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Entrevista

Jon Juaristi: «Estamos en un momento crítico: si Sánchez vuelve a ganar será el fin del sistema constitucional»

Intelectual en el sentido más rotundo del término –ensayista, poeta, traductor, novelista, catedrático emérito de Literatura–, Jon Juaristi señala en esta entrevista que, a su juicio, existe en España un claro proyecto de cambio del actual régimen democrático. Ante esta perspectiva, propone «un nuevo pacto por la Monarquía constitucional»

Tras la concentración constitucional del pasado día 21 en Madrid, a la que asistieron más de 200.000 personas, NEOS lanzó a la opinión pública la siguiente pregunta: «¿Y ahora qué?». Jon Juaristi, uno de los intelectuales más significativos de España, asistió el 23 de febrero al acto organizado en la Mutua Madrileña por NEOS para tratar de responder a esta cuestión. Ahora, en esta entrevista con El Debate, Juaristi detalla más por lo menudo su visión del actual momento político que atraviesa el país.

«Hartazgo» es una palabra que cada vez se escucha más. El pasado 21 de enero en la concentración celebrada en Madrid mucha gente afirmaba estar «harta». ¿Harta de qué?

–Fue una concentración multitudinaria de 'indignados', por emplear un término muy caro a la gente de Podemos. Efectivamente, fue una auténtica muestra de hartazgo y repugnancia por la situación actual. Es un índice claro de que la situación política es insoportable para la mayoría de la población que, de forma lógica, se manifiesta.

Todo lo que hemos tenido delante es una apisonadora en contra de la Constitución. Todo lo que ha sucedido durante estos años catastróficos: gestión de la pandemia, de la crisis económica, el cinismo en la acción de gobierno de la izquierda y de los nacionalismos periféricos y de los separatistas… Todo ha generado tal nivel de estupor que la población no acababa de creerse lo que está viendo.

¿Hubiera sido posible una manifestación igual de multitudinaria en otro punto del país?

–La ciudad y la Comunidad de Madrid están muy hartas, esto es obvio. Madrid ha sido avasallado, maltratado, pisoteado. A la vista de las últimas elecciones autonómicas, incluso ha desaparecido la famosa 'Sierra Roja' de Madrid.

Estamos en un momento crítico; ha habido una ofensiva muy fuerte en contra del sistema constitucional, y la Constitución de 1978 se ha resentido

¿En qué momento político cree que se encuentra España?

–Estamos en un momento crítico; ha habido una ofensiva muy fuerte en contra del sistema constitucional, y la Constitución de 1978 se ha resentido. Hace poco escribía en un artículo que la situación actual exigiría un nuevo Pacto de San Sebastián, similar al que hicieron los republicanos en 1930, solo que a la inversa.

¿Qué quiere decir?

–Habría que hacer un pacto en favor de la Monarquía constitucional entre todas las fuerzas constitucionalistas. Sinceramente, creo que la situación es muy crítica. Hay que optar claramente por una defensa maximalista de la Constitución. Necesitamos entrar –aunque no lo llamemos así– en un nuevo periodo constituyente o 'reconstituyente', como antes se decía con las medicinas para los niños débiles. Hace falta un pacto reconstituyente, sí; un pacto constitucional por la Monarquía; un pacto monárquico.

Jon Juaristi, durante un momento de la entrevista en la sede de El DebateEl Debate

Pacto de San Sebastián, pero al revés

¿Quién formaría parte de ese hipotético pacto?

–Claramente, el Partido Popular; y Vox, por supuesto. Una serie de plataformas independientes que están surgiendo ahora podrían tener igual cabida, como también la tuvieron en el original Pacto de San Sebastián; esa especie de constelación de partidos republicanos, porque en aquel Pacto de San Sebastián también había muchos pequeños partidos.

En estos momentos tendrían que formar un pacto todo el mundo que está en contra del Gobierno de Pedro Sánchez y en contra del Frente Frankenstein que nos han puesto. Esto sería lo que los tiempos exigen. Otra cosa es que tal nuevo pacto vaya a suceder, o no. En cualquier caso, me parece obvia la necesidad de conseguir una mayoría constituyente en favor de la Constitución de 1978.

Señor Juaristi, ¿qué le parece Vox?

–Aunque en ambos populismos, el de derechas y el de izquierdas, existe una apelación a 'la gente', la gran ventaja de Vox es que no es antisistema. En la derecha puede haber, entre otras cosas, una apelación al miedo. Hay mucho de populismo en Vox, y yo no estoy de acuerdo con Vox, pero no es un populismo antisistema. El populismo de Podemos y el de la izquierda, en cambio, sí es antisistema.

Si Pedro Sánchez ganase las elecciones generales sería con el apoyo de todas las fuerzas antinacionales que en estos momentos existen en España, es decir, Podemos, los partidos nacionalistas y los partidos separatistas

El tripartido del PSOE, Bildu y Podemos tiene serías posibilidades de entrar en la Lehendakaritza. ¿En qué lado del fiel de la balanza situaría ahora al PNV?

