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Ilustración: Pedro Sánchez y Yolanda DíazLu Tolstova

Díaz, la sonrisa del comunismo: de la irrelevancia en Galicia a convertirse en la última bala de Sánchez

Asegura que Sumar va «a la cosa pública para hacer felices a las personas» unas horas después de ventilarse de un plumazo a Montero y Echenique y de paso a todo un Podemos al que ha tratado como a una gamba: le ha chupado la cabeza después de arrancársela

Érase una mujer a una sonrisa pegada, la de la cara amable del comunismo. Yolanda Díaz (Fene, La Coruña, 1971) se ha erigido en la amada líder de la izquierda radical. La política mejor valorada por los españoles –según el CIS de Tezanos, cabe precisar– ha eliminado toda disidencia interna a base de una voz aterciopelada que emite mensajes de cadencia Mr. Wonderful. Esa con la que asegura que Sumar, la última marca neocomunista, va «a la cosa pública para hacer felices a las personas» unas horas después de ventilarse de un plumazo a Irene Montero y Pablo Echenique y de paso a todo un Podemos al que ha tratado como a una gamba: le ha chupado la cabeza después de arrancársela.

Una manera de hacer que ni mucho menos es nueva, por mucho que haya quien, como Pablo Iglesias, todavía se sorprenda y se atreva a reprocharle que está donde está por lo que está. En este caso, por la designación digital del antiguo encargado de comandar «a la gente» hacia el poder y acabar de una vez con el heteropatriarcado, el capitalismo, el candado del Régimen del 78, etc. El exlíder morado exhalaba una columna este sábado –un día después de que se supiera que su señora se quedaba sin curro– en la que llamaba a Díaz a rectificar el veto en las listas del 23-J de Irene Montero, «sacrificada por los partidos a los que Podemos llevó al gobierno y por la vicepresidenta cuyo nombramiento propuso al presidente quien esto escribe, que es además la pareja de Irene Montero».

Un esfuerzo en vano: desde el entorno de Díaz replicaban que las listas estaban cerradas y que a otra cosa, mariposa. Quienes conocen su trayectoria en la terra galega, como Luis Ventoso, saben que «tras su cordialidad teatral y su tono híper empalagoso se camufla una política adicta la traición». De cuna comunista –su padre, Suso, fue militante del PCE y exsecretario general de Comisiones Obreras en Galicia–, esta abogada laboralista siempre trató de llevar a las instituciones los postulados marxistas –o al menos los de sus herederos– y conseguir esa felicidad que antes propugnaba de morena y en vaqueros y ahora de rubia y con traje de presidenciable.

Pero el éxito se le resistía una y otra vez. En 2003 se convirtió en concejal de IU en Ferrol, un modesto cargo desde el que prosperó hasta ser la líder del partido en Galicia. Se presentó en dos elecciones autonómicas (2005 y 2009) y en las dos se quedó sin escaño autonómico. Pero, como Pedro Sánchez, que la considera su última bala para no ser desahuciado de la Moncloa tras las generales, Díaz también se ha especializado en resistir; e incluso en resurgir. En 2012 volvió a concurrir al Parlamento de Galicia, pero esta vez en la coalición Alternativa Galega de Esquerda (AGE), junto a Equo y la Anova del nacionalista Xosé Manuel Beiras, que se había marchado del BNG. Juntos consiguen nueve diputados y Díaz se convierte en la viceportavoz del grupo parlamentario.

Durante su etapa en Galicia se produjo uno de los episodios más oscuros de la historia de Díaz. En 2009 mantuvo su confianza en un asesor sospechoso de consumir material pedófilo a través de un ordenador del partido. Pese a las sospechas, se lo llevó al Parlamento gallego hasta que fue detenido, en 2016, tras reincidir; esta vez a través de un ordenador de la oficina de IU en la Cámara gallega.

En 2015, se alía con el Podemos de Pablo Iglesias, a quien había tenido antes de asesor y quien por aquel entonces aparecía en la televisión más que Miguel Ángel Revilla. Se presenta a las generales en 2019 bajo la marca En Marea, que aglutinaba a Equo y Espacio Ecosocialista Gallego, además de a IU, los 'morados' y la citada Anova de Beiras. Un Beiras que, años después de quitarle el escaño que le tocaba a Anova para dárselo a IU, lo tenía claro: «Yolanda Díaz utilizó En Marea para hacer su carrera en Madrid», como apuntaba hace menos de un año en las páginas de La Voz de Galicia. Años antes recordaba que Díaz fue la primera persona que lo traicionó. La líder de Sumar entra en el Congreso de los Diputados hace cuatro años con su escaño por Pontevedra y ese mismo año abandona IU –que no el PCE– y empieza a labrarse un futuro a la izquierda del PSOE pero desde fuera de Podemos, del que ahora solo parece querer sus votantes y poco más.

En 2020 se convierte en ministra de Trabajo y ya en 2021 Sánchez, a petición de Iglesias, la designa vicepresidenta segunda del Gobierno «progresista» de coalición, el cargo desde el que comenzó a labrarse una imagen institucional a la vez que sus compañeros del ala podemita del Ejecutivo se iban enterrando en polémicas, principalmente la ley del 'sólo sí es sí', que ha crucificado a Montero. Ahora las encuestas le otorgan una intención de voto de casi el 14 %, a algo menos de diez puntos de los socialistas, y ha arrancado su particular camino a la Moncloa asegurando sobre Sumar que «España quería que nos diésemos la mano» y criticando al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. A Podemos, ya muerto, ni lo ha nombrado este sábado en su discurso triunfal por haber logrado el pacto de coalición de Sumar. A Sánchez, quien la ha aupado en los últimos tiempos a costa del resto de ministros del ala podemita, tampoco. Ambos se necesitan ahora; dentro de mes y medio, cuando las urnas hayan emitido su veredicto, ya veremos.