Entrevista a Carmen Fuente, rectora de la Universidad Villanueva
«El sistema universitario necesita un consenso político para generar un entorno más competitivo»
Fuente ha recordado que no existen dos sistemas diferenciados, sino que en el mismo están integradas tanto las públicas como las privadas
Esta semana conocíamos unos datos reveladores que muestran la tendencia educacional de España: los universitarios españoles han aumentado un 18 % desde 2008 pese al descenso del 20 % de la población joven. La preferencia por cursar estudios universitarios ha aumentado 10 puntos porcentuales entre la población joven, pasando del 22 % en 2008 al 32 % en 2022.
Este incremento en la demanda hace evidente la importancia del sector para nuestra sociedad y el auge que los centros han sufrido en los últimos años, en los que no han parado de surgir nuevas universidades. Un ejemplo de ello es la Universidad Villanueva, que aunque tiene más de cuatro décadas de historia, estuvo adscrita a la Universidad Complutense y ha sido este año 2024 cuando ha completado su primera promoción de graduados como centro plenamente privado.
Su nueva rectora desde comienzos de año es Carmen Fuente, que ha trabajado sobre todo en el sector audiovisual y de telecomunicaciones –fue directora de contenidos de ONO y de canales temáticos de Planeta 2010– y es doctora en Comunicación y profesora titular en la universidad. Fuente atiende a El Debate para comentar el estado del sistema universitario en España y las características de la Universidad Villanueva.
—¿Cómo nace la Universidad Villanueva?
La Universidad Villanueva nació originalmente como centro adscrito, de hecho, nació como dos centros adscritos diferentes, uno dedicado a las titulaciones de Educación y otro en el área de las Ciencias Sociales y Jurídicas. El primero de ellos nació hace 46 años, o sea que es una trayectoria de más de cuatro décadas, y en 2018 iniciamos los trámites para desvincularnos de la Universidad Complutense y pasar a ser universidad privada. Las razones son las normales en todas las instituciones que han nacido como centros adscritos, y son de dos tipos: una tiene que ver con la autonomía en la gestión de los planes, de los contenidos de las titulaciones, de los planes de estudio y de la selección del profesorado.
La segunda razón es de carácter económico. Hay universidades que tenían unas tasas de adscripción muy elevadas que hacían poco competitivo el poder seguir siendo parte de la misma. Entonces, en 2018 iniciamos los trámites para la desvinculación y se terminó aprobando en 2020. Hemos tenido un calendario de implantación gradual de curso por año y hemos terminado la implantación justo este año.
—¿Cuáles son los valores de de la Universidad Villanueva? ¿Cómo quiere diferenciarse de otras universidades?
Las universidades se diferencian principalmente en tres ámbitos. En primer lugar, el ámbito del propósito, es decir cuál es su vocación de partida, para qué existen. La Universidad Villanueva es una universidad que nace desde una vocación educativa clara. Nacimos hace más de 40 años como institución universitaria. Hay en nosotros una vocación educativa que se ha mantenido durante décadas y que ahora, como universidad, se despliega con mayor potencial, en la medida en que somos responsables de nuestros propios planes de estudio, de la selección y desarrollo de nuestro profesorado, de la priorización de nuestras líneas de investigación y de los objetivos educativos y sociales que nos fijamos. Nuestro propósito puede resumirse de esta manera: queremos ser, sobre todo, universidad, es decir, responder a la triple misión de transmisión del conocimiento, de generación de conocimiento y de servicio a la sociedad que caracteriza a las universidades que han perdurado a través del tiempo.
En segundo lugar, las universidades se diferencian también por los valores que inspiran su actividad y orientan su toma de decisiones. En este ámbito, nuestros valores sustanciales pueden resumirse en estos tres: 1) somos una universidad de inspiración cristiana, abierta, acogedora, respetuosa e inclusiva; 2) orientamos nuestra actividad hacia el servicio a los alumnos y a toda la comunidad educativa, buscando desarrollar en todos los que la integramos una vocación de servicio, por ejemplo a través de metodologías docentes como el ApS (Aprendizaje-Servicio); 3) buscamos también trabajar para el bien de toda la sociedad, lo que se traduce, por ejemplo, en la integración de objetivos sociales y no solo curriculares, en el desarrollo de nuestras líneas de investigación.
Y en tercer lugar, las universidades nos diferenciamos por nuestro modelo educativo, qué metodologías priorizamos, cómo y en qué basamos nuestros modelos de aprendizaje. En la Universidad Villanueva tenemos una concepción integral de la educación que atiende no solo a la capacitación para el mercado laboral, sino fundamentalmente al desarrollo de todo el potencial que tienen nuestros alumnos y a su formación como personas cultas, capaces de entender la sociedad en la que les toca vivir. Esto implica potenciar metodologías activas y participativas, relación y seguimiento personal de cada alumno, y aplicación de estos principios a todas las modalidades de impartición de la docencia.
—¿Hay espacio para más universidades privadas?
–Las universidades privadas, por ejemplo, en Madrid, que es una de las comunidades donde hay más, no llegan al 30 % del total de alumnado. Si coges algunos indicadores, como la tasa de empleabilidad, es evidente que las universidades privadas son especialmente buenas en generar un alumnado que luego no solamente tiene capacidad de ubicarse en el mercado laboral, sino que también es un dato objetivo que esa tasa de empleabilidad está también vinculada a empleos mejor remunerados. Esto es una libertad no solo de mercado, sino también de enseñanza y ya veremos cuál es el techo. De momento el impacto del invierno demográfico todavía no se ha sentido, ya que si coges los datos de alumnos de nuevo ingreso en las universidades españolas verás que no ha decrecido.