–Incluso si hubiera alguna tentación por parte de los nacionalistas vascos de cambiar de alianzas viendo la que se les avecina, habría que obligarlos a venir a Madrid. No se puede volver a andar con emplastos medicinales con los nacionalismos. Hay que ser mucho más duro de lo que lo fue el Partido Popular en el año 1996 con los nacionalismos. Realmente hay que hacer un pacto; y un pacto en Madrid.

Si tras las próximas elecciones generales Pedro Sánchez consiguiese revalidar la mayoría parlamentaria que le mantiene al frente de la Presidencia del Gobierno, ¿qué cree usted que podría llegar a suceder luego, en la XV legislatura?

–Entraríamos en una fase bastante peligrosa. Sería el fin del sistema constitucional. Si Pedro Sánchez ganase las elecciones generales sería con el apoyo de todas las fuerzas antinacionales que en estos momentos existen en España, es decir, Podemos, los partidos nacionalistas y los partidos separatistas. Los aliados de Pedro Sánchez exigirían directamente un cambio de sistema, que requiere invalidar absolutamente la Constitución de 1978.

Jon Juaristi en la sede de El DebateEl Debate

Una admisión sesgada

El PSOE ha sido durante décadas uno de los dos ejes fundamentales sobre los que rodaba el régimen constitucional que nace en la Transición. ¿Qué ha pasado con PSOE, si es que ha pasado algo?

–Hasta ahora el Partido Socialista tácitamente se había basado en una especie de principio enunciado por Indalecio Prieto en el año 1946. Después de la Segunda Guerra Mundial, Prieto decía que la única fórmula que en esos momentos veía viable para el socialismo en España era una Monarquía constitucional con un presidente del Gobierno socialista. Prieto hablaba de un pacto del Partido Socialista con Don Juan de Borbón, con la Monarquía constitucional.

En teoría, el socialismo español continúa en esta posición.

–Mientras los socialistas tengan el poder en una monarquía constitucional, no la cuestionarán. Pero si la única fórmula para ocupar la Presidencia del Gobierno es poner al Partido Socialista sobre una pirámide de partidos secesionistas y de ultraizquierda, entonces, obviamente, cambiarán la Constitución y marcharán, Pedro Sánchez el primero, por la senda anticonstitucional.

Si la única fórmula para ocupar la Presidencia del gobierno es poner al PSOE sobre una pirámide de partidos secesionistas y de ultraizquierda, entonces, obviamente, cambiarán la Constitución

Dicho de otra forma, si para que el socialismo llegue al poder hay que hacer un gobierno amplísimo de pequeños partidos fragmentarios –un Frente popular, para entendernos– entonces, por lógica de fuerzas, el Frente Popular no admite Monarquía constitucional.

Esa idea de Indalecio Prieto luego la puso en práctica Felipe González con un Partido Socialista que conseguía rotundas mayorías absolutas, aunque la última absoluta del PSOE ha sido, por el momento, en 1987.

–El propio Felipe González y sus ideólogos, incluido Enrique Múgica, dijeron claramente que la forma de gobierno para ellos era accidental. «Admitiremos la Monarquía, si llegamos al Gobierno». Era, por tanto, una admisión sesgada.

En 1996 empezó a flaquear el entusiasmo Monárquico del PSOE. En 2004, José Luis Rodríguez Zapatero ya entró en el lenguaje guerracivilista y sus bases en el lenguaje antimonárquico y republicano. Pedro Sánchez, que ha tenido que formar un gobierno de coalición para entrar en la Moncloa, tiene hacia la monarquía constitucional muy poco respeto, tal y como hemos visto.

Constitución: consenso o facción

–Si Pedro Sánchez gobernase en la próxima legislatura –que yo creo que no se va a dar–, pero sí ocurriese, entonces entraríamos en una clara fase de destrucción del sistema constitucional de 1978. En ese caso, creo que la situación sería similar a la de los años 1930 y 1931.

Explíquese más, por favor.

–Me refiero a una situación de destrucción de la Monarquía y de eclosión de una república con una constitución de partido. Lo opuesto, por tanto, a la Constitución de 1978, que es de consenso. Una constitución diseñada por Pedro Sánchez y sus aliados de izquierda y separatistas sería una constitución frente-populista. La situación social que generaría una constitución así sería un desgarro inmenso para la sociedad y el propio sistema político.

Contemplando la 'coalición Frankenstein', que diría Alfredo Pérez Rubalcaba, uno podría preguntarse: ¿qué hace un internacionalista como tú con un etnolingüista como este?

–Este tipo de lógica es anterior incluso a la guerra civil. Todos los partidos nacionalistas, con la única excepción de la Liga Catalana, se fueron con el Frente Popular, aunque técnicamente no formaban parte del Frente Popular. Fue una alianza que en esos momentos ya ni siquiera era una alianza defensiva de la II República. En 1934, que es cuando se materializa dicha alianza, el PSOE se subleva en contra de la propia II República. Aquello fue la revolución de octubre de 1934. Y los partidos nacionalistas, insisto, ya estaban entonces con el PSOE.

