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Massó es secretario general del sindicato Profesores de Secundaria (ASPEC-SPS)

Massó es secretario general del sindicato Profesores de Secundaria (ASPEC-SPS)Cedida

Entrevista

Xavier Massó, profesor: «La ley Celaá implica la prohibición no ya de aprender, sino incluso de enseñar»

El secretario general del sindicato Profesores de Secundaria y presidente de la Fundación Episteme lamenta la «rebaja de los contenidos» en todos los currículos y cree que «la cultura del esfuerzo se ha erradicado»

La educación en Cataluña ha entrado en estado de parálisis. El tsunami que provocó la publicación de los resultados del último informe PISA, que mostró todas sus debilidades, no ha dejado de crecer.

Si bien es cierto que la bofetada ha estallado en el conjunto de España y allende sus fronteras, situando en la picota a casi todo el modelo europeo, no es menos cierto que la comunidad catalana simboliza todas las fragilidades: una apuesta por la educación competencial, que colecciona críticas, y una fijación de los poderes públicos por la inmersión, que ha sido señalada por la reciente misión europea.

La penúltima idea de la Generalitat, en una estrategia que parece pasar más por ahondar en la confrontación con el Estado que en el bien del profesorado que día a día se enfrenta a esta carrera de vallas, es la propuesta de la creación de una especie de 'cuerpo docente catalán' para que pasen a ser funcionarios autonómicos.

Xavier Massó es un óptimo conocedor del día a día de las aulas catalanas. El secretario general del sindicato Profesores de Secundaria es licenciado en Filosofía y en Antropología Social y Cultural. Ejerce paralelamente como presidente de la Fundación Episteme y es autor de El fin de la educación (Akal, Madrid 2021) y coautor de La educación cancelada (Sloper, Palma de Mallorca 2022).

–¿A qué atribuye los resultados del último informe PISA?

–Era la crónica de una muerte anunciada. Estamos aplicando un modelo educativo donde el problema es de concepto. No tanto de que si esta medida funciona o no, sino del modelo en sí. La tendencia de España era declinante, y en esta ocasión, aun bajando globalmente por la pandemia, se ha confirmado. Cataluña fue pionera tanto en el aprendizaje basado en competencias como en proyectos, ya que aquí se ha sido más papista que el Papa. Los países que ocupan las primeras posiciones del ránking no acostumbran a apostar por la educación competencial. Eso es lo que hay que mirar y no las recomendaciones de la propia OCDE.

Las nuevas pedagogías, aunque fracasan, casan muy bien con estos tiempos actuales amables y del mínimo esfuerzo

–¿Por qué se insiste, entonces, en el error?

–Una respuesta fácil, pero no por ello falsa, es que nos hemos empeñado en dejar de enseñar, y por ello estamos rebajando los contenidos en todos los currículos e incidiendo en cosas como que no se debe repetir curso o facilitar la graduación con asignaturas suspensas. Es decir, se ha creado una atmósfera en la que, como los alumnos no son tontos, absorben porque tienden a facilitarse las cosas y a la ley del mínimo esfuerzo. Algo muy humano, por otra parte. En definitiva, la cultura del esfuerzo se ha erradicado, en un modelo donde la memoria hace tiempo que quedó proscrita. Y mientras, ahí siguen los mantras y ahí siguen los tópicos que sirven para justificar la extinción de la función primordial de todo sistema educativo, que es la transmisión de conocimientos.

–¿Se ha arrinconado la cultura del esfuerzo en la enseñanza?

–Por supuesto, está proscrita. El esfuerzo por lo visto es malo porque puede traumatizar o puede dejar secuelas. Pero lo cierto es que la memoria está erradicada por completo. El autoaprendizaje es una quimera, es imposible pensar que cada alumno o cualquiera de nosotros puede aprender el Teorema de Pitágoras por su cuenta. El saber humano es acumulativo. Y esto es lo que niega la filosofía del pedagogismo que hoy en día inspira todos nuestros currículos y las leyes educativas.

–¿Cómo hemos llegado a esa progresiva relajación de la enseñanza, sobre todo en los estadios más tempranos?

–Es consecuencia del terrible mal que han provocado las nuevas pedagogías, que de nuevas tampoco tienen nada, porque datan desde Rousseau, es decir, hace 250 años. En Nueva York hubo una huelga de familias en 1917 porque se quejaban de que a los estudiantes no se les enseñaba nada. Y aunque su aplicación viene fracasando estrepitosamente, casa muy bien con el discurso amable y atractivo de nuestros tiempos: 'usted aprobará sin esforzarse'. Y luego viene la realidad: los escandalosos porcentajes de abandono escolar temprano, porque en primaria hay un momento crítico en el que se pasa de haber aprendido a leer, a aprender leyendo. Cerca del 40 % de los alumnos no lo acaba de consolidar, arrastrando esa mochila de carencias en 1º de la ESO cuando los profesores nos encontramos con que muchos de ellos, ya con 12 años, a duras penas saben leer o les cuesta redactar una frase con una subordinada. Pero por ley, les vamos promocionando, porque el profesor que suspende mucho tiene problemas con Inspección. Y al final, el 30 % llega a los 16 años sin consolidar los mínimos.

Nos hemos empeñado en dejar de enseñar, y por ello estamos rebajando los contenidos en todos los currículos

–¿Qué opinión le merece la vigente ley educativa?

–Nefasta. Es una LOGSE acelerada. Partimos de una LOMCE, conocida como ley Wert, que ya era un despropósito. Y la LOMLOE es una vuelta a los tiempos más duros de la LOGSE pero acrecentados. En la práctica, el propio espíritu de esta conocida como ley Celaá conlleva la prohibición de enseñar, no digo ya de aprender, sino de enseñar. Suena muy fuerte, lo sé. Pero es que es un sistema que pretende enseñar el concepto de raíz cuadrada sin haber consolidado antes la capacidad de multiplicar y dividir, lo que lleva a ciertos alumnos a aburrirse soberanamente, convirtiéndose en un trastorno hiperactivo y disruptor. La culpa, por decirlo así, no es el alumno, sino del sistema que le ha puesto ahí, ese sistema que ha renunciado a la transmisión de los conocimientos.

–¿Cómo han encajado la intención de la Generalitat de que los profesores dejen de depender del Estado, conformando un cuerpo de funcionarios autonómico?

–No es la primera vez que lo intentan; en nuestra ley de Educación de 2009 ya estaba establecido, pero se lo tumbó el Tribunal Constitucional porque fueron tan chapuceros que redujeron el número de cuerpos. El País Vasco también tiene sus propios cuerpos desde los años 80, pero allí se crearon con una equivalencia a cada uno de los cuerpos nacionales y del Estado. En Cataluña se inventaron cuerpos y se suprimieron otros, y el TC aplicó el principio inamovible de poder concursar y de poder cambiar de lugar de trabajo geográficamente hablando, algo que con esta normativa se haría imposible. En todo caso, es una barbaridad, y el profesorado en Cataluña está masivamente contra esto, imagino que porque ya sabe cómo acostumbra a tratar la Generalitat a sus docentes, empezando por las condiciones económicas.

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