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Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, durante un cara a cara en el SenadoEFE

La crónica política

Sánchez asume que un pacto de perdedores será su única opción: sabe que no ganará a Feijóo

Las cartas están boca arriba. Perder las elecciones no es sinónimo de no gobernar en el diccionario sanchista. Si el PP y Vox no suman mayoría absoluta, el socialista intentará la investidura

Pedro Sánchez ha roto varios moldes en la política española en la última década. Fue el primer candidato que se presentó a una investidura –en marzo de 2016– sin haber ganado las elecciones generales, puesto que lo había hecho Mariano Rajoy. Fue el primer secretario general de un partido que resucitó, después de haber sido crucificado por sus compañeros en aquel Comité Federal de octubre de 2016.

Fue el primer líder de la oposición que ganó una moción de censura, en mayo de 2018. Es, también, el primer presidente de un Gobierno de coalición en democracia, tras haber sido investido con la mayoría más exigua desde 1979. Y, como él mismo presumió en noviembre: es quien exhumó a Francisco Franco.

Ahora, Sánchez quiere añadir un hito más a su trayectoria. Se ha propuesto ser el primer político español de la democracia que sea investido presidente a pesar de perder las elecciones generales. Una línea roja nunca cruzada en España, donde ha habido –y sigue habiendo– pactos de perdedores en ayuntamientos y comunidades autónomas, pero nunca en el Gobierno central.

En España, hasta ahora siempre ha sido elegido presidente el candidato de la lista más votada

Siempre ha gobernado el candidato de la lista más votada, pese a que el sistema español no es presidencialista, sino parlamentario: el mandato del presidente no emana directamente de los electores, sino de unas Cortes que lo eligen por mayoría absoluta en primera vuelta; o mayoría simple, en el caso de llegar a una segunda vuelta.

Empezando por el propio Sánchez, en la Moncloa y en Ferraz tienen asumido que, numéricamente, no va a quedar primero en los comicios de diciembre salvo milagro. Por su desgaste personal y por la reconfiguración del centro derecha.

Lo resume así el presidente de GAD3, Narciso Michavila: «Sánchez no va a ganar las elecciones porque no va a tener tres derechas enfrente», en alusión a la desaparición de Ciudadanos, al que las encuestas auguran entre cero y un diputado. Por más que el partido que un día aspiró a dar el sorpasso al PP (se quedó a nueve escaños en abril de 2019) cierre este fin de semana un proceso de refundación estéril.

Pero perder las elecciones no es sinónimo de no gobernar. Al menos no en el diccionario sanchista. Si Alberto Núñez Feijóo y Vox no suman mayoría absoluta, Sánchez intentará la investidura. Y tendrá muchas papeletas de ser reelegido, puesto que ERC, Bildu y el PNV ya han dejado muy claro a lo largo de esta legislatura que prefieren a Sánchez en la Moncloa antes que a Feijóo. Más ahora que, con un Tribunal Constitucional progubernamental, el camino hacia una nueva consulta en Cataluña se va despejando.

Los populares son muy conscientes de que solo una mayoría absoluta puede matar políticamente al socialista. Tan conscientes que, el pasado martes, Feijóo retó a Sánchez para que se comprometa públicamente a que dejará gobernar al PP si es la lista más votada. «Yo se lo ofrezco. Si él gana las elecciones, yo dejaré que gobierne. Me gustaría el mismo ofrecimiento», sostuvo el líder de los populares.

El aludido ni se molestó en contestar, pero sí lo hizo uno de sus hombres de confianza: el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y Asuntos Constitucionales, Rafael Simancas, que recordó a Feijóo que en las elecciones de Castilla y León, la Comunidad de Madrid y Andalucía de 2018 ganó el PSOE y el PP gobernó gracias a Cs. «Y no se cansan de hacer el ridículo», añadió Simancas.

Un terreno desconocido

Con un presidente del Gobierno que ha perdido las elecciones generales entraríamos en un terreno desconocido en España, en un tiempo en el que tanto se habla de legitimidades. Sánchez se queja constante e interesadamente de que la oposición no hace más que cuestionar la legitimidad de su Ejecutivo, elegido democráticamente. Esta misma semana se ha comparado de soslayo con el brasileño Lula Da Silva, tras el asalto violento a los tres poderes protagonizado por los partidarios de Jair Bolsonaro.

Y la oposición cuestiona que Sánchez siga en la Moncloa, sin convocar ya elecciones, a pesar de que está haciendo todo lo contrario a lo que prometió en la campaña de las elecciones generales. Entre otras cosas, traer de vuelta a Carles Puigdemont ante la Justicia española, no indultar a los cabecillas del procés y volver a tipificar como delito en el Código Penal la convocatoria de referéndum ilegal.

«Cuando los ciudadanos decidimos quién gobierna es muy importante pedir respeto a las instituciones a quien no gobierna», señaló hace unos días la vicepresidenta tercera, Tercera Ribera. De nuevo falta el matiz: son los diputados salidos de las urnas, y no los electores directamente, los que eligen al presidente del Gobierno en España.

Para que su plan triunfe, Sánchez necesita que el espacio a su izquierda concurra unido y obtenga buen resultado

En cualquier caso, para que el plan de Sánchez triunfe y pueda garantizarse su supervivencia necesita no solo que el PP y Vox no sumen 176 escaños. Necesita también que el espacio a su izquierda concurra a las elecciones unido y obtenga un buen resultado.

Yolanda Díaz, la tercera en discordia

Lo ideal para el candidato socialista (partiendo de la premisa de que él quede segundo, que parece lo más probable) es que Yolanda Díaz fuese tercera, una posición que ocupan ahora los de Santiago Abascal. La Ley electoral D'Hont premia con un plus de escaños al que queda tercero en las elecciones, aunque la diferencia en porcentaje de voto respecto al cuarto sea pequeña. Ser el tercer partido más votado supone abrirse las puertas de una quincena de pequeñas circunscripciones y tener acceso a escaño en ellas. Como Toledo, Cáceres, León, Jaén, Albacete y Almería, entre otras.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en sus escaños del CongresoEuropa Press

Es por eso por lo que los socialistas observan con mucha preocupación las crecientes hostilidades entre Yolanda Díaz y Podemos, con el temor de que una y otros tensen tanto la cuerda que acabe rompiéndose. Lo que conllevaría que se presentaran por separado a las elecciones y, en consecuencia, una fragmentación de voto en la izquierda mortal por necesitar para los intereses de Pedro Sánchez.

En noviembre de 2019 también hubo dos candidaturas a la izquierda del PSOE, porque se presentó Íñigo Errejón. Pero las circunstancias de entonces eran muy distintas. Primero, porque Sánchez ganó aquellas elecciones con un margen de más de siete puntos sobre Pablo Casado. Segundo, porque Errejón solo presentó candidaturas de Más País en las 17 circunscripciones donde se repartían siete o más escaños y en Castellón (en alianza con Compromís), y renunció a hacerlo en las de menos para que la ley electoral no castigara la división de la izquierda.

Pero no se podría esperar la misma benevolencia por parte de Pablo Iglesias, que es quien sigue siendo la mano que mece la cuna. Así que más le vale a Pedro Sánchez que la cuerda aguante los tirones.