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El exministro José Manuel Otero Novas, en la redacción de El DebateCarmina Martínez

Entrevista

José Manuel Otero Novas: «Se nos quieren imponer unas ideas y no permitir que las discutamos»

El exministro y director del Aula Política del Instituto de Estudios de la Democracia habla con El Debate del sistema democrático y sus fallos, de la ley de Memoria o de la legislación electoral que favorece un distanciamiento entre la España oficial y la real

El Instituto de Estudios de la Democracia del CEU, cuyo presidente es el exministro José Manuel Otero Novas (Vigo, 1940), celebra este viernes el acto de clausura del curso del Aula Política, que nace del espíritu que impulsó el Grupo Tácito, que trabajó en las ideas que después sentarían las bases para la democracia en España. El que fuera una de las figuras clave de la Transición, ministro de la Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez, atiende a El Debate para analizar el contexto democrático de España hoy, la vigencia de los valores de 1978 o la ley de Memoria impulsada por el Gobierno.

–¿Cómo surgió la iniciativa del Aula Política del Instituto de Estudios de la Democracia?

–Es como una actualización o reaparición de lo que fue el Grupo Tácito en los finales del franquismo. Partimos de la idea de que hay momentos en que es necesario preparar soluciones para el futuro, aunque, de momento, no te las acepten, y que, además, hay que agrupar personas que puedan aplicar esas ideas o fórmulas que vas elaborando. En el Grupo Tácito, preparamos unas ideas y muchos fuimos aplicándolas en la Transición. Más o menos ese mismo espíritu es el que motivó el nacimiento del Aula Política.

Estudiamos la situación y se lo decimos a los partidos políticos. Y lo digo sin ánimo de molestar, pero sabemos que no nos hacen caso porque viven muy preocupados por los problemas del día a día y apenas por el futuro del país. Pero eso no nos importa; ellos tienen una obligación y nosotros otra, que es seguir diciendo que estos son los problemas y estas las soluciones y ya vendrá un momento en que esas soluciones puedan aplicarse.

Hemos estudiado la democracia, somos fundadores de la democracia, creemos en la democracia, creemos que hay que defenderla porque cualquier otra cosa que se nos ocurra siempre será mucho peor. Pero hemos estudiado la democracia con sus fallos muy importantes y tenemos un recetario de fórmulas. En otros cursos hemos estudiado los problemas de la deriva de desintegración de España, hemos presentado nuestras soluciones,...no hemos conseguido que nos hicieran caso, pero ahí las tenemos.

–Ha señalado en alguna ocasión que la democracia necesita ser afirmada con estudios y no quedarse en el «porque sí». ¿De qué adolece la democracia actual en España?

–De que no es una democracia. Es una palabra que nos llena la boca, a mí también, no hago críticas hacia fuera. Yo quedé muy emocionado cuando establecimos este sistema. Pero tenemos que pararnos a pensar qué es la democracia. ¿De verdad es un sistema representativo? ¿Por qué? ¿Porque el pueblo cada cuatro años elige a sus dirigentes? Para empezar, el pueblo elige entre unos cuantos nombres que otras personas le ponen, o le ponemos, sobre la mesa, o sea que la elección del pueblo es relativa. En segundo lugar, ¿cómo se produce esa selección popular? Con los datos, los conocimientos y las opiniones que el pueblo tiene. ¿Quién le transmite datos y opiniones? Por ejemplo, en gran medida las televisiones. ¿Y qué transmiten? ¿Por qué transmiten unas cosas y no otras? Estas cosas hay que estudiarlas.

Sabemos que la democracia es muy poco auténtica en España y en todo Occidente, pero queremos seguir manteniéndola, por eso pretendemos mejorarla

Hemos estudiado también los partidos políticos. La frase de la Constitución de que tienen que ser internamente democráticos se me debe a mí, yo la propuse cuando estábamos elaborando la constitución, se la dije a Adolfo Suárez, le dije ‘si no, es un engaño’, y ahí está. Está, pero como si no estuviera. Los partidos, todos, tienen una dinámica donde la democracia interna es muy poco perceptible. Sabemos que la democracia tiene muy graves defectos. Es muy poco auténtica en España y en todo Occidente, pero queremos seguir manteniéndola, por eso pretendemos mejorarla.

A parte de eso, hemos detectado en nuestros estudios un problema más importante en la democracia, la libertad, porque se nos quiere imponer ideas y no quiere permitirse que discutamos esas ideas. Este curso dijimos que no íbamos a buscar conclusiones, sino rechazar las imposiciones que se nos hacen, ejercer nuestra libertad intelectual. Hemos traído ponentes oficiales o próximos a los oficiales y ajenos a lo oficial y hemos abordado los temas de género, de cambio climático, de memoria histórica…Hemos querido hacer eso porque nos parece importante que en España vayamos recuperando la libertad.

