Ribera monta un lío entre Iberdrola y Repsol mientras recupera su discurso más verde para colocarse en Bruselas
El llamado ecopostureo no solo va a salpicar a la vicepresidenta tercera del Gobierno y Ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, sino a todo el Gobierno
No es normal que dos grandes empresas se tiren los trastos a la cabeza aunque, si lo pensamos bien, ya casi nada de lo que ocurre es normal. El llamado ecopostureo, que empezó con Iberdrola y Repsol, no solo va a salpicar a la vicepresidenta tercera del Gobierno y Ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, sino a todo el Gobierno. Al tiempo.
Se abre el telón esta semana y aparece un foro energético de esos con empresarios que no se muerden la lengua. Todos apañados con buenos trajes. Y de repente va Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, y dice dirigiéndose a Teresa Ribera que no estaba presente: «Ministra, ¿quiere que cerremos la refinerías que dan en España 28.000 empleos?». La pregunta no era retórica. Ni siquiera estaba bien formulada quizá por el cabreo. Pero se la hizo porque la vicepresidenta tercera lleva ya una temporada larga apostando por la electrificación de la economía y no tiene empacho en decir que los hidrocarburos son el gran enemigo a erradicar de nuestras vidas.
Y claro ¿para qué quieres más? Las petroleras como Repsol llevan ya un tiempo intentando convertirse en empresas multienergía y la competencia, como Iberdrola, apoyan a la vice en esta apuesta que tanto les beneficia. Pero no se confundan, estos no son juegos florales de empresarios de lujo que han tenido un mal despertar. La semana pasada Iberdrola presentó una demanda judicial contra Repsol por competencia desleal al publicitarse en los medios con una apuesta por la transición ecológica. La empresa presidida por José Ignacio Sánchez Galán –hoy Ignacio Galán– acusa a Repsol directamente de ecopostureo o greenwashing. Pero la cosa no quedó ahí. Si éramos pocos, Teresa Ribera se lanzó a las redes sociales –¡ay Teresa tu quoque!– para celebrar de que por fin el ecopostureo fuera llevado ante los jueces: «llega a los tribunales el hartazgo por el greenwashing». Y se quedó en su paz. O eso cree.
Hace un par de meses , Ribera acusó a Imaz de negacionismo y retardismo
La verdad es que los problemas de Ribera con Repsol no son nuevos. Hace un par de meses acusó a Imaz de negacionismo (por negar el cambio climático) y retardismo (poner pegas a la transición ecológica). E Imaz, que ha sido cocinero antes que fraile, además de hablar de la «cerrazón ideológica» de la ministra, mandó un recadito al Gobierno vía PNV y Ribera no tuvo más remedio que bajar el suflé. Pero ahora estamos en una nueva fase. Como la vice va a ser cabeza de lista en las elecciones europeas ha recuperado su discurso más verde y ecológico, que es de lo que prefieren hablar más que de Carles Puigdemont y sus amigos.
Por su parte Imaz, en el mismo foro, subió un peldaño la presión y dijo que a su compañía «no le va a distraer una demanda judicial de una empresa -se refería a Iberdrola, claro está- que no está acostumbrada competir en un mercado abierto, sino a moverse en entornos regulados que dependen del Boletín Oficial del Estado». Otro que se quedó en su paz. Y tras aludir al BOE se vino arriba y apuntó directamente a la ministra: «Yo le preguntaría a la ministra si queremos industria. Nosotros la queremos (…). Ministra, ¿quiere que cerremos las refinerías? Dan en España 28.000 empleos directos, indirectos e inducidos. ¿Eso es lo que queremos para nuestros jóvenes? ¿O queremos una industria fuerte en España?» Y terminó diciendo que defenderían «con uñas y dientes» la reducción de emisiones de sus refinerías.
Lo de las «uñas y dientes» debió sonar tan fuerte que ese mismo jueves respondió la vice tres, nada menos que desde Ponferrada, para templar gaitas. Nunca mejor dicho. Pero como Ribera es Ribera, tuvo una de cal y otra de arena. Por un lado dijo que este Gobierno «por supuesto que apuesta por la industria y por la reindustrialización de España ». Faltaría más. Aplaudió que Cepsa y Repsol apuesten por cambiar «de forma muy importante» su modelo de negocio y sean «unas compañías de servicios energéticos diversificados» y apoyó el proceso de descarbonización de la industria. Y que Repsol «tiene capacidades de sobra para hacerlo». Pero… pero… también dijo que no quería entrar «en valoraciones personales», dejó claro que la intención del Gobierno no es la de cerrar las refinerías, ya que se sigue teniendo un modelo de movilidad «muy dependiente de los combustibles fósiles», al menos en el medio plazo, aunque estimó que será necesario ir avanzando en la «modernización» de los procesos industriales. Pues nada: modernización. Y también aludió a Imaz de manera directa: «Así que yo creo que ha sido, sobre todo, una pregunta retórica en un momento que, probablemente, expresaba enfado, pero no creo que tenga la menor duda al respecto». Jeje. Pues alguna duda debe tener cuando salió como en el desembarco de Normandía.
La propia Ribera aprovechó un congreso eólico en Bilbao para decir que era «absolutamente neutra» en la batalla jurídica entre Repsol e Iberdrola
Pero como la cosa se estaba poniendo chunga, que dicen los castizos, y también porque hay elecciones en País Vasco, la propia Ribera aprovechó un congreso eólico en Bilbao para decir que era «absolutamente neutra» en la batalla jurídica entre Repsol e Iberdrola y animó a José Jon a seguir por el camino de la transformación de su compañía. Y, además de la ministra neutra, otro tanto hizo el sedicente ministro de Industria y Turismo Jordi Hereu, durante una visita muy oportuna a la refinería de Petronor (filial de Repsol) en Bilbao, al decir que no quiere un «exceso de debates poco constructivos». Todos replegando velas incluida Iberdrola.
Porque efectivamente, la empresa de Ignacio Galán se ha dado cuenta de esas guerras ecológicas no le llevan a ningún sitio y ha cambiado de tercio. Primero porque estas peleas sobre demostrar quién es más verde que el otro están llenas de trampas y mediciones interesadas. Y segundo porque, en un momento en el que la inversión internacional se ha desplomado en España, querían vender en sus terminales amigas los 11.000 millones que van a dar a sus accionistas hasta 2026. Seguro que eso gusta más que sus peleas en los tribunales.