Fuerzas Armadas La Base Naval de Rota, un valor de futuro
El mundo que desean los españoles se basa en los mismos valores que defiende el pueblo norteamericano: democracia, libertades individuales, respeto a los derechos humanos e imperio de la ley
Hay muchos motivos para que España se felicite por el éxito de la reciente Cumbre de la OTAN en Madrid. Para la historia quedarán la excelente organización de todos los actos programados y las demostraciones de cohesión entre los líderes occidentales que, por desgracia, habían faltado en otras ocasiones.
Lo que es seguro, es que los enfrentamientos públicos acaecidos en los años anteriores entre europeos y norteamericanos han contribuido a hacer pensar al presidente Vladimir Putin, que podía invadir Ucrania sin provocar una respuesta sólida de la Alianza. Contribuyeron, en definitiva, a hacer menos eficaz la disuasión.
Desde la perspectiva nacional, cabe felicitarse por dos realidades relativamente novedosas que acreditan la madurez de buena parte de la ciudadanía española: la normalidad con la que la opinión pública reaccionó ante la cumbre y, aún más importante, el fracaso de las movilizaciones en contra de la OTAN.
En un escenario internacional dominado por la invasión rusa de Ucrania, fueron solo unos pocos miles los ciudadanos que salieron a la calle a cantar, como si el mundo no hubiera evolucionado en las últimas décadas, la vieja consigna ochentera que todos recordamos: «OTAN no, bases fuera».
Frente a esos pocos miles, aquellos que se quedaron en casa prestaron un mejor servicio a la causa de la paz, porque la firmeza de los pueblos, al igual que la de sus líderes, es un poderoso argumento disuasorio.
Los agresores de todos los tiempos toman sus decisiones confiando en que la desunión de la opinión pública de sus oponentes les permita salirse con la suya
El presidente ruso sabe que la fortaleza de las naciones depende de la cohesión del triángulo que forman el líder, su ejército y su pueblo. Por eso, controla con mano de hierro la información que llega a su ciudadanía. Por eso se esfuerza tanto por atacar el verdadero centro de gravedad de la seguridad occidental: su opinión pública.
Para Putin, la libertad de la opinión pública, es una debilidad que merece desprecio y una vulnerabilidad que es posible explotar.
Para que los españoles podamos ejercer nuestra soberanía, es necesario combatir la desinformación, ya sea la sembrada por el Kremlin o la autóctona, que también existe. Y es este un trabajo que, en los últimos meses, se está haciendo bien.
Son numerosos los analistas que nos han explicado cómo contribuye la OTAN a nuestra seguridad y libertad. Y son estas explicaciones las que reflejan en los resultados de las encuestas, la muestra de un apoyo histórico a la Alianza Atlántica.
No son tantos, sin embargo, los que han analizado el papel de las bases y, en concreto, el importante papel que juega la Base Naval de Rota en la seguridad de los españoles. Un papel que también es noticia en estos días por un hecho que es bilateral: la solicitud de los Estados Unidos de incrementar el número de destructores en el puerto andaluz.
España y la creación de Rota
¿Qué nos aporta a los españoles la Base Naval de Rota? Para responder a esta pregunta, debemos analizar la historia del siglo pasado.
En septiembre de 1953, el gobierno de Franco firmó con el norteamericano de Eisenhower los Pactos de Madrid. Lo acordado en estos pactos fue la autorización de la apertura en territorio español de cuatro bases militares compartidas a cambio de una ayuda económica y militar relativamente modesta. Además del apoyo político que la España de Franco necesitaba para salir del ostracismo.
La Base Naval de Rota, que sería la que a la larga adquiriría mayor importancia estratégica, se construyó con dinero norteamericano, ocupando un espacio de 24 kilómetros cuadrados entre el municipio de Rota y el Puerto de Santa María.
Justo después de la crisis de los misiles de Cuba, la Base de Rota llegó a albergar un escuadrón de submarinos nucleares armados con los misiles Polaris. Esto venía a compensar el balance estratégico después de la retirada de los misiles Júpiter desplegados en Turquía.
Rota llegó a convertirse en un peón importante en el tablero de la disuasión. Un papel que puso en riesgo a la población local
En el año 1975, un conjunto de factores facilitaron la decisión de retirar de Rota el escuadrón de submarinos balísticos. La Base Naval adquiría así el carácter logístico, propio de las instalaciones de apoyo en la retaguardia, que desde entonces es su razón de ser.