Las universidades privadas en Madrid, que es una de las CC.AA. donde hay más, no llegan al 30 % del total de alumnado
A eso hay que sumarle el hecho de que cada vez recibimos más alumnos internacionales, porque ahí sí que hay un potencial de crecimiento que España no ha desarrollado todavía suficientemente, y es que nuestra tasa de internacionalización es bastante reducida si la comparamos con la de otros países de nuestro entorno. Lo que tenemos que ver es en realidad qué es lo que aporta la universidad privada a la sociedad en su conjunto y no perder jamás de vista en que no hay dos sistemas universitarios españoles, hay un único sistema universitario español y en él están integradas las públicas y las privadas, y es imprescindible la colaboración entre unas y otras. Son ofertas plurales y que atienden a también a públicos que no siempre son contradictorios entre sí. En Madrid, por ejemplo, hay una combinación extraordinariamente complementaria entre públicas y privadas y las decisiones de acudir a un tipo de institución u otra por parte de las familias en algunas titulaciones concretas está solo y estrictamente vinculada al prestigio y a la empleabilidad que genera la universidad, más que al hecho de que sea pública o privada. Luego viene la capacidad económica que puedan tener las familias, pero es un tema que tiene que ver más con el prestigio de la universidad y con su capacidad de dar una formación global que satisfaga lo que en este momento se necesita.
—¿A qué se debe este aumento del interés de los estudiantes por cursar grados universitarios?
–Tiene que ver posiblemente con el crecimiento de las clases medias, el aumento de la capacidad adquisitiva, y la dotación de cada vez mayores recursos al sistema de becas públicas. También es cierto que todavía no hemos experimentado cuál va a ser el impacto que va a tener sobre el alumnado universitario el nuevo desarrollo de la Formación Profesional de Grado Superior, que se está potenciando mucho y que en otros países tiene un peso mayor sobre la totalidad del sistema de educación superior del que ha tenido hasta ahora en España.
Se ha percibido como que el acceso a la universidad garantiza o permite unas expectativas laborales superiores, algo que se hace evidente en los datos, que demuestran que la empleabilidad del sector universitario es mayor que la media. Por otra parte, no ha habido exceso de oferta alternativa para acceder al mercado laboral que no sea la estrictamente universitaria, más allá de una formación profesional, que es ahora cuando se está realmente potenciando.
—Llegan los nuevos universitarios menos preparados?
–Lo que sí notamos, más que en el ámbito de los conocimientos, es en determinadas destrezas intelectuales. Esto está vinculado tanto al sistema educativo como al impacto que tiene la digitalización en el acceso a contenidos de los estudiantes. Ahí sí que hay determinadas competencias intelectuales que parece que se ven afectadas por el alto consumo de pantallas y notamos que algunos alumnos tienen más dificultades de comprensión lectora o para generar relaciones entre conceptos. Necesitamos todavía un poquito más de tiempo para ver cuál es el impacto real de todo esto, pero no creo que se pueda atribuir a una única causa.
—¿Móviles sí o móviles no en las aulas?
–Móviles no. Pero hablamos de un terminal pequeño que se utiliza fundamentalmente para propósitos de comunicación. No por dos razones: la principal, por un tema de educación escolar. Las aulas son para aprender, para formarse, para interrogarse. Los móviles tienen un formato que está diseñado para otro tipo de actividad que no es la de complemento lo que me está diciendo el profesor. Móviles no, pero portátiles y tablets, sí, siempre dependiendo de los contenidos, de la asignatura, de la modalidad de enseñanza, o de la metodología que ya se haya decidido. En síntesis, los móviles me parece que son disruptivos y distraen directamente de lo que se propone.
—¿Es necesaria una reforma del sistema universitario tal y como lo conocemos?
No está bien como está, entre otras cosas porque todavía no sabemos bien cómo está. Tenemos una ley general que es la Ley de Ordenación del Sistema Universitario (LOSU) que que todavía está pendiente de desarrollo y tenemos dos reales decretos precedentes, que en realidad tendrían que haber sucedido después, pero sucedieron antes. Esos reales decretos, que son los que fijan las condiciones del sistema universitario, las fijan en dos ámbitos: en quién y cómo puede crear universidades y quién y cómo puede poner titulaciones. Esos dos reales decretos son anteriores a la LOSU y en algunas de las disposiciones centrales están pendientes también de aclaración de desarrollo. Por lo tanto, todavía no sabemos cuál va a ser el impacto real del sistema normativo que hay ahora mismo y hace falta terminarlo.
El Gobierno ya ha anunciado su intención de modificar ese sistema, que todavía no está desarrollado, endureciendo las condiciones para la creación de nuevas universidades, así que estamos pendientes de ver qué ocurre. Por otro lado, el sistema universitario necesitaría un consenso, al igual que, en general, todo el sistema educativo, para que las leyes que se dicten sean capaces de generar un entorno universitario competitivo con el ámbito internacional y sean capaces también de de generar una producción científica de alto nivel.
Como he dicho antes, todos formamos parte de un único sistema universitario, y tenemos el deseo de que no solo en el ámbito de la política estatal pudiera alcanzarse un acuerdo respecto a qué modelo de desarrollo universitario, sino también en el ámbito de las relaciones entre los distintos ámbitos de política nacional y autonómica. Las comunidades autónomas tienen un peso determinado en la ejecución de las políticas nacionales y tienen también capacidad de intervención, por lo que esto sería muy deseable.