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Felipe González y Alfonso Guerra saludan desde el balcón del Hotel Palace de Madrid el 28 de octubre de 1982

Felipe González y Alfonso Guerra saludan desde el balcón del Hotel Palace de Madrid el 28 de octubre de 1982El Debate

40 años de las elecciones del 28 de octubre de 1982

Felipe González, de un triunfo arrollador a un declive lleno de escándalos

Hoy se cumplen cuatro décadas del triunfo del PSOE en unas elecciones generales en las que obtuvo diez millones de votos, casi la mitad del total de sufragios válidos

El 3 de julio de 1976, el Rey Juan Carlos I nombró presidente del Gobierno a Adolfo Suárez, con el encargo de iniciar un proceso de reforma que llevó, en noviembre, a la Cortes franquistas a hacerse el harakiri iniciando la reforma política, defendida por Fernando Suárez. «De la ley a la ley», en palabras de Torcuato Fernández-Miranda, el estratega de la Transición.

En menos de un año, ese proceso de cambio trajo las libertades políticas y dos amnistías, en 1976 y 1977. Legalizaron los partidos políticos y los sindicatos, incluido el Partido Comunista de España, lo que provocó malestar en un sector del Ejército que había combatido en la Guerra Civil.

El 15 de junio de 1977 los españoles votaron un parlamento formado por partidos políticos donde privilegiaron a las minorías nacionalistas, para tener presencia en las Cortes españolas. Una generosidad que no tuvo contrapartida y que abrió la puerta a las reivindicaciones sin techo.

Constitución del 78 y nuevas Cortes

Los españoles votaron la nueva Constitución y volvieron a convocarse elecciones, donde Adolfo Suárez ganó otra vez. La popularidad del presidente parecía muy sólida y tenía un gran respaldo popular.

Tras los Pactos de la Moncloa, sin embargo, las tensiones internas del conglomerado invertebrado que era la Unión de Centro Democrático (UCD) llevaron al relevo en la Presidencia del Gobierno. En 1981 el presidente Adolfo Suárez dimite, acosado por el terrorismo de ETA, la situación económica y la crisis interna del partido. También se había roto la sintonía con el Rey Juan Carlos I, ya no era el elegido del Monarca, sino el legitimado por las urnas, algo que al abulense le gustaba recordar al Jefe del Estado.

Los últimos años del Gobierno de centro fueron complicados, a lo que se sumó la tragedia del envenenamiento por el aceite de colza desnaturalizado en 1981.

Previamente, el Ejecutivo superó una moción de censura presentada por el PSOE, sin éxito, pero el electorado identificó al líder socialista como la principal alternativa. Para ser la alternativa de poder, Felipe González se deshizo del PSOE exterior, llamado histórico, y amenazó con dimitir, en 1979, para que su partido abandonara el marxismo, cosa que hizo en un Congreso Extraordinario que también redujo la autonomía de las federaciones regionales socialistas. El grupo sevillano se había hecho con el poder del PSOE y absorbió a competidores como el Partido Socialista Popular de Tierno Galván.

Durante el proceso de investidura de Calvo-Sotelo, que sucedió a Suárez, el 23 de febrero tuvo lugar un intento de golpe de Estado que fracasó y en el que estaban complicados dos generales, Alfonso Armada y Jaime Milán del Bosch, y un grupo de guardias civiles al mando del teniente coronel Antonio Tejero, con la colaboración de oficiales del CESID, la inteligencia militar.

El nuevo presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, se vio forzado a convocar elecciones anticipadas para octubre de 1982 al no solventar la crisis interna de UCD, esos comicios supusieron su fin.

Suicidio de la UCD

Una consecuencia de las votaciones fue el hundimiento del partido del Gobierno, la UCD, que perdió 155 escaños. Por su lado, la coalición formada por Alianza Popular de Manuel Fraga y otros partidos pasó a ocupar el espacio político de UCD, convirtiéndose así en el principal partido de la oposición. El PCE de Santiago Carrillo también sufrió un quebranto electoral, ya que perdió más de un millón de votos y 19 escaños, camino de la irrelevancia política y con una importante crisis interna que llevará a muchos de sus cuadros a ingresar en el Partido Socialista.

