Los impuestos pueden ser necesarios, pero no son buenos
No podemos seguir con el nivel confiscatorio actual, que supone un desincentivo al trabajo, a la inversión y, con ello, a la generación de riqueza
La economía española cuenta con un gran problema estructural en su seno: una ausencia importante de productividad total de los factores y, a partir de esta, de competitividad, ya que somos menos eficientes, los costes son más elevados y logramos un menor valor de producción en relación al coste de los factores empleados. Lo mismo sucede si hablamos de la productividad del factor trabajo, donde el producto por hora de trabajo no es tan elevado como en la mayoría del resto de países.
La productividad ha sufrido una merma importante en los últimos tiempos, con un empobrecimiento de la población importante, debido a la fuerte subida inflacionista que tuvo lugar especialmente en 2023, nivel de precios que se ha mantenido en dicha banda alta, con subidas, incluso, adicionales, que ahora parecen recobrar fuerza. Además, la ausencia de reformas estructurales han anquilosado a la economía española, donde solo destaca el sector turístico como generador de riqueza productiva, pues el resto de pilares lo conforman el gasto público, insano, que expulsa la inversión privada, y la acumulación de población. Eso hace que seamos más pobres y que volvamos a estar por debajo del 90 % de la media del PIB per cápita en paridad del poder de compra de la UE.
Por ello, el Gobierno debe dejar de gastar en lo innecesario y elaborar un presupuesto de base cero, replanteándose absolutamente todos los gastos, pues con ese exceso de gasto presiona al alza los cuellos de botella y, con ello, los precios, y provocará que la reacción del BCE tenga que volver a ser intensa.
El Gobierno no puede seguir por la vía del gasto; en lugar de subvencionar bienes, que baje impuestos. El Ejecutivo debe llevar a cabo una política fiscal expansiva pero por el lado de los impuestos, bajándolos.
Bajar impuestos genera prosperidad y empleo, al dejar más renta disponible para los ciudadanos, que, con ella, generan actividad económica y puestos de trabajo y que contribuye a una mejor financiación, por la mayor actividad, de los servicios esenciales. No podemos seguir con el nivel confiscatorio actual, que supone un desincentivo al trabajo, a la inversión y, con ello, a la generación de riqueza. Cada impuesto que se sube o se crea, es una barrera que se levanta a la prosperidad, pues muchos profesionales no querrán trabajar más si marginalmente Hacienda se lleva la mitad de lo que ganan, y las empresas buscarán nuevos lugares para realizar sus inversiones, para no tener que soportar los costes que supone la subida de impuestos y el incremento de las bases de cotización de la Seguridad Social.
Los gobernantes envuelven sus incrementos tributarios en la bandera populista de la igualdad y la redistribución
Los gobernantes en muchos casos —casi todos, desgraciadamente— solo conciben aplicar subidas de impuestos, no bajadas, envolviendo sus incrementos tributarios en la bandera populista de la igualdad y la redistribución. Deberían decir que suben los impuestos para poder pagar sus promesas de gasto político, que nada tienen que ver con las necesidades de los ciudadanos ni con ninguna justicia redistributiva. Gastan en lo innecesario y niegan fondos a los servicios necesarios: como muestra, sirva la dotación presupuestaria para los organismos y actos de la muerte de Franco, por una parte, y la negación de fondos para los enfermos de ELA, por otra. Ahí se ven dónde están las prioridades del Gobierno, que no es la de estar al lado de quienes más lo necesitan.
Es necesario un determinado nivel de impuestos, bajo, para poder ofrecer una serie de servicios esenciales, que garanticen la igualdad de oportunidades y la asistencia a una persona que atraviese por un mal momento, pero nada más. Los impuestos altos son un despropósito, algo contraproducente. Pagar impuestos no es bueno. Pagar impuestos puede ser necesario, pero no bueno. No olvidemos que es un elemento coercitivo, con el que el sector público se apropia de algo privado, de algo que no es suyo. Como digo, una contribución, mediante impuestos, para algo esencial, limitado, nadie la niega, es conveniente. Ahora, un nivel confiscatorio de impuestos como el que sufrimos, que vende la idea de que «todo es gratis», cuando todo es más caro y empobrecedor, es pernicioso para la economía.
O el Gobierno baja impuestos para que la economía española pueda ser competitiva o el daño será mucho más profundo y las consecuencias peores que las que ahora se vislumbran, siendo ya estas muy malas. Por eso, el Gobierno debe abandonar su dogma y ha de acometer una ambiciosa reforma fiscal, pero para bajar impuestos, que dé oxígeno a la economía, reduciendo el gasto y buscando retornar a la senda de estabilidad presupuestaria. No parece que Sánchez vaya a hacerlo, con lo que llevará a la economía española a un terreno inestable y peligroso.
- José María Rotellar es profesor de Economía y director del Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria