Una madre mata a su hija después de que un juez le diese la custodia completa de la menor al padre
La mujer se enfrentará a la prisión permanente revisable por el presunto crimen de su hija
La pequeña Olivia de solo seis años fue asesinada presuntamente por su madre, Noemí, el pasado domingo. En los últimos meses, a su corta edad, había vivido un divorcio conflictivo, por culpa de su madre. Noemí y Eugenio vivían en Segovia con su hija, pero decidieron separarse. Ella, porque sí, decidió trasladarse a vivir a Gijón con su hija, donde la mató. Se la llevó sin permiso paterno y la sacó de su entorno y su colegio, para apuntarla en un centro educativo asturiano. Ocurrió en enero de 2021. A partir de entonces comenzó la batalla legal. Eugenio, el padre, un hombre recto y honesto, quiso que todo se hiciera respetando la legalidad y las normas. Amaba y ama profundamente a su hija, pero decidió no saltarse ninguna norma, porque no quería dar ninguna excusa a su ex para que le acusase de malos tratos o algo peor.
Este viernes, Eugenio recibió la mayor de las alegrías. La justicia le daba la razón. La sentencia le otorgaba la custodia de su hija Olivia a él y reconocía que la actitud de Noemí era un despropósito. El hombre se presentó ese mismo viernes en el centro educativo a las 17.00. Habló con el director del centro e incluso le enseñó la sentencia para no tener problemas en recoger a su hija. También esperó a la madre para tratar de comunicarle él mismo la sentencia en mano, pero ella no acudió. Así que, todos felices, se montaron en el coche en dirección a Segovia. Sin embargo, Daniel Labrador, su abogado, le advirtió horas después que, tras una lectura exhaustiva de la sentencia, había descubierto que el puente de noviembre lo tenía que pasar la menor con su madre. Así lo había establecido el juez.
Ausencia de noticias
Eugenio, respetuoso con las normas, avisó a su ex de que le tocaba a ella estar con la menor esos días, y le dijo que si quería podía recogerla en su casa de Segovia. Hasta allí acudió Noemí en su coche para recoger a Olivia. Se la llevó el pasado sábado a las cinco de la tarde. Nada se supo de ellas durante las siguientes horas. Fue imposible para la familia paterna contactar con ella, pero también para el hermano de Noemí, que vive en Pamplona. Este último, agobiado por la ausencia de noticias, llamó a la Policía el domingo a las nueve y media de la noche. No lograba dar ni con Olivia ni con Noemí. Los agentes se presentaron en la casa y aporrearon la puerta, pero nadie respondía. Supusieron que se habían ido, pero necesitaban comprobarlo con exactitud.
Como el piso era alquilado, dieron con el propietario que amablemente fue a abriles la puerta. Llegó a las diez de la noche. Al meter la llave se dio cuenta de que no estaba cerrada con el resbalón, sino con un par de vueltas. Pensaron en ese momento que no estarían, pero al ver el desorden de la entrada, supieron que estaban dentro. Las zapatillas de ambas arrojadas en el suelo y la maleta de la menor abierta y tirada. Finalmente, las localizaron a las dos en la habitación tumbadas en la cama. Creyeron que dormidas. Se equivocaron.
Pastillas
Los agentes gritaron Policía, pero solo se movió levemente la madre. Abrió los ojos con dificultad y les miró. Parecía drogada o anestesiada. Los agentes cogieron a la niña, pero enseguida se dieron cuenta de que no tenía pulso: estaba muerta. Al registrar la casa se percataron de que el desayuno seguía puesto en la mesa de la cocina. Había mucho blíster vacío y muchas pastillas. Los agentes creen que Noemí machacó las patillas y se las metió a la pequeña Olivia en la leche del desayuno. Ella también bebió, pero en menor cantidad. ¿Se intentó suicidar o lo simuló? Es imposible saberlo. Lo que sí tienen claro los forenses es que la menor, cuando la encontraron, llevaba unas doce horas muerta. Noemí se enfrentará a la prisión permanente revisable.
Algunos expertos apuntan a que se trata de un caso de violencia vicaria, pero a la inversa. En este caso sería la madre la que quería hacer daño al padre y lo hizo, presuntamente, arrebatándole la vida a lo que más quería Eugenio: la pequeña Olivia.