No es posible que cuando se celebró en España una conferencia mundial del clima, antes de la pandemia, al presidente del Gobierno le preguntan: «¿qué piensa usted de quienes no creen en eso?», él dijo «esos son unos fanáticos». No dijo «están equivocados por esto, hay esta razón…». No podemos admitir eso. Esas cosas hay que discutirlas.

–¿Qué opinión le merecen la ley de Memoria Histórica y la de Memoria Democrática? ¿Cree que habría que derogarlas?

–En Aula no nos hemos pronunciado como tal este año sobre lo que opinamos. Como grupo no hemos querido sacar un manifiesto y decir nuestra posición es esta. Personalmente, creo que la ley de Memoria Democrática es un error. Decir que para cerrar las heridas de la guerra no se puede producir el olvido y, por consiguiente, hay que estar removiendo el tema me parece un disparate. A las personas de derechas y de izquierdas que hicimos la Transición nos parece un disparate. Los antecesores del Gobierno actual en 1976 estaban emocionados cuando hicimos la reconciliación, que no era olvidarnos de todo, sino no utilizarlo políticamente, que es distinto. Ahora se quiere volver a utilizar políticamente. Mi posición personal es francamente contraria a eso.

La reconciliación en la Transición no era olvidarnos de todo, sino no utilizarlo políticamente

–¿Cree que pueden recuperarse los valores de la Transición, la reconciliación, la concordia y los grandes consensos en los temas principales?

–Creo que hay muchos españoles que como nosotros quieren mantenerlos y recuperarlos en la medida en que algunos han sido abandonados. Además, no mantenerlos o atacarlos nos parece una posición muy torpe. Claro, que comprendemos que el ataque a la Transición es una manera de producir la revolución. En 1917, la revolución consistía en asaltar el palacio de invierno y matar a no sé quién. Hoy para hacer la revolución lo que se está queriendo es desacreditar la Transición e ir cambiando los valores de la Transición, por ejemplo, con la ley de Memoria Democrática.

–Usted que también ha sido ministro de Educación, ¿cómo se puede hacer una ley que evite el adoctrinamiento? ¿Cree que es posible un pacto de Estado por la educación?

–El pacto por la educación, en ese sentido, –no es que todo lo que hayamos hecho en la Transición fuera perfecto ni mucho menos completo–, lo hicimos, está en la Constitución, en el artículo 27, y está, hasta ahora, en las sentencias del Tribunal Constitucional, que dicen que no se puede adoctrinar en los centros, sobre todo en los públicos. En los privados que tengan ideario y carácter propio sí cabe el adoctrinamiento porque es libre, va quien acepta eso.

En 1917 , la revolución consistía en asaltar el Palacio de invierno. Hoy para hacer la revolución se está queriendo desacreditar la Transición

El Estado no puede imponer una orientación, cuando dentro de la Constitución caben varias, eso está en las sentencias del TC. Lo que pasa es que hay gente que quiere ir a la revolución. Posiblemente, un paso revolucionario sea conseguir colocar como magistrados del Tribunal a unas personas que cambien todo lo que ha dicho el TC hasta hoy, y como sus sentencias no se pueden recurrir, cambiando eso ya está montada la revolución.

–Después de ver que en las elecciones autonómicas y municipales se ha dado un vuelco al mapa político, ¿cuál es su pronóstico para las generales?

–No hago pronóstico, porque no quiero estar metido en combates electorales. Yo hace muchos años que decidí no estar vinculado a las batallas partidistas. Mi preocupación por la política es tan intensa como siempre, pero creo que no es bueno que se vincule a ninguna posición política. Naturalmente, tengo mis ideas, y coinciden con unos y no con otros, pero prefiero no hacer pronósticos. Valga solo decir que naturalmente sí que soy un espectador muy próximo de lo que está ocurriendo.

–Hace unos años señalaba que se estaba produciendo un distanciamiento entre la España oficial y la España real. ¿Qué tendría que tener entre sus prioridades el próximo Gobierno para que eso no sucediese?

–Sí, yo creo que hay una distancia, y confieso que posiblemente soy una de las personas responsables de ello, porque participé muy activamente en la redacción de la primera ley electoral, que es verdad que era provisional pero quedó para siempre. Con nuestra legislación electoral los grandes partidos han estado gobernando con la posibilidad de no atender a sus electores.

El sistema D’Hont, los mínimos de acceso a las instituciones… hay unas cuantas reglas que establecimos al principio porque había que poner en marcha la democracia pero que permanecieron, y eso es lo que ha permitido que los líderes de los partidos, cuando alguien les empieza a decir que no nos están atendiendo a los votantes, algunos hayan dicho: «si no estas conforme, tienes que salirte, pero no vas a sacar nada por el sistema D'Hont, los mínimos,... y además nos vas a hacer daño». Con esos argumentos, los líderes han podido seguir haciendo lo que a ellos personalmente les parece bien, y eso es una de las causas del distanciamiento de la España oficial y la España real en este régimen democrático.