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Yolanda, la nueva novia de Frankenstein

Yolanda, la nueva novia de FrankensteinPaula Andrade

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Yolanda, la nueva novia de Frankenstein

Como buena feminista del régimen ha encontrado su zona de confort en el poder y en el BOE, que en el sanchismo pasa por que un hombre te unja como musa de la izquierda

Ramón Tamames despachó en poco más de un minuto la turra con que Superyol se permitió dar lecciones de economía y valores comunistas al catedrático del ramo y dirigente del PCE encarcelado en los años 50. Así de atrevida es la ignorancia, aunque lleve mechas al agua y bolsos de marca. Pero Tamames era una anécdota para Yolanda Díaz Gómez. Para esta comunista gallega que en un mes cumplirá 52 años y que cree haberse tragado de un solo bocado a Gandhi y Yoko Ono, su verdadero objetivo en la moción fue cambiar públicamente de tutor político.

Como buena feminista del régimen ha encontrado su zona de confort en el poder y en el BOE, que en el sanchismo pasa porque un hombre te unja como musa de la izquierda. Hace dos años, el macho-alfa Pablo Iglesias la señaló con su dedo redentor como sucesora, pero ahora la ministra de Trabajo ha descubierto que más vale Falcon en mano que cientos de violadores saliendo de las cárceles y aguándote la fiesta. Donde esté ser la protegida del Sumo Líder como su marca blanca, un mal menor al que Sánchez tiene que apoyar para reeditar el poder, que se quite compartir camisetas sudadas y piercing en la nariz con los responsables de que más de 800 agresores sexuales hayan rebajado sus penas. Así no se llega a ser la primera presidenta mujer del Gobierno de España, como le susurran en los medios sus hoolingans, que los tiene y muchos.

Yolanda asperjó halagos a sus compañeros de Gobierno en la moción de censura. Le costó más dedicárselos a Ione e Irene

La vicepresidenta segunda (la «presidenta» segunda, según el lapsus de ese faro de occidente llamado Patxi López), cree que el comunismo puede vestir de Armani, darse baños de hidratación en las peluquerías más caras, y no perder las esencias. Desde esos tacones de 10 centímetros, Yolanda asperjó halagos a sus compañeros de Gobierno en la moción de censura de Tamames, en un reparto de papeles diseñado por Félix Bolaños. Le costó más dedicárselos a Ione e Irene, que la miraban con ojos tan vacíos de sororidad que no pasarían el examen de Pam.

Pero esta antigua abogada laboralista, hija de un gerifalte sindicalista, comprobó en su tierra que no era precisamente una líder de masas, así que optó por jugar al poder y dejar de pegar carteles. Intentó ser alcaldesa de Ferrol, y nada de nada; después, subió la apuesta y se presentó a presidenta autonómica por IU y cero patatero (literal, obtuvo cero escaños en los comicios de 2005 y 2009). Su tabla de salvación fue unirse a otro destacado demócrata occidental, Xosé Manuel Beiras, a cuya sombra logró colarse en el Parlamento gallego, aunque terminó a tortas con el preboste nacionalista.

Pedro Sanchez and Yolanda Diaz

Pedro Sanchez and Yolanda DiazJesus Briones

Finalmente, vio venir los movimientos populistas de las mareas y Podemos, y se unió a esa bacanal para meter la cabeza en la Carrera de San Jerónimo, donde empezó a destacar –cosa nada difícil– entre la podredumbre podemita y en Galapagar decidieron convertirla en ministra de Trabajo. Su proceso de pijificación, tan alejado de los clichés del feminismo de pelo churretoso y vaqueros mugrientos, unido a su tono cursi y obsequioso, la han convertido en la musa del sindicalismo y, por momentos, en la mejor amiga de Garamendi, al que ha traicionado en cuanto le ha dicho que no a su demagógica subida del SMI. En privado, donde se la reconoce de muy buen trato y simpatía innata, ella confiesa que es socialdemócrata y que mantiene el carné comunista como homenaje a su padre hasta que este viva.

Su leyenda alimentada por sus corifeos del periodismo puede pasar a ser el mayor globo pinchado por las urnas de los últimos cuarenta años

Dispuesta a hacer cualquier cosa por llegar a ser el ticket de Pedro Sánchez, en cuyo partido terminará militando, es otra aficionada a las fotos: con el Papa, con Unai Sordo, con los subvencionados del cine, cortejando a los empresarios o poniéndose de perfil con la nefasta gestión de la pandemia o en los escándalos legislativos de sus enemigos íntimos de Podemos. Su vida por una foto. Vive de la contrarreforma laboral que ha creado más desempleo, ha mandado a los ryders a las listas del INEM y esconde parados debajo de la alfombra de los fijos discontinuos.

Su leyenda alimentada por sus corifeos del periodismo, a los que agasaja con exclusivas y lisonjas, puede pasar a ser el mayor globo pinchado por las urnas de los últimos cuarenta años. Encaramada en todas las encuestas como la política más valorada, su paupérrimo histórico no justifican las trompetas que la acompañan a su paso. En una semana presentará un pseudo partido llamado Sumar, donde no quiere a los Iglesias, pero ha invitado a dos cimas de la intelectualidad, Ada Colau y Mónica García, una vez que su tercera invitada, Mónica Oltra, tuviera que dimitir por un feo asunto de abuso de menores.

De izquierda a derecha, Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra, Yolanda Díaz y Fátima Hamed, en Valencia.

Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra, Yolanda Díaz y Fátima Hamed, en Valencia.EFE

Ella también guarda en su armario, además de las marcas caras que usan los empresarios despiadados, algún turbio asunto de un colaborador en su etapa gallega. Pero para conjurar esas meigas, la alumna aventajada de Barrio Sésamo y de Chávez, su admirado comandante, se viste de blanco roto, se coloca un moño despeinado, se aplica un suave maquillaje y se sube a la tribuna que le facilitó Vox, para proclamar que sí, que ya sí, que ha llegado su momento, que es la nueva novia de Frankenstein.

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