimiento en torno al 5 %, ¡casi la mitad del estimado inicialmente por el Gobierno!, la vicepresidenta se ha enrocado y se niega a reconocerlo. Ni siquiera la última revisión al alza del tercer trimestre sostiene esta estimación del Gobierno, entonces ¿A qué se debe su tozudez? Posiblemente, a que tendría que reconocer que han vuelto a mentir, inflando las estimaciones incluidas en el cuadro macroeconómico que sirve de base para los Presupuestos Generales del Estado de 2022, como ya sucedió el año pasado.
Pero analicemos que hay detrás de ese pírrico rebote del 5 %; sí, pírrico comparado con la caída previa del -10,8 %. En primer lugar, está el fracaso de muchas de las medidas adoptadas por la vicepresidenta primera. Un fracaso que no se debe tanto al fondo de estas (son medidas necesarias) sino a la forma en la que se ejecutan: el exceso de burocracia y trabas para su solicitud ha condenado al fracaso las ayudas concedidas por el Fondo de Rescate de la SEPI (solo se han concedido a 10 empresas, por un volumen de solo el 14,4 % de los 10.000 millones de euros disponibles), la línea de financiación del ICO covid para inversión (solo se han concedido el 26,0 % de los 40.000 millones de euros disponibles), o las ayudas directas a autónomos y pymes (de las que se han quedado sin ejecutar un tercio de los 7.000 millones de euros disponibles).
En segundo lugar, está el fracaso en la ejecución de los fondos europeos, que no han generado el impulso adicional de crecimiento del 2,6 % que se nos anunció a bombo y platillo en la decena de veces que Sánchez nos presentó el Plan de Recuperación, con pianista de acompañamiento incluido. A 31 de octubre, las transferencias asociadas a los fondos europeos no llegaban a un tercio de lo presupuestado y solo una mínima parte de estos han llegado realmente a nuestro tejido productivo.
Según el informe recientemente publicado por la CEOE, a agosto de 2021 que, sorprendentemente, es la última vez que el Ministerio actualizó estos datos (¿dónde está la famosa transparencia?), solo 104 millones de euros habían llegado a las empresas y entidades que no son Sector Público, de los casi 5.000 millones que ya estaban comprometidos en esa fecha. Esto es menos del 2 %.
¿Dónde está entonces todo el dinero que hemos recibido de fondos europeos? Pues está en una cuenta en otra administración u organismo público pendiente de concretar el proyecto que encaje en el Mecanismo de Recuperación y Resiliencia, convocar el correspondiente concurso, resolverse, adjudicarse y comenzar a ejecutarse. Un proceso de meses.
El resultado de todo lo anterior no es solo que España se encuentra a la cola de la recuperación –que lo estamos–, ni que se haya ampliado la brecha de convergencia con la media europea y con Alemania –que se ha ampliado–. Lo grave es que entramos en 2022 con un ritmo de crecimiento menor del que cabría esperar, por lo que mientras Francia, Italia o Alemania han recuperado ya los niveles de PIB previos a la pandemia, nosotros no lo conseguiremos hasta 2023.
Crecer un 5 % después de caer un -10,8 % te sigue dejando a la mitad del pozo, y el crecimiento del 7 % previsto para 2022 solo existe en la mente del Gobierno: el Banco de España (5,4 %), la Comisión Europea (5,5 %), BBVA Research (5,5 %) o Funcas (5,7 %) no son tan optimistas. La realidad es que el cacareado «crecimiento robusto» de nuestra economía no nos sirve ni siquiera para situarnos en la casilla de salida en la que estábamos antes de la pandemia.
¿Y lo peor de todo? Que, a la luz de las declaraciones de ayer en las que la ministra decía que Madrid no puede quejarse del reparto de fondos porque es una comunidad que baja impuestos, es evidente que Nadia, a diferencia de Alicia, aún no se ha despertado de su sueño y sigue en un mundo irreal. Por eso, dejamos pendiente para otro artículo el coste económico y social de esta crisis, que es mucho (paro, déficit, deuda, inflación, desigualdad, pobreza…), porque los eslóganes de «salimos más fuertes» y «no dejamos a nadie atrás» son otras de las muchas mentiras de este gobierno desconectado de la realidad que los datos desmontan fácilmente.