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Entrevista a la diputada de Vox

Lourdes Méndez: «La izquierda ha instaurado la cultura de la muerte donde el aborto se ve algo normal»

La diputada de Vox ha impulsado la demanda admitida por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra el «retraso injustificado» en la sentencia del Constitucional sobre la «Ley Aído»

Lourdes Méndez Monasterio ha conseguido, junto con 19 diputados más, que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) admita la primera demanda contra el Tribunal Constitucional español. En litigio el retraso «injustificado» en la resolución del recurso presentado, en 2010, por setenta y un diputados del Partido Popular contra la conocida como «Ley Aído», o la ley de plazos del aborto, aprobada bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero

Ha abanderado una ambiciosa iniciativa en Europa contra el Constitucional por no haber resuelto en los últimos once años el recurso contra la ley del aborto. ¿Qué es lo que la lleva a seguir peleando por ello?

–La defensa de la vida es el valor que sustenta todo nuestro ordenamiento jurídico, es el valor que sustenta la convivencia entre las personas, un valor absolutamente fundamental y esencial para el que si no existe Justicia no habrá nunca paz. Yo creo que un político tiene que defender aquello en lo que se basan las relaciones humanas y la propia civilización, frente a la barbarie. La posición sobre el aborto no se puede dejar ni a tacticismos, ni a consensos, ni a rentabilidades políticas. Para mí es absolutamente prioritario.

Sin embargo, ¿hay gente que se ha quedado por el camino o al menos da esa sensación? ¿Está ganando la batalla el relato de la izquierda?.

–Si las personas que defendemos una idea, un valor como es el de la vida, no lo hacemos a pesar de todo, obviamente le estamos haciendo el juego a la izquierda. En el caso de la «ley Aído» es un caso muy de manual. La izquierda, desde que se aprueba nuestra Constitución de 1978, emplea 13 legislaturas hasta que se aprueba la norma vigente. La hoja de ruta del PSOE, ya en las primeras iniciativas que presentaba con Izquierda Unida, siempre ha tendido al aborto libre y su objetivo fundamental era articular un cambio de mentalidad. No era ni siquiera regular las situaciones que se producían en España en cuanto a que se pudieran realizar abortos porque con la norma anterior se realizaban todos los abortos, lamentablemente. De hecho, había turismo abortivo en España, pero la izquierda quería algo más, quería modificar nuestra cultura, quería modificar nuestra mentalidad. 

Por eso insistieron, conscientes de la función pedagógica que producen las leyes: aquello que se aprueban es lo bueno, es la verdad, es lo oportuno, es lo posible. Porque aunque la ley de plazos no se demandaba socialmente, sí conceptuaba el aborto como un derecho. Y llegó la derecha, el centroderecha del Partido Popular, en el año 2011, y no la  derogó aún habiéndolo prometido y pese a que es una ley inconstitucional. 

¿Por qué cree que la «Ley Aído» es inconstitucional? 

–Además de que existen sentencias y doctrina constitucional donde efectivamente de las que se puede interpretar que esa ley era absolutamente inconstitucional, lo primero y fundamental es porque nadie tiene derecho a matar a nadie. El aborto es la disponibilidad absoluta sobre la vida de un ser humano, un nasciturus, y el Estado tiene la obligación de protegerlo cosa que con la ley actual no sucede. 

Durante los 11 años en los que la «Ley Aído» ha estado vigente se ha conseguido una modificación cultural: del 30 %, de 2010, al 60 % de la población que en 2020 admite los plazos en el aborto

Y durante los 11 años en los que ha estado vigente, se ha conseguido una modificación cultural, y por lo tanto de la mentalidad colectiva, hasta el punto cuando entró en vigor la ley de plazos, en el año 2010, solamente la admitía el 30€ de la población española. En el año 2020 ya era más del 60 %. Por lo tanto, la izquierda ha conseguido su objetivo: que el aborto se considere como algo normal, como un anticonceptivo más, porque el centroderecha o el partido del centro derecha no hizo lo que tenía que hacer mientras la izquierda sí que lo hizo. Asentar una cultura de la muerte que se culmina con la aprobación de la ley de la eutanasia. Tienen una agenda muy bien concebida y cuando hay la más mínima posibilidad la ejecutan. 

¿Cree que el Tribunal Constitucional dará marcha atrás?

–El Tribunal Constitucional es el último recurso que queda para intentar que lleguemos a defender la vida de una manera justa pero el tema del aborto no es un tema jurídico, sino político, ontológico. Esto va de defender la vida. Y los partidos políticos tienen que decidir si la defienden o no pero lo que no pueden, ni deben, es ceder su responsabilidad y decir que van a acudir ante el Tribunal Constitucional y que será lo que diga la sentencia lo que ponga en práctica. Si un partido político defiende la vida tendrá que regular y aprobar leyes que defiendan la vida y que además consideren el aborto como un hecho antijurídico, porque voluntariamente no se puede disponer de la vida de otro ser humano. Puede haber algunas circunstancias que lleven a despenalizar las conductas de quienes se someten  a un aborto pero que ese hecho pueda ser despenalizado no significa que no sea un hecho contrario a derecho.

