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Juan Carlos Aguilar, el falso monje shaolín, durante un vídeo promocional de su página web

Los juicios que conmocionaron a España (IV)

El falso monje shaolín que descuartizaba a sus víctimas tras orgías de sangre

Juan Carlos Aguilar, que se hacía pasar por un monje y disfrutaba dominando a mujeres indefensas, cometió dos mediáticos asesinatos en 2013

El bilbaíno Juan Carlos Aguilar llegó a tener un gran número de adeptos. Su extravagancia –y su habilidad con las artes marciales– hizo que personajes como Xavier Sardà o Eduard Punset le concedieran tiempo en televisión. Gracias a la afición de su hermano mayor aprendió artes marciales muy pronto (Kárate y Kung Fu), y llegaron incluso a abrir un gimnasio juntos. Sin embargo, el hermano de Juan Carlos falleció en un trágico accidente, y tras ello, el falso monje decidió en 1992 embarcarse en un viaje a China que le haría comenzar toda su fingida realidad.

El monje tenía fama de emplear métodos muy violentos en su gimnasio bilbaíno, Monasterio Océano de la Tranquilidad. Además, utilizaba su influencia para captar seguidoras, a las que acababa convenciendo para que mantuvieran relaciones sexuales con él. Sin embargo, sus dos víctimas, con las que cometió orgías de sangre, eran desconocidas. Los escritos de acusación de su juicio señalaban que «disfrutaba manteniendo prácticas sexuales de dominación con mujeres sometidas a él e indefensas, incluso desmayadas o privadas del sentido», en referencia a las fotografías que se localizaron en las que aparecían mujeres narcotizadas con las que tenía relaciones. Finalmente, en abril de 2015, y después de sufrir un intento de asesinato mientras se encontraba en prisión provisional, acabó siendo condenado a 38 años de cárcel por la Audiencia Provincial de Vizcaya.

Disfrutaba manteniendo prácticas sexuales de dominación con mujeres sometidas a él e indefensas, incluso desmayadas o privadas del sentidoEscrito de acusación contra el falso monje shaolín

Descuartizar el cadáver

El 25 de mayo de 2013, alrededor de las cuatro de la mañana, Aguilar consigue convencer a Jenny, una prostituta, para que se suba a su coche en la calle General Concha de la villa de Bilbao. Después de eso ambos se trasladan hasta el gimnasio de Juan Carlos, donde según la sentencia condenatoria: «le maniató los brazos no dándole posibilidad alguna de defenderse». El propio falso monje reconoció en el juicio que actuó de forma «súbita, imprevista e inesperada», agrediendo a su primera víctima hasta causarle la muerte.

La sentencia es muy tajante a la hora de reconocer cómo sucedieron los hechos. «Aguilar diseccionó el cuerpo de Jenny y se fue deshaciendo de diversas partes del mismo arrojándolos a la Ría de Bilbao y a la basura para así evitar su identificación». De hecho, una de sus adeptas compareció como testigo en el juicio y reconoció haber tocado, sin saberlo, parte del cadáver. En uno de sus fetiches sexuales –y después de golpearle los pechos, el culo y el trasero– Aguilar tapó los ojos a su seguidora, y cogiendo su mano, le instó a palpar el cuerpo sin vida de Jenny. Finalmente, y tras varios días, acabó por deshacerse de todos los restos de la víctima.

Tortura hasta matar

Menos de diez días después de asesinar y descuartizar a Jenny, el 2 de junio de 2013, Aguilar contrata los servicios de la prostituta Maureen, de 29 años y natural de Nigeria. Se fueron, de nuevo, al gimnasio Monasterio Océano de la Tranquilidad, donde mantuvieron relaciones sexuales. Otra vez de manera inesperada, «sin darle posibilidad alguna de defensa o de huida, la inmovilizó de los brazos y del cuello, golpeándola en la cabeza y en el abdomen». Tras casi ocho horas de agonía, alrededor de las 15:30, Maureen aprovechó un descuido del falso monje y «se dirigió a la puerta del gimnasio pidiendo auxilio a través de las rejas del local hasta que Vidal la inmovilizó agarrándola por detrás del pelo y la llevó a un cuarto semioculto de difícil acceso donde le puso una brida en el cuello, un cordel con cinco vueltas alrededor del cuello a continuación y por encima cinta americana y la estranguló, sin haber provocado de forma innecesaria e inhumanamente mayor dolor a la víctima».

Juan Carlos Aguilar, el falso maestro shaolín, en una imagen de su página web

Una transeúnte escuchó la breve llamada de socorro y avisó a la Ertzaintza. La intervención policial no impidió el fallecimiento de la nigeriana, que cuando llegaron los agentes se encontraba maniatada y en coma. Finalmente, Maureen falleció tres días después de llegar al hospital como consecuencia de «una asfixia por estrangulación». En el interrogatorio que le realizó el fiscal durante el juicio Aguilar reconoció haber pataleado, diseccionado, estrangulado y matado a ambas víctimas.

38 años de cárcel por asesinato

La sentencia del falso monje shaolín dictamina que no se dieron circunstancias agravantes ni atenuantes. Aunque reconoció los hechos no llegó a confesarlos, algo por lo que se le hubiera reducido significativamente la pena. Asimismo, el juez valora que Aguilar no mostró ningún tipo de arrepentimiento. Respecto a las indemnizaciones, el acusado fue condenado a pagar 397.000 euros a los familiares de sus víctimas. El jurado popular estableció finalmente una pena de 38 años de prisión, 19 por cada uno de sus crímenes. De hecho, afirmaron que se trataba de una persona calculadora y manipuladora, que muchas veces escuchaba a los testigos con los ojos cerrados y mostrando una total indiferencia.