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José María Rotellar

Por qué Escrivá no es un gobernador aceptable para el Banco de España

Nombrar a un ministro supone un ataque frontal a la independencia del Banco de España, independencia que tiene que imperar en los máximos cargos de todo banco central

Actualizada 16:31

Hace casi dos meses que el Gobierno rescató la idea de nombrar al ministro José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España. Y, pese a las críticas del sector financiero y de la oposición, todo apunta a que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, oficializará el nombramiento este miércoles.

Desde el primer momento el PP no cayó en la trampa y no aceptó, afortunadamente, pues nombrar a Escrivá supone un ataque frontal a la independencia del Banco de España, independencia que tiene que imperar en los máximos cargos de todo banco central. Por mucho que ahora sea una delegación del Banco Central Europeo, no deja de ser parte del mismo y su independencia es esencial. Por eso, dichos mandatos suelen ser largos y no renovables, para preservarlos de la influencia política a cambio de pactar el seguir en el cargo. Tampoco sirve tratar de poner como ejemplo a los cargos del BCE, porque la presión política tiene menos fuerza a nivel de Comisión Europea y queda muy diluida la que pueda ejercer cada gobierno de manera individual.

Ese candidato a gobernador no es aceptable, simplemente, porque siempre que se ha nombrado a un político en el Banco de España, la independencia ha quedado mermada o la gestión no ha resultado eficiente, como sucedió con el mandato de MAFO. Escrivá no puede ser gobernador no por falta de conocimientos, experiencia o CV, porque esos importantes requisitos los cumple, aunque la soberbia en muchos casos le hace creerse más inteligente de lo que es y considerar al resto como ignorantes, erróneamente, pero no se trata de un problema de déficit de preparación, no. El problema de Escrivá es que hace tiempo que enterró esos conocimientos, su prestigio y el predominio de los argumentos técnicos debajo de la demagogia, el populismo y el servilismo hacia una política económica inaceptable.

Su reforma de las pensiones, simplemente eso, le invalida para ser gobernador del Banco de España, pues esa reforma sólo contribuye a acelerar los desequilibrios del sistema, a precipitar el estallido de su sostenibilidad, mientras por el camino asfixia a empresas y trabajadores con las subidas de las cotizaciones sociales, que sólo contribuyen a aumentar el desequilibrio del sistema, ya que frenarán la actividad económica y el empleo. Por otra parte, sus trifulcas en redes sociales con otros economistas o la frivolidad en los medios –como cuando dijo que la forma de la recuperación era como la de la lámpara de Aladino– merman la seriedad que debe acompañar a tan importantes cargo e institución.

No es un candidato válido al ser un ministro del Gobierno, pues el Banco de España debe estar despolitizado, con lo que no lo hace elegible si se quiere mantener la independencia también en las formas. Eso ya sucedió, como he dicho, cuando Miguel Ángel Fernández Ordóñez, siendo secretario de Estado de Hacienda, fue nombrado gobernador: su gestión no fue brillante, dejó sin resolver la reestructuración financiera, impulsó el SIP fallido de Bankia y siempre sobrevoló con él el sometimiento al poder político del antiguo banco emisor.

Tras el mandato de Pablo Hernández de Cos el Banco de España ha recuperado muchísimo prestigio, con una gestión impecable y un conocimiento competencial enorme, que ha hecho que entre los antiguos bancos centrales nacionales de la zona euro sea muy valorado, con un servicio de estudios independiente y del máximo nivel, que tampoco debe perder ni su profesionalidad ni su independencia.

El ministro ha tenido una ejecutoria completamente política, partidista y populista durante su mandato

Todo eso no puede ahora echarse por tierra nombrando a un ministro que, además, ha tenido una ejecutoria completamente política, partidista y populista durante su mandato, en el que no sólo ha defendido una política económica indefendible, sino que la ha impulsado. Además, este empeño de Sánchez en nombrar a Escrivá no hace sino arrojar más dudas sobre el mantenimiento de la independencia de la institución monetaria, habida cuenta de la colonización del Gobierno de todas las instituciones de otros poderes para que no puedan ejercer su función de contrapesos. Si no fuese el BCE el responsable de la Política Monetaria en última instancia, Sánchez sería capaz de aniquilar la Ley de Autonomía del Banco de España y poner a Escrivá a imprimir billetes para monetizar la deuda y crecer insanamente, tal y como lo hace con el ingente gasto público. Gracias a Dios, eso ya no puede hacerlo.

Por otra parte, la propia forma de ser de Escrivá tampoco le garantizaría a Sánchez sumisión, porque el carácter del primero es peculiar y podría llegar a enfrentarse al segundo, cuyo carácter también es singular, por decirlo de alguna manera. No es probable que pase, pero podría pasar.

Ahora bien, al margen de eso, la propuesta del Gobierno de nombrar a Escrivá como gobernador del Banco de España no se puede aceptar bajo ningún concepto, haya o no haya ofrecimiento de que el PP pueda elegir al Subgobernador. Por encima de ello, está el prestigio de la entidad, que debe mantener la línea profesional de Hernández de Cos. Si el Gobierno quiere llevar a cabo la barbaridad de nombrar a Escrivá, que lo haga solo, y será un apunte más en su poco respeto por la independencia de las instituciones, pero es un nombramiento que, a mi juicio, no se puede avalar. El Gobierno debe buscar a otra persona, que las hay, la actual Gobernadora en funciones, sin ir más lejos, puede ser válida para el puesto, pero no alguien tan marcado políticamente y con un desempeño populista como Escrivá, en el que el político se ha comido al técnico que antes había.

  • José María Rotellar es profesor de Economía. Director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria
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