Una constitución diseñada por Sánchez y sus aliados de izquierda y separatistas sería una constitución frente-populista. La situación social que generaría sería de desgarro inmenso para la sociedad

Para el PSOE y la izquierda en general, la revolución de 1934 evidentemente no significó un acto de defensa de la legalidad republicana. Ahora bien, socialistas y comunistas siempre han querido contar con los nacionalismos insurreccionales y secesionistas que van en contra del Estado-nación.

Hay textos clásicos del marxismo-leninismo, también de los austro-marxistas, sobre la cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia –por decirlo con las palabras del propio Otto Bauer– que abordan la relación entre marxismo y nacionalismo.

–Así es. Es la Historia del siglo XX. Lo que está pasando ya lo vivimos, ya pasó. Los socialistas, en su lucha contra las clases dirigentes del imperio zarista o del imperio austrohúngaro, buscan alianzas con los nacionalistas, con esas pequeñas nacionalidades que en esos momentos están emergiendo dentro de los imperios. El marxismo nunca ha tenido suficiente fuerza por sí mismo como para movilizar a grandes muchedumbres.

Sentimiento, eslogan, teoría

A nivel teórico-formal parece un galimatías.

–El marxismo intenta ser una especie de religión, pero en ateo, y como religión laica al final no hay quien la entienda. Sí funciona en cuanto eslogan, pero cuando tratas de explicárselo a alguien, sencillamente no lo entiende. Entonces, los marxistas echan mano de los nacionalismos, porque los nacionalismos son puro sentimiento. Ahí coinciden con los sentimientos generalizados en la izquierda, que se mueve por dos componentes emocionales básicos: la envidia y el resentimiento. Los sentimientos dominantes en el nacionalismo, sobre todo el rencor, el resentimiento, son parecidos.

El gran estratega político de esta emulsión ideológica fue Vladímir Ilich Uliánov, alias Lenin.

–Hay un texto muy famoso del propio Lenin de 1914 sobre la cuestión, titulado El derechos de la naciones a la autodeterminación. Ahí, efectivamente, detecta que los nacionalismos son enemigos del imperio zarista. ¿Queremos cargarnos a los zares?, viene a preguntarse el propio Lenin de forma retórica. Él mismo responde: sí. Entonces nuestros aliados son las nacionalidades. ¿Qué podemos ofrecer a las nacionalidades?, prosigue Lenin. Responde: el derecho de autodeterminación. Y Lenin se inventa ese derecho; se lo saca de la manga, tal cual. Al poco tiempo se lo copia el presidente Woodrow Wilson de los EE.UU., pero esto ya es otro cantar.

Pero cuando los distintos movimientos nacionalistas del imperio zarista quisieron ejercer el prometido derecho de autodeterminación, entonces la cosa cambió.

–Cuando los nacionalistas quieran ejercer el derecho de autodeterminación, entonces lo que haremos –Lenin se refiere a los proletarios de todas las nacionalidades; a los obreros de la gran nación rusa y a los obreros de las nacionalidades periféricas– es movilizar al conjunto del proletariado para organizar un gran Estado obrero lo más amplio posible.

Para Lenin, un Estado soviético es mucho mejor que esos pequeños Estaduchos donde gobernarían las burguesías nacionalistas locales. Cuanto mayor sea el tamaño del Estado en manos del proletariado, mucho mejor nos va a ir, piensa Lenin. Es la famosa dictadura del proletariado.

¿Queremos cargarnos a los zares?, se pregunta Lenin. Él mismo responde: sí. Entonces, nuestros aliados son los nacionalistas. ¿Qué podemos ofrecer a las nacionalidades?, prosigue. Responde: el derecho de autodeterminación

Tonto no era.

–Lenin era un genio maléfico, pero un genio al fin y al cabo. Trataba de movilizar a las bases más amplias posibles en contra del imperio zarista. Pensaba así: «No tenemos obreros, porque solamente hay obreros en Petrogrado y Moscú. El resto es un país de campesinos. Los campesinos rusos creen en el padrecito zar. Las demás nacionalidades, no. Los campesinos de las nacionalidades pequeñas creen que están oprimidos por los rusos, que a su vez identifican con el zar».

En un primer momento, en el momento de la transformación del viejo sistema zarista hacia el nuevo sistema soviético, Lenin concede a las nacionalidades el derecho de autodeterminación. Luego, cuando las nacionalidades periféricas se toman en serio la promesa, Lenin arrasa con ellas. Entre Lenin, Stalin y Mao Zedong sacaron de ahí, de esas promesas conscientemente falsas a los nacionalistas, que luego siempre masacraron, algunos millones de los cien millones de muertes violentas causadas por el comunismo.

De aquellos imperios zarista y austrohúngaro de 1917 al reino de España de 2023. No puedo creer que tantos años después sigamos en las mismas.

–Pues mire, un poco sí. Para hacer lo que están haciendo ahora no hace falta una gran imaginación política. En España el populismo antisistema de Podemos es eso. El comportamiento de la humanidad occidental en los últimos 100 años es un poco «volver la burra al trigo», que dice Joaquín Leguina.