Históricamente, con la desaparición de la UCD y su eventual reemplazo por Alianza Popular como principal oposición, quedó configurado el sistema de bipartidismo político que ha regido la política española durante las tres décadas, coexistiendo con los partidos nacionalistas.

Las noticias de aquellos días fueron:

  • 2 de octubre: en España, la policía desmantela una conspiración golpista para el 27 de octubre de 1982, que no pasaba de ser una conversación de cafetería. Emilio Alonso Manglano, al frente del CESID, estaba centrado en desmantelar el búnker involucionista.

  • 20 de octubre: en España, la rotura de la presa de Tous provoca la mayor riada hasta el momento.

  • 28 de octubre: en España, el PSOE vence en las elecciones generales y Felipe González se convierte en presidente electo.

  • 31 de octubre: el Papa Juan Pablo II inicia su primera visita a España.

Felipe González en la Moncloa

Felipe González ganó, por primera vez, las elecciones generales el 28 de octubre de 1982 y lo hizo con mayoría absoluta, al obtener diez millones de votos, casi la mitad del total de sufragios válidos emitidos al participar el 79% del censo electoral, ocupando 202 de los 350 escaños del Congreso y 134 puestos en el Senado.

El lema «Por el cambio», la eficaz propaganda con imágenes bucólicas de parques urbanos y la nula crítica de los medios a González facilitaron la victoria socialista. Por detrás, a mucha distancia, la segunda fuerza más votada fue Alianza Popular, la coalición de Manuel Fraga que se convertiría en la gran referencia de la derecha, desembocando posteriormente en el Partido Popular (PP).

González ocupó la Presidencia del Gobierno durante cuatro legislaturas consecutivas, con mayoría absoluta en 1986 y 1989, y relativa en 1993. Sus catorce años en el poder suponen el período más largo de gobierno continuado de un presidente del Gobierno electo en el siglo pasado.

En la agenda del Partido Socialista estaban emprender las reformas para la modernización económica, el saneamiento y adecuación de los servicios y el desarrollo del Estado de las Autonomías, pero fundamentalmente paliar los efectos de la gran crisis económica del momento.

El lado oscuro del Gobierno González

El legado de González no fue transparente. Dejó la economía maltrecha, con uno de cada cinco trabajadores españoles sin empleo. Realizó una dudosa reconversión industrial y agropecuaria que desarmó a España en el Mercado Común Europeo. La corrupción afloró como endémica: Filesa, Ibercorp, Time Export, Rubio, Cruz Roja, Renfe, el hermano de Alfonso Guerra… Una lista interminable que crecía a diario. También privatizó cerca de 80 empresas públicas en los 14 años que controló España: SEAT, ENASA, Trasatlántica, Viajes Marsans, Indra, Endesa, Repsol, Argentaria o Telefónica, entre otras, para enjugar el déficit del Estado. Se embadurnó en el terrorismo gubernamental con los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) sin lograr acabar con la banda terrorista ETA pero sí con jerarcas del PSOE en la cárcel: Vera y Barrionuevo, en 1998.

González desarrolla también la funesta manía de salvar la mayoría parlamentaria de su Gobierno cediendo trozos de soberanía española y sinecuras financieras a los secesionistas vascos y catalanes que siguen deteriorando la nación –decía Unamuno que «la nación es el espacio de la solidaridad»– y debilitando al Estado español.

Como ha escrito en este medio Luis Ventoso, la imagen de hombre de Estado que González ha tenido posteriormente se cimienta por comparación con sus dos sucesores socialistas, Zapatero y Sánchez. A su lado, González parecía un estadista.

El PSOE abandonará el Palacio de la Moncloa en 1996, tras la victoria electoral del PP de José María Aznar, aupada por las denuncias de corrupción e ineficacia socialista.

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