En el último tercio del siglo XX, casi dos millones de andaluces dejaron su tierra buscando un futuro mejor y la mitad de ellos lo hicieron con destino a Cataluña. Su vida no fue fácil, muchos cruzaron España en un tren, «el sevillano», y al llegar a la Estación de Francia en Barcelona se iban directos a trabajar. Durante los fines de semana construían su casa con sus propias manos. Decenas de barrios en Terrassa, L’ Hospitalet, Mataró, Badalona, Santa Coloma de Gramanet o Sabadell son testigos de esa historia. Un museo sobre la inmigración en Sant Adrià del Besos, al lado de la Ciudad Deportiva del RCD Espanyol y del barrio de la Mina, fuera de cualquier circuito turístico, languidece y un vagón del sevillano sigue ahí como testigo mudo de la historia.
La Cataluña próspera del tramo final del siglo pasado y los primeros años del actual no se entenderían sin el abnegado trabajo de los andaluces. Ellos levantaron la Cataluña actual. A día de hoy 570.000 siguen viviendo en Cataluña, especialmente Barcelona y los municipios del área metropolitana. Todos ellos siguen las elecciones de hoy en Andalucía con especial interés porque muchos de los que viajaron con ellos en el sevillano, al jubilarse, volvieron al sur; otros, tras años de duro trabajo, usaron sus ahorros en recuperar sus hogares de nacimiento en Adra, Salobreña, Villanueva del Trabuco, Isla Cristina y tantos y tantos pueblos de Andalucía que vieron cómo sus hijos se iban a buscar la vida lejos de su casa.
La Cataluña próspera de finales del siglo pasado y principios del actual no se entenderían sin el trabajo de los andaluces
De comunidad emigrante a competidor
La relación de Andalucía con Cataluña es intensa. En las primeras elecciones autonómicas catalanas, en 1980, el Partido Socialista andaluz obtuvo dos diputados en el parlamento catalán. Durante décadas, infinidad de entidades culturales repartidas por todos los barrios periféricos de ciudades dormitorio daban cuenta de la huella andaluza en Cataluña, la Romería del Rocío en Montmeló, la Feria de Abril, primero en Barbera y ahora en Barcelona.
Pero en los últimos años, de la cultura y folclore se ha pasado a la economía. El goteo de empresas que huyen de Cataluña buscando un marco fiscal más atractivo y mayor seguridad jurídica no para, y en 2021 Andalucía fue la segunda receptora de empresas catalanas por detrás de Madrid. Un 12 % del total de las salidas empresariales de Cataluña se dirigieron a Andalucía, desde 2017 grandes firmas como Gallo, San Miguel, Sanatur o Blue Sun han optado por Andalucía.
2021 fue el último año en el que Cataluña lideró el ranking de autónomos de España con 546.996 (enero de 2021). En 2022, ese liderazgo lo ha asumido Andalucía con 560.817 trabajadores autónomos, unos pocos miles más que Cataluña, pero es un dato muy significativo.
El recelo de las élites
La élite política nacionalista, con Pujol al frente, siempre receló de los andaluces. El expresidente había publicado un libro en 1958 titulado La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, en el que dejó escrito que «el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido, es generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural y mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad. A menudo da pruebas de una excelente madera humana, pero de entrada constituye la muestra de menor valor social».
En 2021 Andalucía fue la segunda receptora de empresas catalanas detrás de Madrid
La parte clave de la reflexión de Pujol es: «si por la fuerza del número llegase a dominar –refiriéndose a la demografía catalana–, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña». Pujol tuvo que disculparse ya siendo presidente de la Generalitat en diversas ocasiones de estas afirmaciones, pero su disculpa pública no arraigó en su propio domicilio. Su esposa, Marta Ferrusola, cuando José Montilla, nacido en Iznájar (Córdoba), fue elegido presidente de la Generalitat, declaró en Radio Teletaxi que «me molesta mucho que Montilla no hable catalán y que sea presidente de la Generalitat porque tiene nombre castellano» (sic). Montilla llegó a Cataluña un año después del nacimiento de Moreno Bonilla, en 1971. Ferrusola aclaró en esa entrevista que para ella «lo peor de los inmigrantes es que solo dicen 'dame de comer', y no saben decirlo en catalán».
Pero las ideas de Pujol, disculpa de por medio, calaron entre los políticos nacionalistas y parte de la sociedad catalana. En 2011, Duran i Lleida, exlíder de Unió, socio de Pujol, afirmó que «mientras nuestro payés tiene que dejar alguna fruta en el árbol porque no la puede coger y no le sale a cuenta, en otros sitios de España con lo que damos nosotros a la aportación conjunta del Estado reciben un PER para pasar una mañana o toda la jornada en el bar del pueblo».
El propio Junqueras, sin focalizar de forma directa en los andaluces, sostuvo que «un catalán tiene mayor proximidad genética con un francés que con un español y con un italiano que con un portugués». La ideología racista de Junqueras es un mix entre el legado Pujolista y el de Arzalluz y su análisis del ADN euskaldun.
Hoy Andalucía ha dejado de ser lugar de huida para ser punto de retorno. Málaga compite con Barcelona, el puerto de Algeciras con el de Barcelona, el turismo andaluz con el catalán. Andalucía se mueve, y en Cataluña los dirigentes nacionalistas anclados en sus tópicos no saben por qué les están alcanzado o superando.