Una confiscación asfixiante
La receta de Sánchez para seguir gastando es subir impuestos
Tras haber estado suspendidas las reglas fiscales durante cuatro ejercicios y no operar en ese período el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, muchos gobiernos se volvieron más irresponsables, como el del presidente Pedro Sánchez, que gastó a manos llenas lo que tenía y lo que no tenía. Desgraciadamente, mantiene dicho frenesí por el lado del gasto, a lomos de una recaudación extraordinaria derivada de una elevadísima inflación que hubo en 2023 y que ha incrementado todavía más los niveles de precios, aunque con un crecimiento más desacelerado, en 2024, que hace que los ingresos tributarios aumenten, pero eso no es más que coyuntural, mientras que el gasto generado se vuelve permanente.
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Su receta para seguir gastando y cubrir ese desfase es subir impuestos, hasta el punto de volverlos confiscatorios o, al menos, casi confiscatorios donde Sánchez ha realizado 81 subidas de impuestos y cotizaciones, como bien señala el Instituto Juan de Mariana y siempre quiere más, y no digamos sus socios de Gobierno, que, si pudiesen, pondrían un impuesto para cualquier acción: nos venden, incluso, que gravan hechos imponibles con impuestos para respirar mejor —los llamados medioambientales— cuando el verdadero objetivo del Gobierno, si le fuese posible, sería ponernos impuestos hasta por respirar. Ese nivel de impuestos es ya inasumible. Todo tiene un límite y con tanto impuesto solo van a lograr dos cosas: incrementar la lacra de la economía sumergida, que hay que perseguir y erradicar, pero que con tanto impuesto ellos mismos incentivan, con perjuicio para la sociedad; y asfixiar a familias y empresas, hiriendo la actividad económica y, con ello, el empleo, que nos llevará a más gasto por prestaciones y menor recaudación. Es decir, se habrá estrangulado tributariamente a los agentes económicos para que tengan una posición peor, más débil.
Por último, quienes solo piensan en aumentar el gasto y los impuestos, apuestan también, como recurso, por la opción del endeudamiento. Piensan que siempre van a poder colocar todo el papel que emitan y que serán financiados hasta el infinito. No es deuda perpetua técnicamente hablando, por lo general, pero la refinanciación de la misma, que no se amortiza, sino que, además, se incrementa con nueva deuda fruto del déficit, que va convirtiéndose en crónico, hace que sea casi perpetua, una especie de deuda pseudoperpetua, pues, a los efectos, nunca se va a devolver ese importe; simplemente, se sustituirán unos papeles por otros, pero la deuda seguirá ahí.
La sostenibilidad de las cuentas públicas es preocupante
Esto es insostenible y la sostenibilidad de las cuentas públicas es preocupante, aunque no se vea al camuflarse con los efectos recaudatorios de la inflación, pero estructuralmente está ahí. No se puede generar más gasto, y menos estructural, porque la economía —sobre todo, la española— no soporta mucho más endeudamiento, pese al paraguas de la eurozona y del BCE, que, obviamente, no van a dejar que un país colapsase, pero que si uno de ellos se endeudase tanto que pudiese suponer un riesgo para la estabilidad del euro, no dudarían en intervenirla e imponerle recortes muy duros, los cuales se pueden evitar si quienes gobiernan son responsables y sensatos.
Un necesario programa de ajustes
Toda la economía internacional, y dentro de ella, la UE, sin duda, y España de manera urgente, debe iniciar, a todos los niveles, un exhaustivo programa de ajustes y reformas profundas, dirigido por el diseño de una austeridad inteligente, que permita equilibrar las cuentas, crecer con fuerza, recuperar el empleo y salvar gastos esenciales, como las pensiones, pero que si, por no hacer las cosas bien y seguir aumentando el gasto, déficit y deuda, llegamos a una situación insostenible, entonces los ajustes serán más abruptos, por haber dejado que la economía se dañe más, y sus consecuencias serán mucho más duras. Lo preocupante es que parece que en Alemania se están planteando subir los topes de deuda para tratar de crecer con endeudamiento. Eso sí que sería un grave error fatal para toda la UE.
No podemos gastarnos lo que no tenemos, porque, al hacerlo, estaremos comprometiendo nuestra prosperidad, nuestro futuro, nuestra fortaleza como economía. El nivel de confiscatoriedad en los impuestos es ya insoportable, pero aunque lo incrementasen más, apenas aumentaría la recaudación; más bien lo contrario: en el medio plazo caería con fuerza y dejaría al descubierto todo el gasto que no puede ser financiado, pudiendo generar un colapso importante de impagos. La responsabilidad debería imperar en los políticos. Por su parte, la sociedad debería entender definitivamente que nada es gratis, que cada vez que un político anuncia un gasto, está anunciado, simultáneamente, mayor deuda y mayores impuestos, y que no podemos seguir viviendo por encima de nuestras posibilidades, o pasaremos, si no se corrige, a vivir mucho peor.
Solo el gasto necesario, nada estructural adicional, eliminar trabas, no subir los impuestos de manera neta y llevar a cabo un control riguroso para que no se gaste ni un céntimo más de lo que se necesite. Eso es lo que hay que hacer si queremos mantener la economía a flote en el medio y largo plazo. Frente al gasto infinito, los impuestos confiscatorios, el déficit recurrente, la deuda exponencial y pseudoperpetua y el crecimiento insano y temporal y el paro elevado, la opción eficiente es el rigor presupuestario, que permitirá generar el marco económico adecuado para que la economía tenga un crecimiento sólido y duradero en el tiempo.
- José María Rotellar es profesor de Economía. Director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria