Diario de campaña (IV)
De discontinuidades
Han tenido ciertas ocurrencias que, si no fuera por el drama que provocan y esconden, serían merecedoras de un cierto corral de la comedia
En los últimos tiempos hemos tenido que aceptar, que no digerir, algunas maneras de decir las cosas que muchos jamás hubiéramos imaginado. Inventos de unos seres que ocupan el protagonismo del Gobierno y su coro de vestales rápida y maravillosamente adaptadas al lujo y los oropeles, las cuales una vez nos las quitemos de encima no van a dejar huella alguna y si la dejan habrá que borrarla de forma inmediata.
Pero hay que reconocer que han tenido ciertas ocurrencias que si no fuera por el drama que provocan y esconden, serían merecedoras de un cierto corral de la comedia. No es mi intención profundizar en el error, inmenso error de los engendros trans, sí es sí, mono y pluri parentescos de convivencia y tantos otros.
Pasar del no es no al sí es sí, es duro de asumir pero aquella gente que se halla instalada en la sistemática mentira, total improvisación y finalmente la nada, lo encuentran normal pues vienen del cero a la izquierda y su meta sigue siendo a su vez el cero a la izquierda.
Si el parado es un fijo discontinuo, el que no llega a final de mes es un indigente discontinuo, el okupa parece ser un residente fijo y los propietarios de lo okupado son hospitalarios discontinuos la diversión está servida en la comedia.
Si la subida de precios es una cesta de la compra discontinua y un terrorista o asesino es enfadado violento discontinuo además reciclable a gobernante, y si todo lo que se quiere esconder para engañar a la gente se califica de discontinuo como brillante definición de los y las lumbreras del Gobierno, como persona física dotado de documento nacional de identidad me quiero declarar un contribuyente discontinuo y acercándose el plazo de liquidación tributaria de renta y patrimonio aplicaré mi discontinua condición. Es mi firme voluntad.