¿Dónde está el bloque del Indopacífico?
China conoce el riesgo de la desconexión de su economía con la de Occidente
La Unión Europea (UE) ha catalogado institucionalmente a China como «socio competidor y rival». Esto significa que en unos ámbitos es visto como un país con el que se compite comercialmente y en otros se percibe como país conflictivo. Este competidor y rival que iba camino de adueñarse económicamente del mundo en alianza con Rusia, ha constatado que su poder comercial puede verse dañado por un apoyo explícito al gobierno de Moscú.
Pero China no solo es visto como competidor y rival por la UE y los EE.UU.; también por potencias asiáticas como la India que ha tomado un claro partido por Rusia en esta agitación súbita del tablero mundial que ha supuesto la invasión de Ucrania. Es importante analizar la reacción india y hacerlo en el marco de las negociaciones de la Asociación Económica Integral Regional o RCEP por sus siglas en inglés.
Desde su entrada en vigor el uno de enero de 2022, la RCEP se ha convertido en la segunda área comercial más importante del mundo, solo por detrás de la UE. Incluye a un tercio de la población mundial y produce la mitad de las manufacturas globales. El tratado comercial que da soporte a la RCEP incluye a diez los países ya agrupados en el marco del acuerdo de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental (ASEAN en acrónimo y en inglés); Birmania, Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam. A este grupo se unió China, Japón, Corea del Sur, Australia e Indonesia y lo hicieron a impulsos de nuestro socio «competidor y rival». La RCEP ha dado visibilidad internacional a un nuevo concepto geopolítico aún difuso; el Indopacífico. Prueba de lo difuminado del concepto es que para la UE es el área geográfica que va desde la costa oriental de África hasta los estados insulares del Océano Pacífico mientras que para los EE.UU. el Indopacífico va desde la costa occidental de la India hasta la costa pacífica del gigante norteamericano.
En mitad de las largas negociaciones que han echado a rodar la RCEP, India se bajó del club aunque el acuerdo final deja abierta la puerta para su entrada (también para la de la UE y los propios UE). Para entender las razones de la ahora pro rusa «nación» India es interesante oír a Emilio de Miguel. Este diplomático español y miembro de la influyente Casa Asia ofrece tres argumentos para explicar la negativa de India a sumarse a este tratado comercial. El primero es su temor a verse inundada por productos chinos baratos. El segundo es temer específicamente por la penetración del sector de servicios chino (principalmente telecomunicaciones, servicios financieros, logísticos y de distribución). El tercero es el miedo indio a la invasión comercial de productos agrícolas australianos y neozelandeses.
Es interesante ver la reacción India desde algunos ángulos. Por ejemplo, es sabido que los costes de producción en China han venido aumentando en los últimos años de manera acompasada a su desarrollo económico. Este encarecimiento de los costes de producción ha motivado la deslocalización de parte de sus empresas a otros países de la zona como Corea del Sur, Vietnam y Tailandia (estos últimos también beneficiados por la guerra comercial entre china y EE.UU.). Sin embargo, la reacción de India muestra que el aumento de los costes de producción chinos aún están por debajo de los que alcanza su propia industria.
La otra reacción india llamativa es su temor a ser invadida por el sector de servicios chino. Especialmente importante es el de las telecomunicaciones. Con la introducción del 5G y la generalización de los sistemas descentralizados de la mano de la tecnología de cadena de bloques o «blockchain», este es el sector que nos llevará del universo que ahora conocemos al «metaverso» del que tanto sabe el profesor Ismael Santiago. El «metaverso» aún suena tan extraño como en la década de los noventa del siglo pasado sonaba internet. Todo pasará por ese mundo virtual en un tiempo mediato y para eso se necesita dominio tecnológico.
India se aferra a las barreras proteccionistas tradicionales justo cuando China se ha descolgado de Rusia por tener claro que con restricciones internacionales a su comercio estaría condenando de nuevo a la escasez a una población que ya sabe contar billetes en apps.
Con todo, este gigante que está tras las siglas RCEP tiene mucho camino por recorrer. Visto desde el ombligo europeo sus países miembros son los destinatarios del 5,4 % de las exportaciones de la UE y de ellos compramos el 9 % del total de lo importado pero, eso sí, concentrándose en su industria partes determinantes de la cadena de valor de casi todo.
China conoce el riesgo de la desconexión de su economía con la de Occidente. Comenzó a saberlo con la guerra comercial iniciada por el presidente Trump, pero ahora también lo sabe por la voluntad europea de lograr la autosuficiencia tecnológica y sanitaria. Por esa razón, impulsa un espacio comercial alternativo hacia el que canalizar las exportaciones que podría dejar de enviar a EE.UU. y la UE.
Ahora bien, que nadie vea en el Indopacífico el bloque económico donde China aspira a recluirse. El tratado que sustenta la RCEP se ha firmado excluyendo la exigencia de cumplir estándares medioambientales y laborales inasumibles, por una parte, importante de los países signatarios. Esto otorga a China una posición de mayor poder en la revisión a la baja de estos estándares que supervisa la Organización Mundial del Comercio. Una posición que ya había acentuado al entrar en los órganos de gobierno de la Organización Internacional de Normalización (ISO).
- José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y académico de la Universidad Autónoma de Chile / @jmcansino