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La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, sonríe aunque haya  tormenta.

La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, sonríe aunque haya tormentaLu Tolstova

La semana económica  Lo que nos espera en 2023

El año finaliza con la esperanza de que se cumpla lo previsto por el Banco de España: que la economía empiece a recuperarse en primavera

Los efectos de la pandemia, de la invasión de Ucrania y una política económica española más inclinada al control que a la libertad de los agentes económicos propician que aún nos falte un largo camino por recorrer para volver a la normalidad económica. El Banco de España espera que empecemos a ver la luz en primavera (finales de marzo), pero habrá que ver si se confirma su previsión.

Mientras llega ese momento, la inflación seguirá siendo alta, algo que es bueno para el Gobierno porque recauda más y su deuda vale menos, y malo para los ciudadanos. Seguiremos viendo cómo, entre otras cosas, siguen subiendo los precios de los alimentos. El Ejecutivo de Sánchez tiene la oportunidad esta semana de intentar que esa subida sea menor reduciendo el IVA de productos como el pescado.

Los precios siguen altos, y sobre todo lo sufren las familias de menor renta, porque todo el mundo sabe que la inflación es el impuesto de los pobres. Su consumo se restringe, y el de las rentas altas también. El Banco de España constataba recientemente que el consumo en nuestro país sigue estando cinco puntos por debajo de su nivel prepandemia.

La confianza para invertir está bajo mínimos. Se nota en el consumo, en un ahorro que no se mueve entre quienes lo tienen, que son las rentas más altas, y en unos indicadores adelantados de inversión empresarial que están cayendo en picado. Como bien decía recientemente en nuestro podcast El Debate de la Economía el catedrático Mikel Buesa, «si las expectativas de la mayor parte del público van a peor, la economía también irá peor».

Precisamente este hecho es el que parecen estar queriendo combatir desde hace tiempo la ministra Nadia Calviño y el presidente Pedro Sánchez, pero los hechos son los que son: nuestra economía sigue en la cola de Europa de la recuperación del PIB prepandemia y entre otros datos el Banco de España decía en su reciente informe de proyecciones que, al menos durante los tres próximos años, no bajaremos del 12 % de paro, el doble de la media de una eurozona en donde el desempleo está en mínimos históricos. A ello hay que añadir un déficit estructural del Estado en torno a los 50.000 millones de euros a pesar de que nuestros ingresos han crecido en más de 90.000 millones en los cuatro últimos años y un incremento del montante total de la deuda que no para de crecer. La subida de los tipos de interés implicará además que tendremos que pagar más intereses por la deuda, un gasto mayor que podría implicar tener que restar a las pensiones y a otras actuaciones sociales. Frente a este desequilibrio en las cuentas, el Gobierno no habla nunca de reducir un gasto público superfluo que el Instituto de Estudios Económicos cifra en 60.000 millones.

El panorama no es precisamente alentador, pero hay quien tiene esperanzas todavía en cuestiones como los fondos europeos. La ministra Nadia Calviño aseguró que su gran impacto se desarrollará entre los años 2023-2025. Ojalá sea así y supongan un impulso para la economía española, aunque la impresión es que cada vez menos empresas creen en ellos.

Lo que sin duda cabe esperar es una continuación en el incremento del gasto público a partir de enero. Las elecciones están a la vuelta de la esquina, y la compra de votos se buscará con fondos europeos o de otra procedencia. Habrá que ver cuál es el resultado de esta inversión desmedida en un momento en el que la economía se estanca, y quién será capaz de darle la vuelta. Solo una economía más abierta, con menos trabas y menos impuestos, será un mejor caldo de cultivo para que la confianza mejore y los españoles estén dispuestos a sacar lo mejor de ellos para poner al país en una posición de mayor prosperidad.

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