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Francisco Esteban, autor del libro 'La  universidad light'

Francisco Esteban, autor del libro 'La universidad light'Cedida

Profesor universitario y autor de 'La universidad light'

Francisco Esteban: «La formación universitaria es un proyecto humanizador, no una expendeduría de títulos»

«La universidad es un lugar de autoconocimiento, uno ha de salir de allí transformado y cambiado», apunta el profesor

La modernidad ha afectado a la vida universitaria, en otros tiempos, sostén definitivo de la razón de ser de la institución.

Las universidades modernas albergan aspirantes que llegan con la meta de ir superando obstáculos en forma de asignaturas para cruzar la meta que supone el ansiado título, pero la carrera se desarrolla en medio del desmontaje de la vida universitaria.

En este libro, (La universidad light, Paidós Educación) el doctor en Pedagogía y en Filosofía, y profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Barcelona (UB), Francisco Esteban Bara, apuesta por volver a situar a la universidad como una comunidad de buscadores de conocimientos, alejándose de otros conceptos más superfluos como los rankings de calidad, la rentabilidad o la rendición de cuentas.

Para lograrlo, Esteban invita a los estudiantes a que «sean y estén» en la universidad, reivindicando el mantra de que no pasen por la universidad sin que esta pase también por ellos. Solo así podremos distinguir entre personas matriculadas en la universidad y simples estudiantes universitarios.

–¿Por qué este título de 'La universidad light'?

Light se puede traducir como sinónimo de insustancial o algo que trata de imitar a lo original pero con menos calorías. Y en ese sentido, considero que la universidad no está haciendo todo lo que debiera y, por lo tanto, se está centrando más en las cosas y no en otras, lo que ha provocado que haya perdido su razón de ser.

–Desde la publicación del libro, ¿ha notado alguna repercusión entre la comunidad universitaria?

–Es un granito de arena más a un discurso que viene fraguándose prácticamente desde que Ortega y Gasset se preguntara para qué estaba ahí la universidad, profetizando junto a otros autores como Unamuno, que la cosa no marchaba bien: es decir, que la universidad se podía mercantilizar y arrodillarse a la realidad socioeconómica, perdiendo su razón de ser.

–¿Para qué existe y tiene que estar la formación universitaria?

–Hay un vector que atraviesa a todos los grandes pensadores, filósofos e intelectuales que han hincado el diente a la universidad: buscadores de verdades, bellezas y bondades. Es decir, la formación universitaria es un proyecto humano y humanizador, no una expendeduría de títulos. La universidad es un lugar de autoconocimiento, es decir, uno ha de salir de allí transformado y cambiado, se entiende que a mejor. La universidad es donde se cultiva el espíritu crítico, y para ello hace falta una autoformación personal.

–¿Se ha desmontado la vida universitaria?

–Sin el ánimo de generalizar, creo que sí. Ahora parece ser solo un lugar de paso. Se ha perdido ese intervalo de tiempo en el que uno establecía esas conversaciones que no había establecido antes, leía esos libros que no había leído antes... Ahora parece ser que vas, pasas por una colección de asignaturas, superas un mínimo de créditos, y a otra cosa.

–Entonces, ¿se ha convertido el campus en un lugar incómodo?

–Incómodo para la misión de la universidad, porque no puede desplegarse. Para el estudiante, igual hasta se ha vuelto un poco más cómodo sin esa exigencia de tener que pasar por una serie de experiencias que son típicamente universitarias. Al final, se trata de superar obstáculos que podemos llamar asignaturas de la mejor o peor manera posible y llegar a la meta final. Pero tener un título universitario no quiere decir ser universitario. Yo le diría al futuro alumno que sea valiente para enfrentarse a la universidad como un regalo para poder ser mejor de lo que ya es y se olvide un poco de conceptos como aprobado, empleabilidad, salidas laborales, prestigio... y haga caso a su corazón y a su vocación.

–¿Existe una inercia de tener que pasar sí o sí por la universidad?

–Howard Gardner (Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales) habla de 'estudiantes inerciales', es decir, que parece que por inercia tengan que ir a la universidad. Y yo creo que la universidad no es un lugar de paso obligatorio. Por ello tenemos la tarea pendiente de revalorizar y dignificar la Formación Profesional. Si a una persona no le gusta estudiar, me parece que su lugar no es la universidad. Si una persona no le gusta leer, me parece que su lugar no es la universidad. Si a una persona no le gusta esforzarse, pues me parece que su lugar no es la universidad.

–¿Por qué hay escasez de eso que llamas 'profesor enamorador'?

–Esto se lo explico a mis estudiantes de Magisterio, cuando el primer día de clase les pregunto por qué están ahí. Y la respuesta unánime es porque les gustan los niños. Y yo siempre les digo, bueno, eso está muy bien, pero me parece que es más importante que al niño le gustes tú. Profesores que nos hayan enamorado son más bien pocos. Y la prueba la tenemos en nuestras experiencias personales cuando tendría que ser todo lo contrario, pero uno se queda solo con los cuatro o cinco que de verdad nos tocaron el alma. El profesor no es solo una profesión, sino un oficio y un arte. A todos, y a mí el primero, se nos olvida que cada vez que entramos al aula estamos haciendo una obra de arte.

–¿Cómo luchar contra ese gran mal de nuestro tiempo que es la desmotivación?

–Me parece que uno se desmotiva entre otras cosas, porque pasa por encima de los temas. A mí me gustaría recuperar la educación liberal, la de los grandes textos, y las grandes obras. Cuando explicamos la realidad con esas producciones que han cambiado el mundo, la motivación se activa. La universidad debería presentar las grandes ideas, tanto las de nuestro tiempo como las de siempre.

–¿Son el alumno y el profesor los que han de adaptarse a la universidad o es la universidad la que debe adaptarse a ellos?

–La universidad ha de hacer un esfuerzo por adaptarse a las nuevas condiciones de unos y otros pero, cuando se accede a ella, se adquiere un compromiso no con la institución, sino con esa idea. Hay unas maneras de vivir y funcionar, pero no todas son válidas porque si no se desbarata la misión de la universidad.

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