Educación
El coordinador de bienestar de Belarra pincha ante la falta de concreción y presupuesto
El Gobierno se empeñó en crear esta figura pero dejó en manos de las comunidades su implantación sin una hoja de ruta ni presupuesto
El pasado año, Ione Belarra se sacó de la manga la figura del «coordinador de bienestar», una figura encargada de escuchar a los menores en las aulas para prevenir casos de acoso y violencia. Pero la falta de una regulación específica y de recursos adicionales ha desinflado las expectativas hasta convertirse en un marrón para el profesorado.
La Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia establece que todos los centros educativos donde cursen estudios menores de edad deben tener un coordinador que vele por el bienestar de los alumnos y la prevención, detección precoz y protección de los menores.
En su momento, Belarra llegó a un acuerdo con las CC.AA. para «trazar una hoja de ruta común, clara y coordinada para garantizar su cumplimiento». Sin embargo, todo quedó en papel mojado, obligando a los centros a implantar esta figura a pesar de la falta de concreción y, sobre todo, de financiación.
En algunas comunidades ya existía una figura similar, por lo que tan solo han tenido que «rebautizarla», pero en otras ha sido un completo caos, teniendo que recurrir a voluntarios entre el profesorado para ocupar el cargo, en muchos casos sin compensación económica adicional.
Las obligaciones del coordinador de bienestar
- Promover planes de formación sobre prevención, detección precoz y protección de los niños y adolescentes.
- Coordinar los casos que requieran de intervención por parte de los servicios sociales competentes.
- Identificarse ante la comunidad educativa como referente principal para las comunicaciones relacionadas con posibles casos de violencia en el propio centro o en su entorno.
- Promover medidas que aseguren el máximo bienestar para los niños.
- Fomentar entre el personal del centro y el alumnado la utilización de métodos alternativos de resolución pacífica de conflictos.
- Informar al personal del centro sobre los protocolos en materia de prevención y protección de cualquier forma de violencia existentes en su localidad o comunidad autónoma.
- Fomentar el respeto a los alumnos con discapacidad o cualquier otra circunstancia de especial vulnerabilidad o diversidad.
- Coordinar con la dirección del centro educativo el plan de convivencia.
- Promover, en aquellas situaciones que supongan un riesgo para la seguridad de las personas menores de edad, la comunicación inmediata por parte del centro educativo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
- Promover, en aquellas situaciones que puedan implicar un tratamiento ilícito de datos de carácter personal de las personas menores de edad, la comunicación inmediata por parte del centro educativo a las Agencias de Protección de Datos.
- Fomentar que en el centro educativo se lleva a cabo una alimentación saludable y nutritiva que permita a los niños llevar una dieta equilibrada.
El sector educativo, por lo general, recibió con satisfacción la medida, pero también critican la falta de claridad del Ministerio de Belarra a la hora de desarrollar la ley. «Valoramos esta figura, pero rechazamos la forma en la que se está exigiendo a los centros, sin una regulación concreta y clarificadora, sin recursos adicionales imprescindibles, y sin el conocimiento de las consecuencias de una incorrecta aplicación de sus funciones o protocolos», señalan desde Escuelas Católicas.
«Vamos a exigir que se otorguen recursos, económicos y documentales, para una correcta aplicación de la ley y la consecución de los objetivos en ella previstos», añaden.
ANPE, por su parte, critica las prisas por implantar esta medida y aboga por un cuerpo especializado para ello, con perfiles de trabajadores sociales, psicólogos o educadores. CSIF va más allá y critica la improvisación del Gobierno en un curso que contará con 17.000 profesores menos.