Perpetuas protestas contra los precios
Hay preocupación y descontento. Según quienes salgan a protestar, serán ciudadanos reivindicando legítimamente sus derechos o populistas gestionando el descontento popular
Sorprendentemente, ni la inflación desbocada ni la invasión de Ucrania parecen haber hecho mella en la previsión de crecimiento de la economía española. En enero de este año, el Fondo Monetario Internacional estimaba un crecimiento del 4,9 % de nuestro PIB para 2022. Ni la invasión de Ucrania ni los datos inflación interanual publicados en marzo y abril (9,8 y 8,4 %, respectivamente) han evitado que las previsiones económicas del gobierno remitidas a la Comisión Europea bajen del 4,3 % para el año en curso.
La primera conclusión que puede obtenerse es que se espanta el fantasma de la estanflación (coincidencia en el tiempo de estancamiento económico y fuerte subida de precios). Si a esto sumamos que los afiliados a la Seguridad Social superan los veinte millones de compatriotas, queda como principal problema macroeconómico el de la inflación. Para lograr doblar la curva de subida de precios hay que tener en cuenta que responde a dos causas muy diferentes y, por esa razón, requieren de medidas distintas.
Una parte de la subida general de los precios es importada; procede del precio de gas natural que España compra a otros países y que marca el precio de la electricidad. También depende del precio del petróleo que también importamos y que suele tener un comportamiento similar (acoplado) al del gas. A esta parte «importada» de la inflación hay que añadir el aumento del precio de las materias primas y el extraordinario incremento del coste de los fletes marítimos. Un indicador imperfecto para ayudarnos a saber hasta dónde subirían los precios si descontamos el precio de la energía es usar el dato de la inflación subyacente que, precisamente, excluye en su cálculo el comportamiento de estos precios y también el de los alimentos (muy condicionados por la subida del precio de los fertilizantes). Este dato nos dice que entre abril de 2021 y abril de este año la inflación se hubiese quedado en el 4,4 % de ignorar el impacto de la energía y los alimentos. Poco se puede hacer para frenar este componente de la inflación, ni siquiera duran en el tiempo atajos como los que tomó el gobierno de asumir 20 céntimos el coste del litro de combustible. Sólo mejoras en la eficiencia energética permiten reducir este componente de la subida de precios y estas mejoras no se logran de manera rápida.
Pero, descartado el estancamiento económico, la casi otra mitad de la subida de los precios se debe a la presión de la demanda y la receta fulminante contra esta dolencia es encarecer el acceso al crédito, esto es, subir los tipos de interés. El primer movimiento firme lo ha hecho la Reserva Federal (la FED) norteamericana. La FED había anunciado para 2022 seis rondas de subida del tipo de interés oficial del dinero a un ritmo del +0,25 % por ronda; ahora ha duplicado la medida. Estos cambios no se improvisan. Los bancos centrales saben –también la FED– que parte fundamental de la eficacia de sus medidas está en su credibilidad, es decir, que si anuncia que las subidas van a ser del +0,25 % no pueden acabar subiendo el doble.
Para España la mayoría de los expertos dan por descontada una subida de tipos de interés antes de verano. Trece de los veintidós gestores de fondos de inversión consultados por Cotizalia para construir el índice de sentimiento de mercado creen que los tipos subirán en la zona euro antes de verano. Esto es muy diferente a lo que manejaba el Banco Central Europeo (BCE) que estaba dispuesto a mantener los tipos a cero acongojado por la lentitud de la recuperación económica incluso antes de la invasión de Ucrania.
En España la presión de la demanda era fuerte a finales de 2021. El Banco de España mide esto a través de un indicador muy fiable basado en las operaciones de compras en terminales de punto de venta (TPV). Pronto se conocerá el dato para el primer trimestre de 2022, pero en los dos últimos trimestres del año pasado las compas en TPV aumentaron un 16,69 y un 24,74 %, respectivamente si bien hay que tener en cuenta que el último trimestre incluye las compras de Navidad. Esto significa que las familias españolas aún tenían ahorro «embalsado» del tiempo del confinamiento. Este ahorro seguía fluyendo a los TPV.
Sin embargo, el gasto de los hogares sufrió una contracción del 3,7 % entre enero y marzo si se compara con el cuarto trimestre de 2021; el dato es del Instituto Nacional de Estadística (INE). A pesar de esto, la reducción del gasto no fue en absoluto suficiente para evitar las fortísimas subidas de la inflación, de manera que no es bastante para disuadir al BCE de una decidida subida de tipos de interés. Esto hará muy difícil que los bancos estén dispuestos a dar préstamos a tipos de interés fijos. Operaciones habituales hasta hace un mes que permitían lograr préstamos a siete años al 1,3 % fijo, ahora son casi imposibles. En definitiva, la inflación provocada por la demanda es fuerte y los bancos centrales están dispuestos a embridarla como antes lo estuvieron a imprimir billetes para comprar deuda pública como antídoto contra la crisis.
Hay preocupación y descontento. Cuando la experiencia no se retiene, la infancia es perpetua. Según quienes salgan a protestar serán ciudadanos reivindicando legítimamente sus derechos o populistas gestionando el descontento popular. Ha escrito Manuel Díaz Castillo en Posmodernia que «Quien domine las pautas que organizan el lenguaje, quien cree tipos de lenguaje que sean aceptados sin condiciones, triunfará». Una gran verdad, pero esa es otra historia.
- José Manuel Cansino es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla y académico de la Universidad Autónoma de Chile