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Contenedores de mercancías en el muelle de descarga del Puerto de Barcelona.

Contenedores de mercancías en el muelle de descarga del Puerto de Barcelona.EP

Bruselas busca una salida para evitar la guerra comercial con China, nefasta para los exportadores europeos

Los Veintisiete votaron a favor de la aplicación definitiva de los aranceles durante un máximo de cinco años

Europa se encamina hacia una guerra comercial con China. La pasada semana, los Veintisiete votaron a favor de la aplicación definitiva de los aranceles durante un máximo de cinco años. Pekín ha anunciado que tomará represalias y ya ha iniciado una investigación a las importaciones porcinas y lácteos. Pero esto iría más allá del cerdo y la leche: una eventual ruptura de las relaciones comerciales sería nefasto para los exportadores europeos.

La Comisión Europea llevaba semanas intentando convencer a los partidarios de los aranceles de cambiar su postura, pero ha sido imposible. Tan solo cinco países –con Alemania a la cabeza– votaron en contra del gravamen contra los vehículos eléctricos chinos, mientras que otros diez lo hicieron a favor y doce se abstuvieron, entre ellos España. Alguien tendría que dar explicaciones acerca de la postura española después de que Pedro Sánchez pidiera «reconsiderar» los aranceles durante su viaje a China.

Con los resultados de la votación, se confirman los aranceles del 35,3 % a SAIC, del 18,8 % a Geely y del 17 % a BYD. Además, también se verán afectadas las empresas occidentales que producen en el país, como es el caso de Tesla, que tendrá un gravamen del 7,8 %. Otras que han cooperado con la Comisión Europea durante la investigación sobre los supuestos subsidios del Gobierno chino, tendrán una tasa del 20,7 %.

No obstante, y viendo la que se viene encima, Bruselas ha asegurado que está «trabajando duro» para encontrar una solución compatible con las reglas internacionales sobre el comercio. Una alternativa sería dejar en suspensión los aranceles, que se volverían a imponer en caso de incumplimientos sin necesidad de nuevas votaciones entre la dividida Unión Europea.

Esta idea no acaba de satisfacer los intereses de China y, aunque «toman nota» de la voluntad de la Comisión por llegar a un acuerdo, han advertido que la confirmación de aranceles va a perjudicar la «cooperación comercial». En caso de que Pekín rechace las propuestas, la guerra comercial será inevitable y tendrá graves consecuencias para los países europeos.

China es, con diferencia, el principal destino de las exportaciones de la UE. En 2023, el país asiático importó bienes europeos por valor de 3,13 billones de euros, según datos de Eurostat, por delante de los 2,55 billones de euros del comercio intracomunitario y de los 1,87 billones a Estados Unidos. México, Canadá y Reino Unido apenas superaron los 500.000 millones cada uno.

La maquinaria y equipo de transporte suponen más de la mitad (51,7 %) de las exportaciones, seguidos de los químicos (16,9 %) y manufacturas diversas (13,5 %). El problema es que muchos de esos productos utilizan componentes importados, precisamente, de China. Una guerra comercial no solo complicaría la introducción en otros mercados de las exportaciones, sino también su fabricación.

Dependencia mutua

Un informe de la Comisión de 2021 reveló que aproximadamente el 6 % de los productos considerados clave para la UE proceden de terceros países, siendo China el productor de la mitad de esos bienes, y afectan principalmente a la industria energética, la farmacéutica y los insumos de la transformación verde. Este último asunto es de vital importancia para los intereses europeos.

No es un secreto que Pekín lleva años luchando por el liderazgo en este campo y ya controla alrededor del 60 % de las materias primas esenciales para la producción de tecnología verde y refina el 90 % de esos elementos. La apuesta europea por la independencia energética pasa, por tanto, por las importaciones chinas. Para muestra un botón: el 96 % de los paneles solares importados por la UE procedían del gigante asiático.

Sin embargo, este grado de dependencia juega también a favor de la UE. En medio de una creciente rivalidad con Estados Unidos por la internacionalización de productos verdes, no hay muchos más actores en el mercado que acojan esas exportaciones. No en vano, el 16 % de las mercancías producidas en el país tienen la UE como destino, por lo que una guerra comercial no beneficiaría a ninguna de las dos partes, dado el grado de interconexión, pero Pekín no puede eludir una respuesta por la imposición de aranceles. Ahora la pelota está en el tejado de China.

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