La madre de Olivia confiesa: «Le he dado pastillas diluidas en una taza de leche con cacao»
Según ha podido saber El Debate, Noemí, la madre que presuntamente asesinó a su hija en Gijón la pasada semana confesó durante su detención
Una taza blanca, con círculos pintados: amarillo, morado, azul, negro… Una taza divertida, infantil, que generase confianza en la pequeña Olivia. Si se fijan bien en la foto que ve la luz por primera vez, se observa la marca del cacao en el interior, una línea irregular. Incluso se aprecian los labios de Olivia marcados en el borde de la taza. Un dulce como trampa que nunca intuyó, a sus seis añitos, que la llevaría a la muerte. Al lado una pajita verde, un bote morado, en el que probablemente agitó la mezcla de cacao y pastillas, una cafetera y varios cuencos más. Es la imagen del crimen contra una menor, del asesinato de Olivia a manos de su madre.
Los policías la detuvieron un día después de crimen. Justo cuando le dieron el alta en el hospital en el que había quedado ingresada en lo que a todas luces fue una autointoxicación fingida. Como procede, le informaron de sus derechos y de por qué la esposaban. Así lo marca la ley. Ella confirmó que lo entendía todo y les dijo a los agentes con voz pausada y segura, una voz en la que no había ningún atisbo de trastorno mental: «Sé que me estás deteniendo porque he matado a mi hija. Le he dado a Olivia barbitúricos disueltos en una taza de leche con cacao. Lo he hecho porque no quiero que mi hija siga sufriendo malos tratos por parte de su padre». De su lenguaje corporal, su tono de voz y su argumentación, los investigadores coligieron que mató a su hija siendo consciente del mal que hacía. Algunos médicos del centro lo comentaron en sus círculos: «Está perfectamente de la cabeza. Sabe lo que ha hecho y no le importa. Ha matado a su hija queriendo, no en un brote».
Algunos médicos del centro lo comentaron: «Está perfectamente de la cabeza. Ha matado a su hija queriendo, no en un brote»
La justificación de la muerte que la madre ofrece se basa en un sinsentido: la mató para evitar que Eugenio siga maltratándola. No existe ninguna sentencia de condena contra el padre de la menor por pegarla o maltratarla a pesar de las múltiples denuncias de todo tipo y clase que presentó contra él durante el último lustro. Todo lo contrario, los testigos explicaron durante uno de los juicios que Eugenio «venía habitualmente a recoger a su hija de la guardería y ella era extremadamente cariñosa con él». Sin embargo, Noemí describe una situación muy diferente: «Relata cómo Eugenio no quiere a la niña y la maltrata con saña, más esta aseveración», dice la Justicia, «no es nada congruente con el relato de una trabajadora de la guardería a la que asistía la pequeña Olivia». Esta mujer cuenta como el padre de la menor, muy implicado, «acudía a recoger habitualmente a la niña (no Noemí) y era sumamente cariñosa con él y que le profesaba una sincera alegría cada vez que le veía».
La Justicia no le dedica las mismas palabras a la presunta asesina de su hija. Viene a reconocer de forma clara y nítida que nos enfrentamos a una mentirosa: «El testimonio de Doña Noemí presenta contradicciones y lagunas. Es parcial y cuenta a los profesionales una serie de informaciones sesgadas como el tema patrimonio donde relata con gran énfasis el poder de ruina, pero omitiendo el importante detalle de que ella sólo quería la venta de la casa y que dicho poder era mutuo (…). La mujer de Eugenio en su relato no es nada convincente (…) y ofrece una línea de relato muy sesgada y parcial (…). Falta a la verdad u omite datos que la desfavorecen en el marco de una relación caduca y sin sentido (…). Su relato unilateral contiene notorias falsedades». Tras haber confesado en un primer momento, Noemí se ha encerrado en el silencio. No declaró ante la policía ni ante el juez, quizá sabedora de que la excusa era absurda, mentira e inasumible, ha preferido no repetirla.