Comienza la prohibición de comprar gasóleo a Rusia. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?

El 80 % del combustible que se usa en España es gasóleo. El 44 % de las importaciones que Europa hace de gasóleo es de Rusia. Desde el 5 de febrero estará vetada la compra en la Unión Europea de este combustible al país presidido por Putin. ¿Cuáles pueden ser las consecuencias?

Lo que ocurra con el gasóleo es importante: la mayoría de los coches funciona con diésel, la maquinaria agrícola usa este combustible… El gasóleo ruso es el más barato y el que está más disponible, pero a partir del 5 de febrero no se va a poder comprar.

La primera consecuencia será que los precios seguirán subiendo. Así lo ve Nacho Rabadán, presidente de la Confederación Española de Empresarios de Estaciones de Servicio (CEEES). Las estaciones de servicio tendrán que comprarlo más caro y deberán mantener precios altos para subsistir.

Rabadán estima que la subida se notará especialmente a partir de las siete semanas posteriores al embargo decretado para el 5 de febrero; es decir, a final de marzo o principios de abril. Hasta entonces, España y Europa estarán viviendo de las reservas que tengan de gasóleo ruso almacenado, algo que no deja de parecerle dudoso éticamente hablando: a partir del 5 de febrero nada, pero hasta que llegue esa fecha, se está comprando masivamente. Los almacenamientos están llenos de diésel ruso.

A partir de ahí, Europa y España tendrán que buscar fuentes de suministro alternativas, y no hay muchas. «Estados Unidos ha enviado mucho diésel el año pasado, hasta que la secretaria de Estado dijo que allí se estaban quedando sin él y debía cuidarse el mercado interior. Luego está China, que compra con descuento a Rusia, lo transforma en sus refinerías y puede venderlo a Europa; India es otra opción; se está construyendo una refinería en Kuwait, otra en México… No hay mucho más. En Europa la capacidad de refino ha caído un 20 % desde el año 2009. En su momento preferimos externalizarlo, comprarlo a Rusia como si nunca fuera a haber problemas allí y nosotros no ensuciarnos con el petróleo», señala Rabadán. La alternativa será más cara, subirán los precios y, si se escoge China, es como si siguiéramos comprando a Rusia, pues adquieren allí su materia prima.

La subida no será inminente. Depende de la cotización internacional del gasóleo, y el ascenso no es repentino, pero echando la vista atrás, se ve que ha aumentado considerablemente. En el último año el precio del gasóleo se ha incrementado en 27 céntimos, «lo cual es una barbaridad», dice Rabadán. A partir de ahora la mayor o menor subida del precio dependerá de factores como si hace más frío y se usa más la calefacción en Europa, se confirma que no llega la temida recesión y aumenta la demanda o China la incrementa porque se acaba la política de covid cero y con ello el fin del racionamiento de combustible.

Las estaciones de servicio tendrán que adaptarse a este nuevo reto, después de que en enero hayan acogido como una «magnífica noticia» el fin de la bonificación del combustible: «Por fin dejamos de tener tensión en la tesorería. No teníamos liquidez. Debíamos poner una media de 35.000 euros todos los meses. Teníamos que acudir a financiación externa e incurrir en gastos administrativos para tramitar el papeleo que nos pedían la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) y la Agencia Tributaria», sostiene Rabadán. Para los propietarios de estaciones de servicio, que el 70 % son pymes, era como ponerles a los pies de los caballos.

Los precios seguirán siendo altos. Si el Gobierno quiere que bajen, Rabadán le recomienda que siga el ejemplo de Polonia y Portugal bajando el impuesto de hidrocarburos. «Portugal lo ha reducido por debajo de lo que indica la legislación comunitaria con el permiso del Consejo de Europa y de modo transitorio. Aquí ni siquiera ha habido un amago de hacerlo».