La increíble historia de la mujer que olvidó un cuadro en su cocina sin saber que valía 24 millones de euros
María Sancho-Arroyo, que acaba de publicar ¿Inversión o Pasión? Una guía para navegar por el mercado del arte, explica desde su experiencia de más de treinta años cómo funciona este negocio por dentro
María Sancho-Arroyo nació en Zaragoza y estudió allí Ciencias Químicas, una carrera con la que pensaba que podría ganarse mejor la vida que con su gran pasión: la historia del arte. La vida, sin embargo, da muchas vueltas, y en un viaje al final de su carrera universitaria, descubrió que podría compatibilizar los dos mundos a través del estudio científico de las obras de arte, algo que en aquel momento hacían muy pocos: analizar los pigmentos para descubrir si las obras eran verdaderas o falsas, comprobar su estado de conservación, realizar análisis ultravioleta... Poco después, en torno al año 1989, se especializó en ese terreno, trabajó dos años en el Museo de Arte de Cataluña, y después en el laboratorio de restauración del Museo del Louvre, en donde pudo estudiar de cerca la maravilla de La Gioconda.
Tras esta experiencia inicial, se especializó en gestión de museos, trabajó durante veintidós años en la famosa casa de subastas Sotheby's en Reino Unido y luego se trasladó a Washington, siguiendo su marido, que recibió allí una oferta profesional atractiva, como en el destino anterior, e imparte clases en el Sotheby's Institute of Art de Nueva York, el estado que es hoy el epicentro mundial del mercado del arte.
En su nuevo libro ¿Inversión o pasión? Una guía para navegar por el mercado del arte, explica desde su experiencia de más de treinta años y de modo claro cómo funciona este negocio por dentro: desde las complejidades del ecosistema y su falta de transparencia en algunos casos a los canales de venta (galerías, ferias y casas de subastas), cómo poner el precio adecuado a una obra de arte, el arte como inversión, la interacción compleja entre museos y mercado o cómo gestionar una colección de arte.
El mercado global del arte se ha triplicado desde el año 2000: de 22.000 millones de facturación ha pasado a 67.800 millones. El epicentro del mercado es Nueva York
Una de las cuestiones que explica es cómo el mercado global del arte se ha triplicado desde el año 2000: de los 22.000 millones de dólares que facturaba entonces a los 67.800 millones en los que cerró en 2022. «El impulso ha sido gracias al arte contemporáneo. No solo ha aumentado en volumen de producción, sino también en precio», indica. «Hay mucho dinero en el mundo, y una nueva riqueza: Asia, los países árabes, Rusia antes de la guerra... Comprar arte se ha convertido en una nueva forma de tener estatus social», añade.
Sancho-Arroyo cuenta que hay unas 6.000 personas en el mundo que regularmente invierten en arte 100.000 o más dólares al año. Por el planeta hay grandes coleccionistas como el norteamericano David Geffen, que se dedica a la industria del cine y compra obras de arte de muchos millones, o el ya fallecido Paul Allen, cofundador de Microsoft, cuya colección se vendió cuando murió. «En una sola noche se vendieron sesenta obras por valor de 1.500 millones de dólares», indica Sancho.
En el mundo hay unas 6.000 personas que invierten 100.000 dólares al año en arte
Estados Unidos es líder del mercado mundial del arte desde hace casi cincuenta años. «Hasta las guerras mundiales, el centro del mercado del arte estaba en París, pero después se fue a Nueva York. Estados Unidos acumula entre el 40 % y el 45 % del mercado en volumen y en valor. Dentro de él, casi un 90 % está en Nueva York», apunta.
Por detrás queda Reino Unido, con alrededor del 20 %, un porcentaje parecido al que ya ha alcanzado China. «Reino Unido ha perdido terreno con el Brexit. Es mucho más difícil hacer negocios, hay más impuestos, más problemas de aduanas, las obras se retienen por tiempos muy largos... Los europeos ya prefieren no vender en Londres. Lo importante lo envían a Nueva York, y el mercado medio y bajo va a París», señala Sancho-Arroyo. Por detrás de China está Francia, que se ha recuperado algo, con un 8 %. España representa alrededor del 1 % del mercado: «Tiene una infraestructura artística estupenda: buenas universidades, educación para artistas, bellas artes; grandes museos y galerías, ferias de muy buen nivel como Arco... Pero hay muy pocos coleccionistas», lamenta.
En una sola noche se vendieron 60 obras del cofundador de Microsoft, Paul Allen, por 1.500 millones de dólares
Sancho-Arroyo incide en su libro en la importancia de que los coleccionistas se dejen asesorar bien, tanto a la hora de comprar como a la de no comprar obras que no aportan a su colección. También resalta la retahíla de anécdotas que se han dado a lo largo de la historia con el intento o no de vender obras de arte que se tienen en casa.
Explica que en 2019, una tabla que una anciana tenía olvidada en su cocina de París se vendió en subasta por 24 millones de euros. «La mujer pasó años sin saber que aquel trozo de madera a priori irrelevante, hoy expuesto en el Museo del Louvre, era en realidad el Cristo burlado, del pintor italiano Cimabue. Por supuesto, no es normal encontrarse con semejante tesoro en una cocina, pero es un ejemplo fascinante de la importancia de conocer, valorar y dedicar tiempo al arte. Rodeado de un halo de lujo y exclusividad, el mundo del coleccionismo se antoja inalcanzable para la mayoría de los aficionados. Sin embargo, es más accesible de lo que parece y una actividad gratificante siempre que concurran dos características fundamentales: la pasión artística y el conocimiento del mercado», concluye.