¿Qué falla en una sociedad que se instala en la idea de que el aborto es la única salida? ¿Es responsabilidad única de quienes toman la decisión o compartida con quienes no les dan alternativas?

–Obviamente sí. Desde los diferentes Gobiernos, desde el Estado, no se realiza ninguna política de ayuda a la mujer embarazada. Lamentablemente en España una persona que tiene problemas y llega a un centro de la Seguridad Social en la mayoría de los casos, no digo todos, la derivan a un centro abortivo. No le preguntan nada más: ni qué tipo de apoyo necesitaría, ni si quiere alternativas. Y no solamente eso, sino que el Estado, además, trata como delincuentes a esas personas que están en las puertas, de lo que yo llamo centros de exterminio, intentando darle información a las mujeres que van a someterse a un aborto –porque muchas no saben realmente qué es, qué significa– o incluso darles apoyo posterior al sufrimiento que genera. 

¿Quiere decir que las mujeres que han decidido abortar no lo hacen voluntariamente?.

–En primer lugar, yo considero que en muchos casos su decisión no es libre. Primero, porque no se le dan ni la información, ni los apoyos suficientes. No se habla para nada del síndrome de aborto. Y, segundo, porque las mujeres que toman esa decisión lo hacen en un estado emocional muy delicado y estresante. Yo he estado en contacto con muchas víctimas del aborto y muchas de ellas han ido presionadas porque todo el sistema está concebido para considerar que el aborto es algo normal, es algo natural, es un medio anticonceptivo más y no se está considerando realmente el valor que tiene una vida y las terribles consecuencias que puede tener el sesgarla. 

El tema del aborto no es un jurídico, sino político y ontológico. Esto va de defender la vida y los partidos tienen que decidir si la defienden, o no, sin trasladar su responsabilidad a los tribunales 

Ninguna de las mujeres que han tenido esos hijos que querían haber abortado, se han arrepentido. Sin embargo, sí que hay muchas mujeres que se han arrepentido de haber abortado. Por lo tanto, no se puede considerar que vayan de una manera libre cuando son presionadas por muchísimas circunstancias que habría que entrara a valorar a la hora de regular el tema legal.

¿Qué pasa con las mujeres, que las hay, que acuden dos y tres y cuatro veces a abortar? ¿No están informadas?

–Yo creo que se frivoliza mucho sobre las relaciones sexuales que se realizan sin ningún tipo de consecuencia. Por lo tanto, no se toman las precauciones pertinentes porque el aborto se ha llegado a considerar como un método anticonceptivo más. No pasa nada por abortar. Eso es brutal y es lo que hace que haya mujeres que abortan dos, tres, cuatro, cinco, seis veces... 

No se puede consentir que traten de justificar sus propias acciones y que no pasa nada porque entonces estamos educando a unos jóvenes a los que les decimos que sus actos no tienen consecuencias y la libertad supone, precisamente, que los actos que realizan tienen consecuencias y por lo tanto cada uno es responsable de sus actos. 

¿Qué es lo que falla?

–Obviamente hay que estudiar qué está ocurriendo en España para que se produzcan tal cantidad de abortos –están muriendo más de 100.000 niños al año, según datos oficiales– porque para ninguna mujer es grato abortar. La tasa de fertilidad en España es suicida, absolutamente suicida. Por lo tanto, ¿qué intención tienen estos Gobiernos para no solucionar un problema que podrían atajar con campañas publicitarias para que culturalmente se sepa el valor que tiene una vida, el valor de la familia, el valor del niño no nacido? 

O preguntarnos por qué no intentan cambiar esa mentalidad de los trabajos y las empresas para no demonizar la maternidad y que ninguna mujer esté presionada y tenga que abortar porque si no, a lo mejor, pierde el trabajo. Se tendría que ver que es lo que está pasando con las presiones que muchos chicos realizan sobre las chicas para que aborten. ¿Acaso eso no es violencia contra la mujer? Y también habría que considerar qué pasa con esos padres, con esos chicos que sí quieren tener a ese hijo sobre el que no pueden decidir. Porque a los hombres aquí se les está dejando a un lado. Si los Gobiernos fueran políticamente más humanos deberían de abordar el tema de una manera bastante más rigurosa y menos cruel.

¿Tiene algo que ver la demonización de la maternidad que hace la izquierda cuando la sostenibilidad de una sociedad pasa por incrementar su demografía?