Pocos años después, la entrada en la OTAN y las condiciones del referéndum de adhesión, cuya fórmula incluía la reducción de la presencia norteamericana en España, crearon las condiciones para firmar en 1988 un convenio radicalmente nuevo.
Un convenio, esta vez, entre teóricos iguales. Tan iguales como pueden serlo una pequeña gacela y un enorme elefante. Pero se trata —o eso pensamos la mayoría— de una gacela y un elefante bastante bien avenidos: las bases ya no son compartidas, sino españolas de utilización conjunta.
Las concesiones, en cuanto al régimen aduanero o jurídico del personal, dejaron de ser unilaterales y pasaron a ser recíprocas y la compensación dejó de ser fundamentalmente económica y pasó a términos de seguridad compartida.
En el marco del nuevo convenio, desaparecen las bases de Torrejón y Zaragoza. Rota, sin embargo, no se discute. Su valor estratégico, que se ha mantenido intacto desde su creación, se deriva de tres factores tan importantes hoy como hace ocho décadas: su situación privilegiada, próxima al Estrecho de Gibraltar; su buena meteorología y su extensión.
Respecto a este último factor, cabe destacar su relevancia puesto que permite albergar desahogadamente en el mismo recinto un puerto con sus correspondientes instalaciones logísticas y un gran aeropuerto militar que permite operar a los mayores aviones de transporte de las Fuerzas Aéreas de los EE.UU.
¿Qué aporta hoy Rota a EE.UU.?
La Guerra Fría ha terminado, aunque en estos días no sepamos con certeza hasta qué punto la Guerra de Ucrania puede volver a reiniciarla. Pero la Primavera Árabe, inicialmente prometedora, ha fracasado en muchos países creando una inestabilidad que no existía en el mundo bipolar de hace unas décadas.
El Mediterráneo, el norte de África y Oriente Medio siguen siendo áreas de enorme conflictividad donde Rusia y China (la gran potencia emergente) buscan expandir sus áreas de influencia, a veces legítimamente y otras no tanto.
La respuesta occidental a los desafíos de seguridad en el siglo XXI incluye éxitos como el de la coalición contra el ISIS, fracasos como los de Irak y Afganistán y sonoras ausencias, como la de Siria.
A estas alturas, resulta evidente que ninguno de los problemas que se plantean en escenarios tan complejos como los citados tiene solución bélica. Pero pocos pueden resolverse sin la contribución de la herramienta militar, ya sea para enseñar los dientes o para dar seguridad a las acciones económicas, diplomáticas o humanitarias.
Hay líderes que no entienden otro lenguaje que el de la fuerza
En ese contexto estratégico, la Base Naval de Rota tiene un doble valor para los EE.UU. En primer lugar, es el mejor nodo logístico para apoyar las operaciones en Oriente Medio o África. Sin salir de la base, los vehículos y helicópteros transportados por los grandes buques del Military Sealift Command pueden embarcar en pesados aviones de transporte C-5 o C-17 para llegar en vuelo a lugares tan lejanos como Irak o Afganistán.
En segundo lugar, desde 2014, Rota es la base de cuatro de los destructores de la clase Arleigh Burke —que serán seis, si el congreso aprueba la modificación del convenio actual solicitada por Biden— cuya presencia en un espacio marítimo clave, entre el Mediterráneo y el Atlántico y entre Europa y África sirve a los intereses de los EE. UU. y a los de sus aliados.
Rota en la Alianza Atlántica
La más importante —aunque no la única— de las misiones asignadas a estos destructores es la defensa de Europa contra misiles balísticos. Ya en 2010, la OTAN decidió impulsar un programa para defender a los ciudadanos europeos de una amenaza que ha ido creciendo con la proliferación de una tecnología no excesivamente compleja.
El enemigo no era Rusia —que, de hecho, estaba invitada a participar— sino terceros países como Irán y Corea del Norte, o grupos terroristas que, como el ISIS, pudieran aspirar a disponer de esa capacidad. Integrados en lo que, con bienintencionado triunfalismo, se denominó «escudo antimisiles».
Los sistemas Aegis de los destructores norteamericanos, convenientemente posicionados bajo las trayectorias más probables, son capaces de detectar y derribar en vuelo misiles balísticos antes de que alcancen sus blancos en Europa. Una capacidad que, si los españoles lo desean, pueden también adquirir las fragatas de la clase «Álvaro de Bazán».
Beneficios para España
La primera contrapartida es, y así consta en el texto del convenio, la seguridad compartida. No siempre hemos estado de acuerdo con la política exterior de los Estados Unidos y no siempre lo estaremos en el futuro.
