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Diego Barceló

La UGT, a contracorriente de la historia y de la realidad

Es muy preocupante que la UGT tenga ideas económicas tan obsoletas

Actualizada 04:00

El ludismo fue un movimiento de artesanos ingleses que, ya en torno a 1815, destruía telares y máquinas de hilar para evitar la destrucción de puestos de trabajo. Es evidente que la tecnología avanzó hasta lo inimaginable y, sin embargo, hoy hay en el mundo más trabajadores que nunca antes. Si la tecnología destruyera empleo, países como Japón y Singapur deberían tener las tasas de paro más altas del mundo. Pero tienen tasas de paro del 2,6 % y 2 %, respectivamente: están en pleno empleo.

Como si desconociera esa historia, la UGT aprovecha el incipiente avance de la robotización en España para denunciar una supuesta «tendencia imparable» que está «reduciendo el empleo y bajando los salarios». Para revertir esa tendencia, la UGT propone lo mismo de siempre: más impuestos, más gasto público y aumentar drásticamente los costes laborales.

Concretamente, la UGT sugiere reducir la jornada laboral a 32 horas semanales manteniendo intactos los salarios. Al mismo tiempo, propone un impuesto a los robots, que sea proporcional al aumento de la productividad o al empleo que reemplacen. Finalmente, un plan masivo de recualificación de trabajadores y una nueva renta mínima para quienes no puedan adaptarse a la nueva realidad.

En conjunto, son propuestas fuertemente empobrecedoras. Si se reduce la jornada laboral de 40 a 32 horas, pero se mantienen los salarios sin cambios, los costes laborales se dispararían un 25 %. Eso reduciría la rentabilidad de los nuevos proyectos de inversión y daría un duro golpe a la competitividad de las empresas españolas: serían las condiciones opuestas a las necesarias para la creación de empleo, pues caerían la inversión y las exportaciones.

En ese escenario, en mayor o menor medida según el sector, las empresas podrían intentar compensar esa pérdida de competitividad mediante la automatización de tareas. Pero las propuestas de la UGT lo impedirían, al pretender imponer un nuevo impuesto a los robots, que sería proporcional a la pérdida de productividad que se quisiera compensar. Así, las propuestas de la UGT llevarían a las empresas a un callejón sin salida.

El problema, que debería ser evidente para la UGT, es que sin empresas no hay puestos de trabajo (recordemos que el 83 % de los ocupados trabaja en el sector privado). Y si flaquea la creación de empleo privado, no hay posibilidad de financiar ningún plan de capacitación ni ningún otro: sin empleo no hay salarios y, sin salarios, no se recaudan ni cotizaciones sociales, ni IRPF, ni IVA.

Las propuestas de la UGT desconocen la realidad empresarial de España: un 99 % de las empresas no financieras tiene menos de 50 ocupados. El drama de España es que el tamaño medio de las empresas es más pequeño que en los países de nuestro entorno y eso se soluciona con más inversión y más empleo, no desalentando el acceso a la tecnología.

Es muy preocupante que la UGT tenga ideas económicas tan obsoletas. Es preocupante porque de malas ideas solo pueden surgir propuestas equivocadas, como en este caso. No solo equivocadas: también son contrarias a los objetivos que la propia UGT dice perseguir.

La paradójica realidad es que la UGT es una de los responsables del alto desempleo estructural que sufre España. Por ejemplo, porque viene apoyando la exagerada subida del salario mínimo (y pide subirlo aún más), aunque el de España ya es el más caro de Europa, cuando se compara con la remuneración media. También, porque promueve altos impuestos (que desalientan la inversión) y un mayor gasto público (que reduce la eficiencia general de la economía).

  • Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)
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