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Un mitin en toda regla

Sánchez invita a «la gente» a hablar en La Moncloa y acaba hablando él más que nadie

El presidente acaparó el tiempo para presumir de los logros de su Gobierno ante medio centenar de ciudadanos seleccionados por su Gabinete. No hubo preguntas, solo reflexiones

En La Moncloa lo llamaron diálogo, pero lo cierto es que el acto de Pedro Sánchez con «la gente» -50 personas elegidas por su Gabinete- fue casi un monólogo. El presidente monopolizó con su intervención más de 50 minutos de los aproximadamente 65 que duró el acto, en la escalinata donde son recibidos los mandatarios nacionales y internacionales.

Se abrió el telón y apareció en escena paseando por los jardines del Complejo en compañía de Almudena, Inés, Rafa, Mireia y Naiara, los cinco ciudadanos elegidos para trasladar sus inquietudes al presidente -que no preguntas, preguntas no hubo-. El perfecto anfitrión iba relajado y sonriente, contando anécdotas a sus invitados, que después no tuvieron más que 12 minutos para hablar, a repartir entre todos.

Ya de entrada, la selección de los actores del reparto había sido concienzuda, meticulosa, entre los autores de las más de 250.000 cartas recibidas por Sánchez en los últimos cuatro años. Tal es así que una de las elegidas, Mireia (de Santa Coloma), había escrito al presidente en 2019, cuando tenía 16 años. Ahora es una estudiante de Derecho de 20 preocupada por el cambio climático y por la igualdad. «Siga luchando por la igualdad entre hombres y mujeres, haciendo un país feminista», le pidió al líder del Ejecutivo durante los pocos minutos que éste se dedicó a escuchar en vez de hablar.

Naiara, la más joven del actoEFE

Para que Sánchez diera un titular, en el casting le buscaron una trabajadora del hogar que saliera al atril a reivindicar una profesión tan poco reconocida. Así lo hizo Almudena, de Tomelloso, y después el presidente recogió el guante y anunció que el Consejo de Ministros de este martes aprobará el subsidio de desempleo para las trabajadoras del hogar, tras años de reivindicaciones.

El único hombre que participó se llamaba Rafa, un profesor de Cullera que pidió a Sánchez que no escatimara esfuerzos en fomentar los hábitos saludables entre la juventud, porque es una «gran inversión». Completaron el quinteto Inés, una profesora jubilada de Córdoba que lamentó la incertidumbre a la que están abocados los pensionistas; y Naiara, madrileña de 18 años, que también puso el acento en la «emergencia climática».

Las medallas de Sánchez

El presidente se colgó todas las medallas posibles. Se felicitó de la apuesta de su Gobierno por las energías renovables –«mi sueño es hacer que nuestro país sea una potencia exportadora de energía verde, que no tengamos que comprar petróleo ni gas», confesó-; de las subidas del salario mínimo interprofesional; de la excepción ibérica y de la «agenda de derechos y libertades» puesta en marcha por su Ejecutivo.

A este último respecto, Sánchez mencionó la Ley del solo sí es sí, la de Memoria Democrática, la reforma de la Ley del aborto y la Ley de Eutanasia. Aunque esta última está recurrida en el Tribunal Constitucional por el PP y Vox, el líder del Ejecutivo presumió de que en España «se haya asumido con total naturalidad la eutanasia».

El presidente estuvo cómodo con el formato, más parecido a un mitin en petit comité que al famoso Tengo una pregunta para usted de TVE con el que se había comparado los días antes. Nadie rebatió a Sánchez, sencillamente porque nadie tuvo un segundo turno de intervención.

Guerra a los «poderosos»

Ahora que ha declarado la guerra a los empresarios -en julio llegó a cargar contra Ana Patricia Botín e Ignacio Sánchez Galán-, Sánchez incidió en la idea de que él y su Gobierno tienen claro cuál es su bando. «Nosotros elegimos situarnos del lado de la clase media frente a intereses particulares muy poderosos», señaló. También sostuvo que quiere luchar contra la idea de que «poderes que no se presentan a las elecciones influyen», él que en julio llegó a decir en una entrevista: «Los hombres con puros de la villa de Madrid se juntan para decir que me voy a ir», alimentando así la teoría de los poderes fácticos.

El acto terminó con una foto de familia. Uno de los participantes le regaló un libro suyo, Diario de un maestro no demasiado ofendido, que el presidente hojeó. Después, todos entraron al Palacio de La Moncloa.