La «catástrofe alimenticia» que no debe preocuparnos de inmediato
En este libro se explican los espectaculares resultados que obtuvo el excelente agrónomo y catedrático Jaime Lamo de Espinosa al plantear por dónde debía caminar la estructura económica rural española
Precisamente, en la portada del The Economist de 21-27 de mayo de 2022, se exhibe, sobre un panorama de espigas de trigo, este titular: La catástrofe alimenticia que viene. Cuando un español lee todo lo que sobre ello aparece en la pág.13, en donde se anuncia tal catástrofe alimenticia, comprenderá que no es, ni de lejos, un agobio que nos debe preocupar, de inmediato. El motivo de este cambio se debe a que, por primera vez, vuelven a percibirse en España, las consecuencias de una colaboración entre el mundo intelectual especializado en agricultura y el poder público.
En ese sentido, recordemos que la primera vinculación seria de la agricultura y la macroeconomía fue la de Quesnay, aunque sus ideas solo tuvieron consecuencias a partir de 1752, al ser nombrado «primer médico ordinario» del Rey Luis XV, convirtiéndose en alguien que -como señaló Valentín Andrés Álvarez en su espléndida Introducción a Le Tableau Èconomique (Ediciones de la Revista de Trabajo)-, pasó a convertirse en «una fuerza irresistible, en aquel tiempo».
Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid 2022, 123 págs
La Transición agraria 1976-1982, 2ª Edición corregida y aumentada
De ahí que eso vuelve a ocurrir en el caso de España. El problema agrícola lo planteó, en primer lugar, Campomanes, sin consecuencias serias; a continuación, Jovellanos, al amparo de sus conocimientos en Economía, elaboró, en la Real Sociedad Económica Matritense, un Informe famoso que no generó ninguna alteración destacable, y las medidas desamortizadoras influidas por él fueron siempre un desastre. Cuando Flores de Lemus, nombrado asesor para el desarrollo de la Reforma Agraria de la II República, intentó que tuviese el complemento de una estructura crediticia adecuada, contempló que los dirigentes republicanos le daban la espalda, para colaborar con la línea crediticia Cambó-Alcalá Zamora y Azaña. Flores de Lemus reaccionó dimitiendo. Digamos lo mismo de las críticas de Manuel de Torres a la política agraria que siguió a la Guerra Civil. Tardó mucho en hacérsele caso, hasta que en 1954, lo logró.
Pero he aquí que, gracias a ser un excelente experto en cuestiones agronómicas, Jaime Lamo de Espinosa, como se muestra en este libro, planteó por dónde debía caminar la estructura económica rural española. Como excelente agrónomo y altísimo Catedrático de Economía, observó que, a partir de la Transición económica inaugurada, de 1957, pasa a ocupar puestos políticos importantes, como ratificó, ya en la Transición, en junio de 1979, en el Congreso de los Diputados, al proponer y definir «una política de cambio para la agricultura», cuestión que, más tarde, pasó a desarrollar con plenitud, ocupando la cartera de Ministro de Agricultura, y percibir que España, a partir de 1957 y las medidas de apertura de Ullastres, exigía un planteamiento global ante lo rural, presidido por la FAO. Y logra ser dirigente clave de esta famosa Institución mundial, que incluso le llevaría a tener contactos con San Juan Pablo II en la reunión de la FAO en Roma, en 1979.
Esos puestos clave le permitieron desarrollar, de manera efectiva, un conjunto de medidas con resultados verdaderamente espectaculares. Lo vemos recogido así en las págs. 102-120, en este libro –en el apartado de Agricultura, alimentación y medio rural durante el reinado de Juan Carlos I–, donde, concretamente, se señala (pág. 122) que nuestra balanza comercial agraria, que era sistemáticamente deficitaria «comenzó a variar en 1981, cuando se llevó a cabo una importante operación de exportación de trigo (más de 1.000.000 de toneladas) y de harinas a la URSS, lo que elevó la tasa de cobertura de la balanza comercial a cifras cercanas al equilibrio (96 %). A partir de entonces, la evolución de esa ratio ha ido caminando hasta cifras positivas y de gran valor. Es un paradigma de lo extraordinarios que han sido los cambios en España durante el reinado de Juan Carlos I, dato que convendría que tuviesen en cuenta ciertos políticos que dan la impresión de ser, más que críticos, ignorantes, porque España «es hoy el primer exportador mundial de vino, en volumen, con un 23 % del mercado mundial; el primer productor de aceite de oliva; el tercer productor de carne de porcino; y el sexto exportador mundial agroalimentario», a lo que acompaña «el fuerte crecimiento del PIB en estas cuatro décadas, junto a la urbanización paralela, a la desruralización, a la notable capacidad frigorífica de los hogares, cambios de formato realizados por la industria agroalimentaria».
Se comprende que, por ejemplo, el problema médico de Las Hurdes, a causa de la deficiente alimentación, ya no interesa a ningún heredero científico de Marañón.
Por eso, este libro es fundamental para plantear, actualmente, este problema de España.
- Juan Velarde Fuertes es catedrático emérito de Economía Aplicada de la Universidad Complutense