Sin Presupuestos, el Gobierno debe irse
Sánchez tiene la obligación de tratar de sacar adelante las cuentas y, si no lo logra, marcharse
El presente año, 2024, España está sin Presupuestos Generales del Estado (PGE), debido a que, tras el rechazo que hubo de los presupuestos autonómicos de Cataluña por los socios de Díaz, que provocó el adelanto electoral en la región catalana –elecciones celebradas hace tres meses y medio–, el Gobierno de Sánchez decidió no presentar presupuestos generales del Estado para 2024, manteniendo la prórroga presupuestaria que opera en estos momentos.
Y, ahora, según su portavoz, va a presentar proyecto de PGE, cuando todo parece indicar que no cuenta con la mayoría suficiente para sacarlos adelante, es decir, hay una elevada probabilidad de que dichos presupuestos le sean devueltos al Gobierno. De hecho, quiere presentar unos presupuestos cuando la senda de estabilidad ha sido rechazada por el Congreso, aunque haya logrado cambiar por la puerta de atrás la capacidad del Senado de paralizar dicha senda.
Quiere presentar unos Presupuestos en los que pueda encajar un techo de gasto desorbitado
Es decir, quiere presentar unos presupuestos en los que quiere encajar un techo de gasto no financiero desorbitado, con una senda antigua, de manera que tendrá que incrementar la previsión de ingresos, para lo cual, a buen seguro, tratará de llevar a cabo una subida de impuestos. Son unos presupuestos que nacen muertos de inicio, de un cumplimiento irreal, de un grave riesgo de inestabilidad presupuestaria, que, además, tienen pocas posibilidades de salir adelante, salvo que Sánchez mercadee, una vez más, para lograr los apoyos de su coalición Frankenstein ampliada, pero ya le va quedando poco que vender. Si el Gobierno desistió de intentarlo este año, fue reflejo significativo de su debilidad parlamentaria, de su incapacidad para poder gestionar adecuadamente la economía, pues no tiene fuerza para sacar adelante unos presupuestos, ni aun cediendo en todo lo que le pidan, como viene haciendo desde que volvió a ser investido presidente del Gobierno.
Y si no hay presupuestos, el Gobierno debe irse, es decir, debe dimitir o convocar elecciones. Es lo que debió de hacer cuando tuvo que renunciar a que hubiese PGE en 2024, y es lo que debería hacer ahora si su proyecto de PGE es devuelto al Ejecutivo.
Insistir en seguir gobernando con una nueva prórroga presupuestaria es una absoluta irresponsabilidad, pues las cuentas públicas constituyen la ley más importante de cada año
Insistir en seguir gobernando con una nueva prórroga presupuestaria es una absoluta irresponsabilidad, pues las cuentas públicas constituyen la ley más importante de cada año, ya que recoge las actuaciones de política económica del Gobierno. Adicionalmente, en un contexto en el que vuelven a operar las reglas fiscales, se hace imprescindible que se elaboren unos presupuestos que permitan alcanzar la estabilidad presupuestaria. La ausencia de los mismos introduce inestabilidad económica, inseguridad jurídica y deja a la cuarta economía del euro a la deriva, perdiendo oportunidades, es decir, perjudicando a la actividad económica y empleo. Una cosa es que el presupuesto deba ser de gasto limitado, que reduzca la deuda y baje impuestos, y otra cosa es se gobierne con prórrogas, pues esto es una situación excepcional que no puede ser aplicada de manera ordinaria y habitual.
En la facultad nos enseñaban en la primera asignatura que teníamos de Economía Pública que la devolución de unos presupuestos conllevaba la dimisión del Gobierno, al no poder sacar adelante la ley más importante del año que articula la acción de Gobierno. Hace algún tiempo que eso dejó de tenerse en cuenta, pero es lo que el Gobierno debería hacer, pues está claro que no tiene la confianza parlamentaria necesaria para poder sacar adelante las cuentas públicas; de ahí que desistiese de continuar su tramitación para 2024 y de que probablemente le sean devueltos para 2025.
Es cierto que los PGE que pretende sacar adelante Sánchez son unos presupuestos tremendamente expansivos, que en lugar de buscar la estabilidad presupuestaria la ponían en riesgo, con una senda de estabilidad poco creíble, rechazada por el propio Congreso, pero Sánchez tiene la obligación de tratar de sacar adelante las cuentas y, si no lo logra, marcharse. Claro está que eso no entra en los planes del presidente del Gobierno.
Esta actitud del Ejecutivo, enormemente irresponsable, pone en riesgo los compromisos de España con la estabilidad presupuestaria asumidos ante la UE. Por otra parte, si hubiese prórroga presupuestaria, debería ser seguida muy de cerca en su ejecución, pues lo que antes era un freno al gasto –la prórroga– se está convirtiendo en algo muy laxo, que, según la redacción que se le dé al decreto de prórroga, termina siendo un coladero expansivo contrario a toda técnica de prórroga presupuestaria. Esto se une al conjunto de variables que atenazan a la economía española y que limitan su crecimiento, que descansa, básicamente, en un gasto público insostenible, que merma las posibilidades de crecimiento estructural de la economía.
El Gobierno está basado en una mayoría muy frágil, sustentada por una veintena de partidos entre las distintas formaciones que apoyan a Sánchez, y eso hace que no pueda sacar adelante casi ninguna norma, es decir, que no pueda gobernar, que es su obligación. Sánchez solo piensa en permanecer aún sin hacer nada; es estar por estar, por ocupar el cargo. España necesita un gobierno que pueda gobernar, que pueda tener una acción ejecutiva respaldado por un apoyo que apruebe las leyes, cosa que Sánchez no tiene. Por tanto, ante esta situación, el Gobierno debe dimitir o, al menos, convocar elecciones generales para superar esta situación heterodoxa.