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Comunidad Valenciana  Resignación y confusión en el comercio valenciano en el primer día del decreto de Sánchez y Ribera

Sectores como la hostelería o las agencias de viajes muestran sus reservas ante un plan de contingencia que no les convence

«No queda más remedio que cumplir la ley». Este es el sentir general en el ámbito comercial en Valencia. Pocas horas después de haber entrado en vigor el real decreto por el que se establecen medidas orientadas al ahorro energético, no son pocos los empresarios locales que aún desconocen cómo aplicar esas pautas y son aún más los que, sin compartir las formas de la norma, se resignan a cumplirla y así evitar posibles sanciones.

Un ejemplo es Mari Carmen, que ejerce como psicóloga en una clínica en el ensanche de Valencia, colindando con una de las Gran Vía. Según explica, tendrá que mantener el termostato a los 27 grados estipulados en el Decreto, aunque pondrá ciertas «excepciones»: «Si un paciente viene, sobre todo en las primeras sesiones cuando aún no hay confianza y le cuesta soltarse, y me pide subir o bajar la temperatura, evidentemente lo haré para que esté a gusto. Solo faltaba que se sintiera incómodo y pagara por algo contraproducente para él en base a una medida que no va a ninguna parte», asegura la psicóloga.

En esta línea, Mari Carmen insiste en que lo primero es el bienestar del paciente y para ello, la atmósfera es «parte esencial». «La gente no va a un psicólogo a pasar frío o calor, sino a tratar ciertos temas relevantes en su vida o personalidad y si no le proporcionamos un contexto adecuado para tratarlo, el principal perjudicado es el propio paciente. No le podemos negar el confort que necesita», señala.

Hace unos meses me gasté dos mil euros en unas puertas… ¿y ahora me dicen que he de poner unas automáticas?Matías RodríguezHostelero

Desde que se anunciaron las medidas contempladas en el real decreto, el sector de la hostelería ha sido el que más atención mediática ha recibido. Al respecto, el dueño del emblemático bar Rojas Clemente, ubicado en los bajos del mercado con el mismo nombre, Matías Rodríguez, expresa sus recelos ante ciertos aspectos de la norma, como el que hace referencia a la obligatoriedad de contar con puertas automáticas y, mientras tanto, mantener la actual puerta cerrada para evitar el «derroche de aire acondicionado» –en palabras de la propia Teresa Ribera–: «Hace unos meses me gasté dos mil euros en unas puertas… ¿y ahora me dicen que he de poner unas automáticas?», se pregunta contrariado.

Asimismo, González muestra su rechazo ante el hecho de mantener cerrada la puerta de entrada al bar en todo momento. Según relata, en el negocio son doce personas, lo que supone «un ir y venir continuo». «Cada mañana servimos más de doscientos almuerzos. Si tenemos que ir abriendo y cerrando cada vez que pasamos con los platos y vasos va a ser una locura», insiste el empresario.

Imposible para ver el fútbol

Pi y Sonia –nombre adaptado del suyo en chino– son una pareja asiática que regenta un bar-restaurante español en la zona de Juan Llorens, una de las más frecuentadas de Valencia. Preguntados sobre cómo les afectará las restricciones energéticas impuestas por Sánchez, Pi prefiere no contestar y dejarle hablar a su mujer: «Antes teníamos una televisión entre la terraza y el interior, que nos obligaron a quitar. Ahora, los clientes que no se sientan en la terraza tienen que estar dentro y hace mucho calor, es un pasillo muy largo».

Así, Sonia incide: «Tenemos un proyector y la gente quiere ver ahí el fútbol. Los clientes comen, beben, se enfadan y se abrazan cuando marca su equipo. Es imposible estar a veinticinco o veintisiete grados porque la sensación es de cinco o siete más», asegura la dueña del bar. Como ejemplo de ello, Sonia ironiza casos: «Aquí caben casi cien personas. Cuando hay un buen partido de la Champions League, una final o un Real Madrid-Barcelona tendría que ponerlo a cinco grados bajo cero para estar a veinticinco reales».

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Apagar las pirámides de Egipto

Otro sector afectado por las medidas restrictivas de Sánchez es de las agencias de viajes. Miriam regenta junto a su socia una agencia de viajes propia en una céntrica calle de Valencia y no está de acuerdo con que tenga que apagar las luces de su escaparate a las diez de la noche. De hecho, lo cataloga de «tontería absurda». «Lo que gastamos en esas horas no llega a ser ridículo y nos perjudica enormemente». Visiblemente enfadada, Miriam recuerda lo que el sector sufrió en los momentos más duros de la pandemia: «Nos cerraron, tardaremos años en recuperarnos, nos tuvimos que reinventar con lo poco que teníamos y lo mucho que pedimos y ahora nos dan la puntilla».

En este sentido, la copropietaria de la agencia de viajes asegura que nunca será «capaz de entender el daño que hacen cuatro lucecitas de nada en un escaparate». «Nuestros servicios son visuales, tenemos que entrar por el ojo. Si a una determinada hora nos obligan a apagar nuestro trabajo, que nos explique Sánchez cómo el viandante se puede sentir atraído por las pirámides de Egipto, las playas de isla Mauricio o la Gran Muralla China. La gente huye de la oscuridad, y más en un país que siempre ha destacado por su luz», apostilla Miriam.

Finalmente, respecto a la hora de apagado, la responsable de la agencia de viajes sigue mostrando su indignación por la «chapuza de niño de preescolar» del Gobierno. «Ni quieren ahorrar energía ni nada parecido; tienen que seguir el postureo progre y qué mejor que fastidiarnos al resto». Para argumentarlo, Miriam es contundente: «El Decreto está en vigor hasta el 1 de noviembre de 2023 y las medidas son iguales para todos y en todo momento. En Baleares en noviembre a las 17:00 es de noche y aquí en Valencia a las 17:30… ¿Nos van a hacer apagar los escaparates a esas horas?», ironiza.

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