–La izquierda considera que la igualdad de la mujer con el hombre significa el igualarse en los roles. Ya Simone de Beauvoir decía que la mujer no sería libre hasta que no se desprendiera de su maternidad. Por lo tanto, esta izquierda radical, antinatural, inhumana consideró que la maternidad era algo que esclavizaba. Claro, si resulta que no se tiene en cuenta la naturaleza de la mujer para realizar cualquier tipo de políticas o para aprobar leyes, se está yendo en contra de la mujer. La capacidad que tiene la mujer para ser madre es un elemento constitutivo de la naturaleza femenina que influye en su forma de ser y en su modo de comportarse. Por lo tanto o tenemos en cuenta este dato para legislar o no estaremos ayudando en nada a la mujer. Muchas mujeres querrían quedarse en casa con sus hijos en lugar de salir a trabajar, que esa es otra mentira institucionalizada en España. No es cierto que las mujeres quieran priorizar su trabajo profesional por encima del ser madres y quedarse en sus casas, o intentar conciliar o compatibilizar ese trabajo con el ser madre. Sin embargo, ahora mismo es muy complicado porque la situación económica no lo permite. 

No tener hijos es un error muy grande porque no se hace a las mujeres ni más libres ni más felices. La mujer no es más feliz porque no tenga hijos. La mujer no es más feliz porque se dedique en exclusiva a ser directiva de un banco.

Ahora que Europa ha admitido supervisar al Constitucional, ¿cuáles son vuestras expectativas? 

–Yo creo que el único acicate del Constitucional para dictar sentencia sobre el aborto ha sido la demanda que nosotros hemos interpuesto ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Hasta entonces no se había oído nunca hablar de que se iba a dictar una resolución y ahora ya estamos viendo que existe esa posibilidad. Y seguramente se produzca antes de que se tenga una resolución del TEDH. Pero que la demanda se haya admitido ya es un éxito porque el 95 % de las que se presentan son rechazadas. 

Ninguna de las mujeres que han tenido esos hijos que querían haber abortado, se han arrepentido. Sin embargo, sí que hay muchas mujeres que se han arrepentido de haber abortado

¿No es más bien un fracaso el que el Tribunal Constitucional se haya visto en esta tesitura?

–No es un tema difícil de resolver si se hubiera tenido la voluntad de hacer lo que se tiene que hacer, obviamente. Yo considero al Constitucional un Tribunal muy politizado que, además, ha sido cobarde a la hora de enfrentarse con un tema que es absolutamente fundamental, como es el valor de la vida. Y, ahora, se tiene que abordar porque se ha renunciado a la tutela jurídica sin dilaciones indebidas a las que tienen derecho todos los ciudadanos según el artículo 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Y no sólo han pasado once años, once, sino que no se paralizó la ejecución de aquella ley, precisamente, porque sus efectos son absolutamente irreparables. Aún así yo tengo esperanza en que se dicte una sentencia justa que declare la actual «ley Aído» inconstitucional que diga que el aborto no es un derecho –sino un hecho contra derecho– y declare que el nasciturus es un bien jurídicamente protegido al que el Estado tiene que proteger de una manera rigurosa. 

Si el Constitucional anulase finalmente la «Ley Aído» ¿cómo se recuperan estos once años de vigencia?

–Es absolutamente imposible. De ahí la responsabilidad de un partido político que prometió que iba a derogar esa ley, que lleva 11 años en vigor, y que no solamente no lo hizo sino que ha sido cómplice y cooperado en que se implante una mentalidad que ha dado lugar a más de un millón de muertes de niños inocentes. Esa es la responsabilidad de un partido que ahora dice que va a esperar a una sentencia del Tribunal Constitucional para saber cuál es su postura. Obviamente a mí me produce bastante repugnancia. Es muy cobarde y hasta un tanto perversa, precisamente, por el tema del que estamos hablando.

¿Cuáles son las propuestas de Vox para resolver el problema?

–En primer lugar, políticas en positivo, pedagógicas, donde se dijera que la vida es algo fundamental, un valor que además de ayudar a la familia, ayuda a la sociedad. Estamos en una sociedad en la que tener un hijo se considera una carga y, por lo tanto, hay que darle la vuelta, modificar la mirada social y personal para saber que una vida siempre es un valor inestimable, que todo el sistema –en lo familiar, laboral o personal– lo viera como una realidad enriquecedora. También hacer estudios sobre cuáles son las causas y los problemas para que una mujer aborte. Hay encuestas que arrojan datos sobre cómo las personas que trabajan por cuenta ajena abortan más que las personas autónomas. Luego, por lo tanto, a lo mejor es esencial ayudar a las empresas para que se considere el valor de la mujer embarazada. Y, por último, ayudar a las mujeres que van a tener hijos y a sus familias para que puedan tenerlos: estoy hablando de proporcionarles vivienda, de aportaciones de carácter económico a lo largo de un tiempo, de permisos maternales...