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Los datos económicos están desinflando los discursos triunfalistas de Sánchez, Calviño y Yolanda Díaz.

Los datos económicos están haciendo perder aire a los discursos triunfalistas de Sánchez, Calviño y Yolanda Díaz.Lu Tolstova

La semana económica

El optimismo del Gobierno se desinfla

Las pésimas cifras de paro, el análisis de la CEOE sobre el crecimiento económico en 2022 y las malas perspectivas globales restan credibilidad al discurso triunfalista del Ejecutivo de Sánchez

Los datos de paro del cuarto trimestre han sido especialmente malos. La Encuesta de Población Activa (EPA) en este periodo era habitualmente negativa, pero en esta ocasión ha sido peor: ha roto la dinámica de los cuartos trimestres de los cuatro últimos años, en los que se había creado empleo respecto al trimestre anterior. En esta ocasión el número de ocupados ha disminuido en 81.900. Además ha descendido el empleo a tiempo completo en 241.500 personas mientras el trabajo a tiempo parcial se ha incrementado en 159.600, se han perdido 111.200 autónomos en el último año, las horas trabajadas están por debajo de las que había antes de la pandemia (nos faltan por recuperar más de 9.000 horas semanales, algo más de 468.000 horas anuales de trabajo), se está produciendo un reparto del empleo (en el año se ha recuperado el número de ocupados pero no han aumentado las horas de trabajo) y el paro ha subido en 43.800 personas en este trimestre. La EPA vuelve a situarnos por encima de los tres millones de parados (3.024.000). El dato de este trimestre es especialmente preocupante si tenemos en cuenta que en el cuarto trimestre de 2021 el paro disminuyó en más de 300.000 personas. Como indican desde Unión Sindical Obrera (USO), hay que remontarse a 2017 para encontrar un trimestre en el que se incrementase el desempleo. El número de hogares con todos sus miembros activos en paro aumenta en este trimestre en 70.100, hasta los 1.047.500.

Por lo que se refiere el crecimiento económico del 5,5 % en 2022 anunciado el viernes, fue llamativo el análisis de la CEOE. La patronal de los empresarios indicó que ese crecimiento está muy condicionado por un efecto carry-over o residual. Sin ese efecto de arrastre, consideran que el crecimiento del año habría cerrado en un 2,6 %. La CEOE ha incidido en que el incremento interanual de la economía se ha frenado significativamente, hasta el 2,7 %, frente al 4,8 % del tercer trimestre.

Los empresarios observan una «notable contracción» de la demanda interna en el cuarto trimestre, tanto en el consumo privado como en la inversión. Refleja «el deterioro de las expectativas de empresas y familias ante el endurecimiento de las condiciones de financiación, la alta inflación y las perspectivas de desaceleración de la economía en los próximos trimestres».

La CEOE recuerda que los riesgos de cara a 2023 siguen siendo importantes. Advierte de que el impacto de la subida de los tipos de interés, la inflación y la situación de las finanzas públicas pueden lastrar la actividad y el empleo en 2023.

Los datos no son buenos, y los expertos consultados por El Debate señalan que no hay indicadores que hagan pensar en una posible recuperación para este año. José María Rotellar ve en España un escenario similar al de diciembre de 2007-principios de 2008, cuando empezaron a torcerse los primeros datos de empleo. Zapatero aguantó algo más, y 2009 fue un año de mucha destrucción de empleo.

El horizonte no es bueno para la economía española, y menos aún en un contexto de posible recesión en Estados Unidos, una economía de la eurozona que se mueve en sus previsiones más bajas y una economía china que ha alcanzado su menor crecimiento desde el año 1976. Nuestro país se ha empobrecido con una renta per cápita que lleva muchos años sin crecer, una inflación que está mermando el poder adquisitivo y una losa de la deuda que va a pasarnos factura en el futuro. Las reformas estructurales se hacen más urgentes que nunca para que nuestro país pueda progresar, y por otro lado los expertos dicen que la deuda solo se supera cuando hay superávit primario (cuando los ingresos del Gobierno son mayores que sus gastos antes de haber pagado los intereses de la deuda). Para lograrlo, entre otras cosas, hay que contener el gasto, y el actual Gobierno no parece muy dispuesto a hacerlo.

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