Pero eso no debería hacernos olvidar que, aunque a veces defendamos otras políticas, casi siempre menos agresivas, el mundo que desean los españoles se basa en los mismos valores que defiende el pueblo norteamericano: democracia, libertades individuales, respeto a los derechos humanos e imperio de la ley.
Con sus errores y sus aciertos, sus innegables dobles raseros y sus excesos, es incuestionable —aunque no sea perfecto— el papel que los Estados Unidos han jugado en favor de la democracia.
En la hoja de servicios de la gran potencia norteamericana está la derrota de Hitler, la contención del comunismo soviético, el castigo del amparo dado al terrorismo por ciertos estados —único resultado objetivamente positivo de la Guerra de Afganistán— y el freno al expansionismo de la Rusia de Putin.
Rota es importante en la estrategia americana y los españoles somos sus dueños
No tenemos derecho de veto sobre todo lo que hacen los destructores americanos en sus despliegues en beneficio de la seguridad de los EE.UU., pero sí podemos dar por finalizado el convenio si no estuviéramos de acuerdo con sus misiones, y esa realidad hace que nuestra opinión, a través de los mecanismos de consulta que el propio convenio establece, cuente.
En la bahía de Cádiz
Los ciudadanos de Rota y, en menor medida, los del Puerto de Santa María, lo tienen muy claro. Por una parte, diversidad cultural. Dentro de la base hay una pequeña ciudad norteamericana, con sus tiendas, escuelas, centros de recreo y hasta anticuados semáforos colgantes como los que vemos en las películas.
Por la otra, aún más importante, desarrollo económico. Un desarrollo económico con un valor añadido, la tecnología. Al contrario que en el pasado, la aportación de los EE. UU. a la economía de la zona no se basa solo en el ocio, el consumo o las rentas de las familias norteamericanas que viven en las proximidades de la base.
Hoy, el mantenimiento de los destructores ofrece a la industria naval de la bahía ingresos sustanciales —del orden de 60 millones de euros anuales— y puestos de trabajo de alta cualificación.
Los beneficios, en este caso, son compartidos. En reiteradas ocasiones —y a todos los niveles— los mandos de la US Navy han puesto de manifiesto su satisfacción por los servicios recibidos en una base que además, por su hospitalidad, se ha convertido en uno de los destinos preferidos para los jóvenes marinos norteamericanos.
La relación Armada / EE.UU.
La lista es larga y empieza con la firma de los primeros acuerdos. En los años cincuenta y sesenta, la Armada recibió de los EE. UU. barcos retirados del servicio tras la Segunda Guerra Mundial y sistemas electrónicos imprescindibles para los programas de modernización.
En los años setenta, a la entrega de buques se unió la asistencia para la construcción en España de diseños norteamericanos. En los ochenta, además, los ejercicios bilaterales prepararon a la Armada para la entrada en la OTAN.
Desde la integración en la Alianza Atlántica, la industria y la marina de los EE. UU. han continuado apoyando tanto a la Armada como a la construcción naval española en el diseño de buques que, como demuestra su éxito en los mercados internacionales, pueden competir con los mejores del mundo.
Algo que, recordemos, no ocurría desde que la Guerra de la Independencia obligó a interrumpir la actividad de los arsenales creados por Patiño y el Marqués de la Ensenada.
En este proceso, enriquecedor para España y para la Armada, juega un papel importante el convenio bilateral. Una cláusula añadida en 2002 reconoce «la importancia de la cooperación industrial y tecnológica de defensa para fortalecer la defensa común» y añade que ambas naciones «se esforzarán para mejorar esta cooperación bilateral entre los dos Gobiernos y entre sus empresas de defensa, y para adoptar las medidas encaminadas a conseguir una base industrial más fuerte e integrada».
La Base Naval de Rota es, en definitiva, una de las anclas que nos une a la comunidad de naciones de la que queremos formar parte
La Base de Rota nos trae prosperidad a la Bahía de Cádiz, tecnología a nuestra industria, capacidades a la Armada y, por si eso fuera poco, refuerza nuestra voz en temas de seguridad compartida.
Frente a estas realidades, solo quienes, por convencimiento o conveniencia, desean para España un lugar diferente en el mundo, quizá en la órbita de otras potencias que defienden otros valores, lejanos a nuestra cultura y a nuestra herencia, pueden salir sin vergüenza a la calle a gritar, en las grandes ocasiones, su cansino «OTAN no, bases fuera.» Es su derecho, como es el de los demás, el no hacerles caso.