Un año y medio de riesgo populista de Sánchez
El presidente del Gobierno puede dejar a la economía española en una situación mucho más complicada para el medio plazo que la de 1996 y 2011
Cuando Sánchez sufrió la derrota contundente en Andalucía, empezó a darse cuenta de que está consumiendo sus últimos meses en la presidencia del Gobierno, ya que su derrota es lo más probable con independencia de cuándo convoque. En su realidad paralela, quizás siga pensando que puede ganar, pero en los momentos en los que no se encierre en su propia falsedad creada -difícil salir de ella para quien acostumbra, como él, a retorcer la verdad a su antojo- ha de ver que se hunde, entre la inflación, los tics autoritarios de su mandato –bien sean los estados de alarma inconstitucionales, bien sea el decreto de restricciones energéticas impuesto, carente de toda base técnica–, el intervencionismo en todas las instituciones –CIS, INE, Indra, por poner unos ejemplos– y el querer vivir permanentemente en una situación en la que culpar de su equivocada gestión a la pandemia, la guerra, el terremoto, los incendios, la sequía o el cambio climático, elemento este último que lo mismo le vale para un roto que para un descosido, dicho sea coloquialmente.
Cuando Sánchez sufrió la derrota contundente en Andalucía, empezó a darse cuenta de que está consumiendo sus últimos meses en la presidencia del Gobierno
Así, y no habiendo habido un presidente -ni un político, en general- con más apego al cargo y con más deseo de permanecer en él, Sánchez parece que puede hacer lo que sea con tal de tratar de seguir. De esa manera, con el horizonte repleto de elecciones, Sánchez puede hacer mucho más daño a la economía que el mal que ya le ha infligido desde que gobierna, pues siendo como es él, que antepone sus intereses personales a los intereses generales de España (y también a los de su propio partido, o, mejor dicho, a los del PSOE, porque Sánchez lo ha radicalizado hasta el punto de que no se puede reconocer al PSOE de los años ochenta y noventa del siglo pasado, por ejemplo, en el seno del sanchismo, sin idealizar tampoco a aquel PSOE, que también tuvo lo suyo, aunque la comparación con el partido de Sánchez lo haga ahora bueno) y hará lo que sea necesario para mantenerse en el poder.
Sánchez no tiene límite y es capaz de incrementar el gasto, el déficit y la deuda
Eso quiere decir que si hasta ahora ha incrementado el gasto de manera importante, a buen seguro que tratará de aumentarlo más con la esperanza de poder recuperar o, al menos, mantener el voto de los ciudadanos, cosa que, a mi juicio, es imposible haga lo que haga, pero seguro que lo intentará. Sánchez no tiene límite y es capaz de incrementar el gasto, el déficit y la deuda. De hecho, lo está haciendo ya, porque la recaudación está aumentando por el efecto inflacionista, él se niega a deflactarla para ayudar a las familias y, sin embargo, no se reduce el déficit de manera clara.
Por eso, todo parece indicar que en el año y medio que queda va a acelerar el gasto, a hacer populismo electoral con él y a dañar más todavía a la economía española. Sólo cabe la esperanza de que el BCE exija reducir la deuda a cambio de aplicar la herramienta que ha anunciado para mitigar el efecto en las primas de riesgo de los países más endeudados, como España, toda vez que parece que la Comisión Europea no va a hacer que retorne en 2023 el cumplimiento de las reglas fiscales del pacto de estabilidad y crecimiento.
Todo parece indicar que en el año y medio que queda Sánchez va a acelerar el gasto, a hacer populismo electoral con él y a dañar más todavía a la economía española
Eso complicaría mucho más la ya difícil situación económica que vivimos -y que en otoño puede empeorar-, trazando un horizonte en el que Sánchez puede dejar a la economía española en una situación mucho más complicada para el medio plazo que la de 1996 y 2011, que ya fueron pésimas. Es uno de los grandes riesgos que tiene la economía española: el del populismo de Sánchez.
- José María Rotellar es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria