Educación
Los profesores se replantean los métodos de examinación tras la llegada de ChatGPT a las aulas
Dos docentes analizan pros y contras del revolucionario bot conversacional y su impacto en el ámbito educativo
El lanzamiento de ChatGPT, la revolucionaria herramienta que el pasado 30 de noviembre dejó boquiabierto a medio mundo por su capacidad para redactar textos con un nivel de coherencia, creatividad y rigurosidad inédito hasta entonces, ha suscitado interés, pero también preocupación por el posible uso tramposo que puedan hacer de ella estudiantes y alumnos a la hora de encarar sus trabajos y tareas.
Poco a poco, los casos de fraude fueron aflorando, hasta el punto de que el Estado de Nueva York, por ejemplo, tomó solo unas semanas después del estreno la tajante decisión de prohibir el acceso al bot en las redes y terminales de sus escuelas públicas. Pero aunque la irrupción de esta IA ha puesto en guardia a buena parte de la comunidad educativa, los profesores creen, sin embargo, que no quedará más remedio que adaptarse a ella, enseñar a hacer un buen uso de la misma y cambiar, en última instancia, los métodos de examinación para evitar embustes.
Así lo manifiesta, en declaraciones a El Debate, Iolanda Guevara, docente y miembro de la Federación Española de Sociedades de Profesores de Matemáticas (FESPM), quien equipara el lanzamiento de ChatGPT a lo que supuso el desarrollo de internet durante la década de los 2000 y, posteriormente, los teléfonos inteligentes. Dos herramientas con las que los profesores se han visto obligados a convivir, pero también a repensar sus clases para aprovechar sus ventajas educativas y neutralizar, por el contrario los inconvenientes. «Seguramente el profesor va a tener que acabar siendo consciente de la existencia de esta herramienta y asumir que algunas tareas van a dejar de tener sentido», analiza.
Ella lo ha vivido de cerca con el uso de las calculadoras, aparato que ha convertido en anacrónica la enseñanza manual de según qué tipo de operaciones a los alumnos. Por eso, opina, el cambio de paradigma pasará por hacerle al alumno una serie de preguntas en base a ese trabajo para verificar y contrastar sus resultados. Una especie de «prueba del algodón», de alguna manera, para determinar si el ensayo, redacción o tarea en cuestión lo ha hecho él o la máquina. «Es lo que ya se hace en los tribunales de las oposiciones. Aunque te aprendas como un loro el temario, tienes que pensar, razonar y justificar lo que estás diciendo. Es la forma de comprobar que lo ha entendido», ilustra.
Lo importante es no agobiarse, no tener la sensación de que la máquina viene a sustituirnosProfesora de Matemáticas
El replanteamiento de los métodos de examinación –incluyendo asimismo más pruebas en el aula y menos deberes o trabajos en casa– es una visión que también comparte Idoia Salazar, profesora de la Universidad CEU San Pablo y experta, de hecho, en IA. Pero para la también investigadora, quien ve más ventajas que inconvenientes a nivel general en la herramienta (agilizando la redacción de informes técnicos o ayudando a un novelista a enfrentarse a un folio en blanco, por ejemplo), «el problema no es ChatGPT, sino como se utilice». Y para mostrarle el camino correcto a los alumnos, dice ella y coincide Guevara, es necesario hacer una labor pedagógica al respecto en las aulas.
«Es como los móviles. Aunque puede haber situaciones en las que se deba restringir su uso, yo estoy en contra de la medida tomada, por ejemplo, en Italia, donde se han prohibido por norma dentro del recinto escolar. Es poco educativo, porque hay muchas aplicaciones interesantes para resolver cuestiones de matemáticas que hasta ahora hacíamos a mano», valora Guevara, profesora de alumnos de ESO. En España, la regulación de los teléfonos recae en cada centro y solo tres comunidades (Madrid, Galicia y Castilla-La Mancha) han decidido restringirlos por decreto salvo para usos pedagógicos.
Optimismo
¿Cuáles son, entonces, los inconvenientes, si es que los hay? «Lo importante, creo yo, es no agobiarse, no tener la sensación de que la máquina viene a sustituirnos, que sabe más cosas que nosotros, porque la figura del profesor va a seguir siendo igual de importante», llama a la calma, en un alarde de optimismo. «Tal vez nos cueste adaptarnos. En la Federación, de hecho, ya hemos recibido mensajes de profesores que nos han hecho llegar sus inquietudes respecto a la herramienta. Y, en ese sentido, la forma de abordar la relación con ChatGPT podría ser un buen tema de discusión en unas jornadas de debate o formación del profesorado», reflexiona Guevara.
Aunque la herramienta es fácil de usar, accesible y, lo más importante, gratuita, la versión beta actual solo es capaz de escribir el equivalente a poco más de un folio. Esto cambiará, recuerda Salazar, con el lanzamiento de un próximo formato de pago, sin límites de uso ni extensión y, es de suponer, mucho más completo. Pero la experta, igual de optimista que su colega, se muestra también confiada en que, al igual que ya existen herramientas para detectar plagios, en el futuro se crearán otras para comprobar si un texto ha sido elaborado o no por la IA, algo que, hoy por hoy (salvo que la máquina cometa errores de bulto), resulta imposible de comprobar.
Y aunque aún es pronto para atisbar el alcance real que tendrá el software sobre las aulas (y, por ende, en el resto de campos), Guevara resume su postura con una frase que toma prestada de Stephen Hawking: «La inteligencia es la habilidad de adaptarse a los cambios». La artificial, por su parte, hace tiempo que ya lo hace.