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Puig, Rueda, Moreno y Chivite junto al presidente de los hoteles Hotusa

Puig, Rueda, Moreno y Chivite, junto al presidente de los hoteles HotusaEFE

Foro La Toja

Moreno intenta debatir sobre impuestos con Puig cara a cara y el valenciano lo rehúye, escaldado

La mesa redonda que compartían en La Toja era el lugar propicio para que Puig explicara por qué su reforma fiscal favorece a los pobres y la de Moreno a los ricos, como ha dicho. Pero se calló

La tarde prometía en el Foro La Toja. A un lado del cuadrilátero, Juanma Moreno. Al otro, Ximo Puig. Ambos, protagonistas de la batalla fiscal de las dos últimas semanas, compartían la última mesa de debate del día, sobre El reto demográfico y la cohesión territorial. Junto con los presidentes de Galicia y Navarra, Alfonso Rueda y María Chivite.

Era el momento propicio para que el presidente de la Comunidad Valenciana defendiera ante su homólogo en Andalucía por qué su reforma fiscal favorece a las clases medias y bajas y la de Moreno a las altas; que es lo que lleva sosteniendo desde el martes.

Pero, en lugar de eso, Puig se calló. Renunció a debatir con Moreno lo que, minutos antes, había vuelto a decir ante las cámaras y micrófonos: «No tiene que ver nada la vía valenciana con la andaluza, nada». «Nosotros hemos cambiado los tipos, no hemos deflactado», había reiterado delante de la prensa, en alusión a los cambios en el IRPF introducidos por una y otra comunidad.

Eso fuera, porque dentro del Foro, con púgil delante, Ximo Puig fue otro. Y ello a pesar de que Juanma Moreno, que intervino primero, sí defendió con convicción su modelo de «fiscalidad amable».

Moreno defendió su reforma fiscal; Puig ni mencionó la suya

El presidente andaluz destacó que la Comunidad ha ganado 280.000 contribuyentes desde 2018 gracias a la bajada de la presión fiscal. Y también que los 100 millones que la Junta de Andalucía dejará de recaudar al eliminar el impuesto de Patrimonio (el 0,6 % de sus ingresos) se podrán recuperar multiplicados por 15 si los 100.000 extranjeros que residen en la comunidad se animan a trasladar su domicilio fiscal a una tierra que ya no tiene un impuesto «anacrónico».

Feijóo y Moreno se saludan ante Rueda

Feijóo y Moreno se saludan ante RuedaEFE

Moreno lanzó el guante, pero Puig no lo recogió. El presidente valenciano no dijo una sola palabra de su reforma fiscal, la que ha enfadado a Pedro Sánchez y obligado al Gobierno a improvisar un paquete que combina un «impuesto de solidaridad» –para que las comunidades del PP no puedan esquivar el de Patrimonio– y bajadas en el IRPF a las rentas inferiores a 21.000 euros.

Por el contrario, Puig se limitó a hablar de la despoblación, de la emergencia climática, de las políticas de natalidad, de la importancia de que las políticas de la España rural se diseñen contando con sus habitantes… Solo hizo dos menciones, de soslayo. En su primera intervención deseó que el Gobierno central y las autonomías «seamos capaces de cohesionar el territorio en mayúsculas, con nuestro libro de la financiación autonómica, de la reforma fiscal que atienda a los principios constitucionales». Y en la segunda mencionó, de pasada: «En algún momento se ha tachado a la Comunidad Valenciana de infierno fiscal, ahora menos».

Puig prefirió, pues, centrarse en lo que sí le une a Moreno: la necesidad de una reforma del sistema de financiación. «La situación no puede eternizarse. Al presidente de Andalucía y a mí nos aprieta un poco más», afirmó. Ahí sí encontró la complicidad del presidente andaluz: «Ha quedado anticuado y tenemos que darle una repensada», convino. Pero el andaluz también aprovechó para lanzarle otra vez el guante, y de nuevo el valenciano no lo recogió: «Quiero que la economía marche para recaudar y poder redistribuir», señaló Moreno, tratando de introducir nuevamente la fiscalidad en el debate.

Puig sabe que su rebaja del IRPF para las rentas inferiores a 60.000 euros no solo ha dinamitado la estrategia del Gobierno, obligado a reaccionar a rebufo; sino que además ha dado al PP una munición valiosa, por las contradicciones en las que vienen incurriendo los socialistas desde la presentación de los impuestos temporales a las energéticas y a la banca –aún no aprobados por las Cortes– y hasta hoy.

De hecho, durante su intervención de la mañana Alberto Núñez Feijóo criticó con dureza la reforma fiscal que el Ejecutivo se sacó de la chistera el jueves, a la que calificó de «confusa, improvisada e incompleta».

Le ayudó en la tarea Mariano Rajoy, que en su conversación con Felipe González advirtió de que España se encamina hacia «un modelo fiscal Frankenstein». «Algunos creen que gobernar es acabar con los ricos. ¡Acabe con los pobres, hágalos ricos!», pidió a Sánchez.

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