Los pelos que se deja Óscar López en la gatera de Muface y el temor del Gobierno a Ayuso
La primera licitación apenas suponía un aumento del 8 % en la prima per cápita, la definitiva eleva el incremento hasta el 41,2 %
En sus 50 años de historia, Muface nunca se había visto sumida en una crisis como ésta. Claro que nunca habíamos tenido un gobierno tan incapaz como el actual. Porque lo que comenzó como un proceso rutinario para renovar el concierto sanitario, se convirtió en un follón descomunal cuando las aseguradoras rechazaron participar en las primeras convocatorias. Al malestar por las pérdidas acumuladas se sumaban las condiciones claramente insuficientes ofrecidas por ese pastiche llamado Ministerio para la Transformación Digital y de la Función Pública. Pedro Sánchez le quitó esa segunda responsabilidad a la vicepresidenta Montero para dársela a José Luis Escrivá y así engordar su cartera hasta que le encontrara acomodo en otro sitio. Y una vez que le nombró gobernador del Banco de España, puso al frente de la cartera a su amigo Óscar López. De modo que sin comerlo ni beberlo, le cayó a él el doble marrón de negociar con Adeslas, Asisa y DKV, y tener que batallar con Mónica García, que no se cansa de hacer méritos para pasar a la historia como la peor ministra de Sanidad de la democracia.
La de Sumar siempre había ambicionado liquidar las tres mutualidades —Muface, Mugeju e Isfas— y que el Sistema Nacional de Salud absorbiera todos los funcionarios que dependen de ellas. Y llegó a pensar que podía salirse con la suya tras quedar desierta la primera licitación de Muface, lanzada el pasado 30 de octubre. Su argumento, el acostumbrado en la izquierda radical: «las aseguradoras hablan de rentabilidades porque sólo defienden su cuenta de resultados». Menos mal que a diferencia de López, García ni pincha ni corta en el Ejecutivo.
La amenaza de huelga en la Administración por parte del CSIF acabó por doblar el brazo del también líder de los socialistas madrileños para que incrementara su última oferta en más de 300 millones de euros hasta 4.808,5 millones para el período 2025-2027. Ahora, que se le ha visto el plumero en más de una ocasión. Como cuando a principios de enero declaró que «estamos metiendo 1.000 millones de euros más de todos los ciudadanos para financiar el seguro privado de un millón y medio». O cuando se quejó de que «hay funcionarios de las comunidades autónomas a los que se les paga el seguro con cargo al presupuesto general del Estado». Por muchas energías que haya gastado en pelearse con ella, ¿seguro que Óscar López discrepa tanto de Mónica García? Si al final va a dar a las aseguradoras lo que pedían, ¿por qué no llegó antes a un acuerdo?, se preguntan en el ministerio, igual que lo hacemos todos los españoles. ¿Por qué ha esperado hasta el último momento para modificar las condiciones de la licitación cuando las compañías llevaban años alertando de la inviabilidad económica del modelo? ¿Por qué se ha recurrido a soluciones de última hora en lugar de presentar una reforma estructural y planificada? Pierdan la esperanza de que el ministro de Transformación Digital y Función Pública nos lo explique algún día.
Mañana es 4 de marzo y a las seis de la tarde acaba el plazo para la presentación de ofertas. El proceso de licitación sigue abierto y todas las opciones continúan sobre la mesa. La previsión menos optimista es que tras el sí de Adeslas y Asisa, no se sume ninguna aseguradora adicional. Aunque la posibilidad más cierta es que la tercera en discordia, DKV, decida finalmente participar después de muchas semanas de discusión interna. Pero tampoco se puede descartar que alguna o algunas compañías que hasta ahora se habían mantenido al margen, como Axa, Mapfre o incluso Sanitas, puedan dar la campanada y entrar en el modelo Muface a pesar de que lleven años sin concurrir. De momento todo son rumores dentro y fuera de las empresas. La única certeza es que la diferencia entre las condiciones iniciales y las finales son más que sustanciales. Mientras que la primera licitación apenas suponía un aumento del 8 % en la prima per cápita, la definitiva eleva el incremento hasta el 41,2 %. No parece moco de pavo.
En todo caso, sean dos, tres o más las aseguradoras, está a punto de terminar el calvario. Durante casi cinco meses ha estado en juego, no sólo el futuro de la asistencia sanitaria de los afectados, sino el previsible colapso del sistema público. Un estudio reciente de la OCU advierte de que sólo el 14 % de los pacientes logran una cita en menos de 48 horas en contraste con el 40 % que lo conseguía antes de la pandemia. La espera media actual para un médico de familia es de casi ocho días y para un pediatra de seis. Las estadísticas evidencian la saturación de la sanidad pública española y la dificultad de asumir millón y medio de nuevos usuarios. Sobre todo en las regiones más pobladas, como la Comunidad de Madrid.
Tal vez por eso López no ha resuelto antes la crisis de Muface. Tal vez su sueño húmedo de candidato era que Ayuso se topara con un problema que pudiera restarle votos en las próximas elecciones. Desde luego, nada que ver con la realidad ahora mismo. La revista Newsweek encuesta cada año a miles de médicos, gerentes y otros profesionales de la salud y analiza métricas de calidad para encontrar los mejores centros hospitalarios a nivel global. Pues bien, la última clasificación sitúa a seis hospitales públicos madrileños entre los 250 mejores del mundo. La Paz y el 12 de Octubre son los primeros y luego vienen el Gregorio Marañón, el Ramón y Cajal, el Clínico San Carlos y la Fundación Jiménez Díaz. Que rabien los dos, Mónica García y Óscar López.
- Susana Burgos es periodista especializada en economía y empresas y formadora de portavoces