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Plantación de marihuanaEuropa Press

Cataluña, el «huerto» de marihuana de Europa

En julio se decomisaron seis toneladas de marihuana en Vilassar de Mar y hace unos días, más de cinco en Mataró y Pineda de Mar

Este viernes se conocía una nueva incautación de marihuana en Cataluña: más de cinco toneladas de esta droga requisaron la Policía Nacional, los Mossos de Esquadra y la Guardia Civil en cuatro plantaciones ‘indoor’ en Mataró y Pineda de Mar (Barcelona). Es la última gran operación conocida, pero no muy lejos de estas poblaciones, en Vilassar de Mar, hace poco más de un mes, Policía y Guardia Civil también desmantelaron una macroplantación de marihuana y aprehendieron el mayor alijo de esta sustancia en España: seis toneladas. Aunque a eso hay que añadir el goteo casi diario de operaciones de los tres cuerpos policiales en Cataluña.

El año pasado se incrementaron casi todos los indicadores relacionados con la persecución policial contra el tráfico de marihuana: se decomisaron 662 cultivos, o lo que es lo mismo, se desmantelaron casi dos plantaciones diarias de media, una cifra que dobla a la del año anterior (393); se detuvieron a casi 2.000 personas, 250 más que en 2020 y se desarticularon 35 organizaciones criminales, siete más que el año anterior.

Son cifras que confirman lo que han denunciado los Mossos de Esquadra: Cataluña se ha convertido en el epicentro del tráfico de marihuana en Europa, en el «huerto» de Europa. Según la policía autonómica, Cataluña tiene un clima propicio para el cultivo de esta droga. Pero hay otras razones: los motivos económicos. Y es que es una forma relativamente fácil de conseguir beneficios, se recupera fácil la inversión inicial para montar una plantación de marihuana; y el tráfico por esta droga tiene una baja penalidad. Y todo ello, además, en una época de crisis económica.

Según un ejemplo de la propia policía autonómica, la producción de una plantación interior de unos 50 metros cuadrados, unas 700 plantas, es de 12 kilos de marihuana por cada cosecha. Y puede haber hasta cuatro cosechas al año. La inversión inicial es de 6.000 euros, aproximadamente. Pero hay que tener en cuenta que el precio del kilo va entre los 2.100 y los 2.700 euros. A partir de ahí, se pueden hacer los números.

Y también preocupa en los cuerpos policiales la penetración que todo ello puede tener en la economía local. Y es que se ha detectado un aumento de personas que, sin prestar un servicio activo, colaboran de una forma u otra con el tráfico. Son personas relacionadas con inmobiliarias, por ejemplo, o transportistas, que ven en el tráfico de marihuana una buena forma de conseguir dinero. Por ejemplo, gente que alquila un piso o una nave, especialmente en las zonas más despobladas, sabiendo que allí se va a cultivar marihuana, pero lo acaban aceptando porque nadie más les va a pagar el alquiler.

Otra cuestión a tener en cuenta es que la zona del Delta del Ebro, en Tarragona, se ha convertido en una de las puertas más importantes de acceso de hachís a Europa. La Guardia Civil ha incrementado la vigilancia «al advertir un aumento en los intentos de alijo de sustancias estupefacientes en el litoral catalán», según dicen en el Instituto Armado. Y cada vez con mayor frecuencia se detectan narcolanchas por la zona.

Y los traficantes escogen el Delta del Ebro porque tiene una densidad baja de población; múltiples accesos; playas que ofrecen facilidad para navegar en ellas porque tienen poca roca, y sobre todo la posibilidad de ocultación. Y además por «un efecto desplazamiento», por la presión policial en el sur de España. Aun así, históricamente en el Delta ha sido habitual la presencia de organizaciones dedicadas al tráfico de hachís, pero el auge se ha producido a principios de los años 2000.

Y en Barcelona, los cuerpos policiales han hecho batidas específicas contra los narcopisos, pisos ocupados, que suelen ser propiedad de bancos o de grandes inversores, en los que se trafica o incluso se puede consumir sustancias en el interior. Es en Ciutat Vella donde se encuentran mayoritariamente este tipo de viviendas, aunque se han desmantelado en otros distritos de la ciudad. En este caso han aparecido bandas altamente especializadas que controlan docenas de inmuebles de la ciudad.

Hace poco más de un año, por ejemplo, se consiguió desmantelar una de estas redes formada por ciudadanos de origen dominicano. Vendían todo tipo de sustancias desde los narcopisos: cocaína, heroína, crack, MDMA, y también hachís o marihuana. Ocupaban los pisos o locales de forma ilegal para convertirlos en una especie de puntos de venta. Aunque había dos modalidades, en unas de estas viviendas la idea era que actuaran como un ‘take away’, es decir, comprar la droga para llevar, mientras que en otros pisos se tenía que consumir obligatoriamente en ellos. Inmuebles que están abiertos las 24 horas del día. Es sólo un ejemplo, pero la policía ha desarticulado otras bandas que tenían un modus operandi muy similar.

Es un entrar y salir constante a las viviendas que se convierte en una auténtica pesadilla para los vecinos, porque en la zona es habitual el incremento de la delincuencia, de la violencia, además de la dejadez y de la suciedad. Vecinos que conocen los movimientos de los ‘narcocupas’, que desaparecen cuando hay más presencia policial en la zona y aprovechan para meter a familiares o conocidos en los pisos okupados, y vuelven a reactivar el negocio cuando hay menos presión de la policía.

En cualquier caso, las operaciones son habituales. Así, por ejemplo, en marzo, Mossos y Guardia Urbana desmantelaron cuatro pisos en el barrio de la Sagrada Familia en los que se distribuía cocaína. En mayo se detuvo al responsable de otro narcopiso en El Raval. La policía cree que así pueden dar con otros pisos que tienen la misma actividad. Y este verano también se desmanteló otro conocido punto de venta de droga en Ciutat Vella, en un bajo ocupado, que incluso contaba con cámaras de vigilancia para controlar los movimientos de la calle.

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